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Bernard Herrmann: El genio irascible

El 23 de diciembre se cumplieron 50 años de la muerte del compositor de Psicosis o Vértigo

Cuentan que cuando Bernard Herrmann era un niño y tomaba clases de violín le pidió un día a su profesor tocar algo más tenebroso y experimental. Cuando el profesor se negó, el niño cogió el violín y se lo estampó en la cabeza. La anécdota define muy bien el carácter innovador y a la vez irascible y poco amigable del compositor. “A primera vista tenía un carácter brusco, era muy excesivo en todo lo que decía”, recordaba uno de sus pocos amigos, el también compositor de cine Elmer Bernstein. “No sabía comportarse de otro modo. Era el tipo de persona que necesita burlarse o ser grosero por temor a caer en el sentimentalismo. Herrmann era así y eso se reflejaba también en su música”, añadía. Herrmann tenía constantes discusiones con los directores, productores y músicos. No soportaba que le llevaran la contraria ni que quisieran inmiscuirse en su trabajo. Era, lo que se dice, un genio con mucho genio.

Bernard Herrmann nació en Nueva York en 1911 en una familia judía. Con 18 años ya dirigía una orquesta de cámara. Poco después entró a trabajar en la radio, en la CBS, como director de orquesta, y allí conoció a un personaje que sería fundamental en su carrera: Orson Welles. El primer trabajo de Welles y Herrmann juntos fue la mítica adaptación radiofónica de La Guerra de los mundos que conmocionó al país. Y cuando Orson dio el salto al cine se llevó consigo a Herrmann que de esta forma pudo componer su primera partitura para el cine. En Ciudadano Kane el compositor sustituyó la habitual orquesta sinfónica por secciones musicales más reducidas, con unas orquestaciones muy originales que proporcionaban el trasfondo psicológico ideal en cada escena de la película.

Por su trabajo en Ciudadano Kane Bernard Herrmann fue nominado al Oscar en 1941 pero no lo ganaría por esa película sino por otro de sus trabajos de aquel año: El hombre que vendió su alma. Sería el único Oscar de su carrera. Con El hombre que vendió su alma Herrmann inició una primera etapa profesional marcada por un romanticismo casi gótico con películas como Jane Eyre, Concierto macabro o El fantasma y la señora Muir, la partitura que el músico siempre citaba como su favorita.

El estilo musical de Bernard Herrmann alternaba el romanticismo con la contundencia a la hora de transmitir la tensión, y una gran habilidad para describir con música la psicología de los personajes. “Llegó en pleno apogeo de los compositores que venían de centro Europa como Max Steiner, Dimitri Tiomkin y otros cuyo sonido era una especie de estilo romántico post Tchaikovski. Pero ese sonido no encajaba con la personalidad de Herrmann”, afirmaba Elmer Bernstein. “Él buscaba un camino propio y quería demostrar que, cuando se quiere crear una buena banda sonora para una película, no es necesario hacerlo a través de una serie de melodías, sino que se hace creando atmósferas, manipulando las emociones del público a través de los sonidos y de algo casi mágico”. Son característicos en él los violines, a veces muy agresivos, y la tendencia a construir su música en forma de espiral. “Su música es como un vórtice que es cada vez más y más profundo”, explica Martin Scorsese. “Es una sensación que no termina nunca y que vuelve a empezar. Es una especie de torbellino. Un vórtice emocional y psicológico”.

A Herrmann le gustaba experimentar, integrar instrumentos inusuales en la orquesta. En Ultimátum a la Tierra, por ejemplo, destacaba el uso del Theremín, un aparato electrónico que creaba un sonido muy inquietante. También le gustaba incluir melodías e instrumentos exóticos en sus partituras. Una de sus especialidades fue la música para películas de fantasía y aventuras como Jasón y los argonautas, La isla misteriosa o Simbad y la princesa. Pero, sin duda, su gran fuerte fueron las bandas sonoras de misterio y suspense. Aquí se enmarca su colaboración más famosa, la que mantuvo con Alfred Hitchcock en ocho películas, como Vértigo, Psicosis, Marnie la ladrona, Con la muerte en los talones, Falso culpable o El hombre que sabía demasiado, en la que hacía un pequeño cameo como director de orquesta. Hitchcock era un hombre extremadamente organizado a la hora de hacer películas”, explicaba el compositor. “Para él el rodaje era muy aburrido porque en su cabeza ya tenía terminada la película. Por ejemplo, nunca daba instrucciones a un actor de cómo entrar o salir de una habitación, le parecía bien cómo lo hiciera siempre que fuera con convicción. Por eso componer para él era un gran reto. A mí solo me decía: Te he dejado la cinta número tres”.

