Cómo cumplir por fin los propósitos de Año Nuevo
Raquel Mascaraque nos da los trucos para dejar de posponer nuestros objetivos con el nuevo año
Cómo cumplir por fin los propósitos de Año Nuevo
Se acaba diciembre, y con el fin de este mes llega el momento del año en el que hacemos balance vital de nuestra vida y una lista mental de cosas que este año no podemos atrasar: los propósitos.
La ciencia tiene mucho que decir sobre el hecho de que hagamos los propósitos en una fecha específica. Desde la psicología social y la antropología, el Año Nuevo no va tanto de cambiar como de marcar un antes y un después de forma simbólica. La sociedad siempre ha necesitado rituales para marcar finales y principios. Por ejemplo cuando terminas la carrera, te dan diploma y tienes el acto con tu toga, ceremonia, discursos, fotos incómodas…
No es que el 1 de enero tenga superpoderes, sino que colectivamente nos ponemos de acuerdo. Funciona porque lo hacemos todos a la vez. No es que tu propósito sea mejor, es que no te sientes solo haciéndolo.
El cerebro sobre los propósitos que no se cumplen
Al final la mayoría de esos propósitos no se cumplen y aquí el cerebro tiene mucho que decir. El Año Nuevo activa el fresh start effect (el efecto de reinicio): el cerebro separa al “yo pasado” del “yo futuro”. Baja la culpa, sube la ilusión y aparece la dopamina (que más que la hormona de la felicidad, es un neurotransmisor que nos invita a la acción para hacer cosas que consideramos buenas para nosotros y para ello te genera placer). El problema es que la dopamina es una chispa, no un motor. Al mes se acaba la novedad y el cerebro dice: “vale, la broma ha estado bien ¿volvemos a lo conocido?” Por eso la mayoría de propósitos no fracasan por falta de ganas, sino por cómo están planteados.
¿Cómo plantear los propósitos de forma realista?
Para que un propósito se convierta en un hábito, nuestra colaboradora Raquel Mascaraque recomienda un libro: Hábitos Atómicos. El libro plantea cuatro pasos muy simples y enfocados en nuestro cerebro para que un hábito se mantenga.
- El primero: Hazlo obvio.
Si dependes de acordarte, vas mal. El cerebro va a lo visible, no a lo importante. Si quieres caminar, deja las zapatillas a la vista. O sea, menos fuerza de voluntad y más escenografía.
- El segundo paso: hazlo atractivo.
Si el hábito es un castigo, el cerebro huye. Vincúlalo a algo que te guste: música, calma, placer. El cerebro repite lo que asocia a recompensa, no lo que “debería” hacer. Por ejemplo: solo escucho mi podcast favorito cuando camino o entreno. O luego me quedo tomando un ratito el sol. Es el clic que te activa a hacer el propósito.
- Tercer paso: Hazlo fácil.
Aquí viene el error clásico: empezar demasiado fuerte.Si el hábito supera tu umbral de esfuerzo, el cerebro lo percibe como amenaza y lo evita; por eso lo pequeño y repetible funciona mejor: dos minutos ganan a cero minutos.
- Cuarto paso: Hazlo satisfactorio.
Si no hay una mínima sensación de cierre, el cerebro no lo archiva como éxito. Marcarlo, anotarlo, decir “hecho” es importante. Este es el clic que sucede después de hacer el propósito. Genera ese refuerzo positivo para repetir la acción.
Una propuesta distinta para este Año Nuevo
Raquel Mascaraque propone que en vez de preguntarnos qué vamos a conseguir, nos preguntemos qué vamos a dejar de sostener. No pienses, quiero hacer deporte, piensa, quiero dejar de sentirme cansada todo el tiempo. No pienses, quiero comer mejor, piensa, quiero dejar de tener dolores de barriga después de comer cosas que no me sientan bien. No pienses: quiero cambiar de trabajo. Piensa: “quiero dejar de despertarme cada mañana con un nudo en el estómago”.
El Año Nuevo es un momento genial para recolocarnos y ordenar nuestras prioridades, pero lo importante es hacerlo de forma realista.