A vivir que son dos días
Ocio y cultura

¿Por qué los acentos causan reticencia?: El olvido de las lenguas regionales en tiempos de la globalización

El escritor y poeta Mario Obrero reflexiona en 'A vivir' sobre el recelo que despierta el uso de las lenguas propias de las comunidades autónomas

Mario Obrero o la riqueza de las lenguas

Madrid

Cuando un turista alemán, británico o francés trata de pedir en un restaurante en español, lejos de asombrarnos por el acento o por el uso de palabras en su idioma materno, se suele hacer lo imposible por entenderle. Algo similar sucede cuando los más jóvenes toman palabras del inglés para aplicarlas a su vocabulario, una práctica tan extendida que algunos de esos términos llegan a incluirse en el español.

Sin embargo, en ocasiones, un acento del norte o del sur de la península, así como un grupo de amigos hablando en catalán, gallego, asturiano o aragonés puede despertar cierto recelo. Precisamente sobre la glotofobia y el lingüicismo (trato desigual o perjuicio hacia una persona por su lengua materna, acento, dialecto o forma de hablar) ha hablado en A vivir que son dos días el poeta Mario Obrero.

El escritor trata en su último libro, Con e de curcuspín, la pluralidad y la diversidad lingüística dentro del territorio español, así como las dificultades que atraviesan las distintas lenguas.

En este sentido, el autor ha reflexionado sobre la dificultad de aprender gallego o euskera en otras comunidades autónomas, cuando está tan establecido que se pueda aprender inglés, francés o italiano.

Soy una persona que ha estudiado inglés o francés y no ha tenido ningún problema en encontrar en las oficinas o en las escuelas de idiomas municipales posibilidades, clases o recursos. En cambio, cuando se ha tratado de otras lenguas mucho más cercanas a mi territorio, con las que tenía mucha más relación, la cosa se ponía un poco más complicada; sin embargo, sí que hay posibilidades a poco que uno quiera mirarlas", ha señalado.

"Una cuestión curiosa en tiempos de la turistificación y la gentrificación"

Puede que escuchar a una persona hablar valenciano en Madrid le resulte a alguien chocante; sin embargo, pedirse una paella en plena Plaza Mayor está completamente normalizado. Fenómenos como la turistificación y la globablización han provocado no solo que la cultura de otros países esté cada vez más presentes en las calles españolas, aunque lo mismo ha sucedido con las tradiciones y aspectos de las comunidades autónomas.

Al respecto, Mario Obrero ha expresado su asombro por las reticencias que causan las lenguas y los acentos, cuando otras partes de la cultura son aceptadas con total normalidad. "Es una cuestión curiosa, sobre todo en tiempos de la turistificación y la gentrificación absoluta de los espacios", ha apuntado.

"De repente, cuando llegan las palabras, cuando no es el turismo, cuando no es el aprovechamiento o la explotación de los paisajes naturales de otros territorios, sucede que es un problema lo que en otros ámbitos y aspectos, como la gastronomía misma, vemos tan natural, tan placentero y que tanto celebramos", ha añadido.

El autor achaca esta situación al uso del odio para enfrentarse a lo desconocido, una postura que suele ser adoptada por los discursos de la ultraderecha.

"Creo que hay una forma de relacionarse con las cosas a través del odio. Esta forma tiene muchos altavoces mediáticos y funciona en el discurso dominante. Cualquier extrema derecha -lleve Barretina o lleve Tricorne, la extrema derecha de Vox, pero también la de Alianza Catalana o la de Xavier Albiol, el alcalde del Partido Popular de Cataluña de Badalona- está acostumbrada políticamente en sus instituciones a relacionarse con lo que no conoce a través del odio, de la exclusión, del rechazo y de una violencia que, cuando menos, es enérgica y que desgasta mucho", ha explicado.