Hitchcock y Herrmann eran dos personalidades muy fuertes que chocaban a menudo. Por eso su relación siempre fue conflictiva. El propio Herrmann contaba los problemas que tuvo para incluir música en la escena de la ducha de Psicosis, una de sus melodías más famosas. “La escena de la ducha fue muy discutida. Hitchcock la quería sin música”, recordaba el músico. “Entonces le dije: déjemela a mí y váyase de vacaciones. Trabajaré en ella. A su regreso le mostré la escena montada con música y dijo: de acuerdo, la utilizaremos. Pero, Hitch: ¿no había dicho que no quería música? Y me respondió: sugerencia inoportuna”.

La ruptura profesional de la pareja llegó en 1966 con la película Cortina rasgada. Hitchcock le había pedido a Herrmann que incluyera algunos temas pop en la partitura, siguiendo la moda de la época, el compositor se negó en rotundo y éste le despidió. Herrmann acabó muy dolido con Hitchcock. Además, el Hollywood que él conocía estaba cambiando así que decidió trasladarse a Europa. “Cuando se terminó la supremacía de los grandes estudios y aparecieron los independientes, no creo que tuviera la energía suficiente para tratar con esa nueva industria emergente. Creo que le parecía caótica, aunque me hubiera gustado que se hubiera quedado”, apuntaba Elmer Bernstein.

En Europa trabajó con varios directores que precisamente eran admiradores de Hitchcock como Françoise Truffaut para el que compuso la música de La novia vestía de negro o Fahrenheit 451. En los 70, ya de vuelta a Hollywood otro seguidor de Hitchcock sería quien le reclamase, Brian de Palma, para el que compuso las bandas sonoras de Fascinación o Hermanas. Y en 1975 fue precisamente Brian De Palma quien sugirió a Martin Scorsese la contratación de Bernard Hermann para la película en la que estaba trabajando. De Palma y Scorsese pensaban que Bernard Herrmann era el músico ideal para dar forma a las sombrías sonoridades que Taxi driver necesitaba y convertir en acordes musicales el estado mental del protagonista. Taxi driver fue la última banda sonora que compuso Herrmann, con un estilo además muy diferente a lo que había hecho anteriormente, lo que parecía abrir una nueva etapa en su carrera. “El otro aspecto fundamental en la música, además del metal y la fuerza, era la parte del jazz. El notaba que comenzaba algo nuevo al combinar ambas cosas. Y parecía que resultaba”, rememoraba Martin Scorsese.

Steven Spielberg asistió a una de las sesiones de grabación. “Martín Scorsese me llamó y me dijo: Tienes que venir a verlo, esta música es fantástica. Así que cogí el coche, me fui a la Warner, entré en la cabina de grabación y me quedé allí como una hora escuchando como grababan. Herrmann no dirigía la orquesta, estaba sentado en el suelo fumándose un puro. Tenía una gran barriga y toda la ceniza se le caía en ella. Entonces Marty me dice: Ven a conocerle. Me planta delante de él y me presenta: Bernie, este es mi amigo Steven Spielberg. Y yo: Oh, míster Herrmann, soy un gran admirador suyo, adoro su trabajo, es usted un genio. Y me contesta: ¿Sí?, entonces ¿por qué siempre llamas a ese John Williams? Lo curioso es que falleció esa misma noche. Le conocí en el último día de su vida. Murió esa noche en su hotel”, recuerda el director.

En efecto, la noche del 23 de diciembre de 1975 en Los Ángeles, después de grabar las últimas notas de la partitura, Herrmann regresó a su hotel y se metió en la cama. Dos horas después sufrió un ataque al corazón y falleció sin llegar a despertarse, dejando huérfana a la música de cine de uno de sus mayores talentos, si no el mayor. Tenía 64 años. Sin embargo, como el Cid, Bernard Herrmann aún ganaría batallas después de muerto. En 1991 su amigo Elmer Bernstein decidió utilizar para el remake que Martin Scorsese hizo en El cabo del miedo parte de la música que Hitchcock le había rechazado a Herrmann para Cortina Rasgada, además del famoso tema central que el compositor había creado para la película original, El cabo del terror. De esta forma Bernard Herrmann volvió a sonar en las pantallas 15 años después de su muerte, demostrando que, aunque él ya no estuviera, su música seguía estando muy viva.