La loca apuesta de una pareja con una fábrica abandonada termina con la creación de la casa de sus sueños
Se han marcado el objetivo más grande de su vida

Imagen de archivo sobre bricolaje / Avelino Calvar Martinez

Rachel y Émilien tienen muchos proyectos juntos. Ellos son apasionados del bricolaje y han hecho de esa afición su modo de vida y sustento. Empezaron renovando cosas por gusto, pero decidieron que lo que hacían merecía la pena compartirlo, así que abrieron su propio canal de YouTube para ir mostrando las aventuras en las que se iban adentrando. Porque sí, poco a poco lo que han ido elaborando puede catalogarse como auténticas aventuras.
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En esta plataforma cuentan con cientos de horas de contenido repartidos en unos 230 vídeos que disfrutan sus más de 640.000 suscriptores. Lo que empezó como un simple entretenimiento ha ido profesionalizándose y, como han recogido en el medio Le Journal des Femmes, "se han rodeado de artesanos exigentes y generosos que han compartido su experiencia con ellos en un ambiente relajado". Así, han ido mejorando en sus métodos y se han convertido en auténticos expertos, aprendiendo todo tipo de técnicas.
En sus episodios se les puede ver lijando, atornillando y soldando, así como realizando grandes trabajos de albañilería, aislamiento, fontanería, electricidad y carpintería destinados a sus proyectos personales, aunque ninguno es tan grande como el último en el que se han enfrascado. Estos apasionados por la renovación se han propuesto el gran reto de su vida: transformar una antigua fábrica abandonada en una vivienda familiar. Y, por supuesto, lo están documentando para su público.
De fábrica a hogar
Todo esto no viene de un arrebato, sino que lleva cociéndose a fuego lento bastante tiempo. Hace unos seis años, después de perder la oportunidad de adquirir un almacén de 300 m², descubrieron una antigua fábrica textil de más de 900 m² que estaba situada en Leboncoin, en el norte de Francia. Casi por casualidad, dieron con este lugar que les ofrecía infinidad de posibilidades gracias a su taller de 700 m², un patio de 150 m² y una bodega de 100 m². No tenían ninguna duda de que sería perfecto y debía ser para ellos.
Sin embargo, no iba a ser una tarea sencilla porque tenían como competencia varias promotoras inmobiliarias que se habían interesado en él para demolerlo y usar el terreno para otras construcciones, pero felizmente para ellos, los propietarios tenían un gran cariño por esta edificación y prefirieron vendérsela a la pareja, que no tenía como objetivo destruirla, sino renovarla para convertirla en su hogar y, dentro de lo que cabe, conservar la esencia del lugar.
Según explican ellos mismos y recoge el medio francés que se hizo eco de esta historia, Rachel y Émilien quieren seguir conservando los volúmenes, la luz y la arquitectura rústica de la época en un proyecto que ha hecho que inviertan todos sus ahorros para financiar la compra, los materiales y todo lo necesario para cuidar hasta los más pequeños detalles. Así, la pareja, desde la entrega de las llaves, está enfocada en los trabajos que hagan de un lugar abandonado en un auténtico hogar familiar.




