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Deja su trabajo estable y se va de minero a Australia: "Gano entre 4.500 y 6.000 euros y ahorro 5.000 al mes"

El protagonista de esta historia dejó su vida en Italia por un nuevo reto

Una mina. / picture alliance

Una mina.

Robert Okonski, un joven de 24 años, tomó la decisión de dejar su trabajo fijo en una empresa estatal en Italia y buscar un cambio radical de vida. Hace un año, se mudó cerca de Perth, Australia, donde trabaja como auxiliar de perforación. “Paso 12 horas al día bajo el sol australiano, con temperaturas que alcanzan los 45°, a veces sin tiempo siquiera para comer. Es duro, pero me enorgullece”, afirma.

Originario de Tor Tre Teste, un suburbio al este de Roma, nunca imaginó que acabaría trabajando en el otro extremo del mundo, “entre canguros saltando junto al taladro, arañas gigantes y serpientes arrastrándose junto al compresor”. Según relata, se dio cuenta de que no quería quedarse “estancado en el mismo puesto toda su vida”. “Sentía que había mucho más allá afuera; quería desafiarme a mí mismo, aprender nuevas habilidades”, explica, “y, por supuesto, ganar más”.

El motivo económico fue clave en su decisión. Con un salario de 1.500 euros, apenas podría haber ahorrado 300 euros al mes. Esta situación le hacía sentirse “enjaulado, sin posibilidad real de crecimiento”. Por eso, decidió buscar oportunidades en otro lugar.

Los primeros momentos en Australia no fueron sencillos: trámites, certificaciones y un acento que “fue un gran obstáculo al principio”. Robert y su hermano Kristian comenzaron trabajando como pintores y alicatadores para no gastar sus ahorros. El objetivo estaba claro: acceder a un empleo en las minas, “una de las pocas oportunidades reales para ahorrar y construir un futuro sólido en poco tiempo”. Tras obtener los permisos necesarios, Robert insistió enviando currículums y llamando hasta conseguir su primer trabajo en el sector. “Ahí empezó mi aventura”.

La familia de Robert, de origen polaco pero asentada en Roma desde hacía más de 30 años, recibió la noticia con preocupación. “Habían pasado por una situación similar y sabían en qué me estaba metiendo. Sin embargo, dejar un trabajo fijo en Italia se considera casi un sacrilegio. Muchos me veían como un loco que iba contra la corriente”, recuerda con una sonrisa. “Pero decidí escucharme solo a mí mismo y marcharme”.

Su labor consiste en perforar distintas zonas de Australia para ayudar a identificar minerales como oro, litio, cobre, níquel o hierro. “Somos como exploradores subterráneos”, explica. “Nunca excavamos al azar: hay un punto preciso al que llegar y dónde extraer muestras de roca para que los geólogos las analicen”. En ocasiones encuentran cuarzo, pirita, hierro y, a veces, incluso oro visible a simple vista. Si surge algún problema, el trabajo se detiene y es necesario extraer hasta 500 metros de tuberías bajo el sol, una a una. “Si algo gotea, si una tubería vibra demasiado, si hay un ruido extraño, se informa de inmediato. Estamos en lugares muy lejanos y si algo se rompe perdemos días”.

Cada emplazamiento es distinto. Tras una perforación, recorren cientos de kilómetros para instalarse en un nuevo campamento. Las condiciones varían: algunos lugares están bien equipados, con gimnasio, comedor, campo de fútbol, lavandería y habitaciones con aire acondicionado y baño; otros son más duros. “Una vez dormimos semanas en una caravana para cuatro personas, con ducha para todo el grupo y ni siquiera baño. Si lo necesitabas, llevabas una pala y papel higiénico y te refugiabas detrás de un arbusto”, cuenta. “Para comer, hacíamos la compra en el pueblo más cercano y yo cocinaba para diez personas al final del turno: arroz, carne, pasta, lo que encontráramos”.

El turno es de 14 días consecutivos de 12 horas diarias, tras lo cual llega una semana de descanso. “Y lo disfruto”, dice. En los últimos meses ha visitado Malasia, Tailandia, China, Hong Kong e Indonesia. Gracias a su trabajo, gana “entre 4.500 y 6.000 euros al mes” y logra ahorrar más de 5.000 euros mensuales, ya que durante los turnos “no gasto nada: la empresa paga el vuelo, la comida también y dormimos en campamentos mineros”.

Robert reconoce que lo que más echa de menos de Roma es “el olor y, por supuesto, la comida”. Si se hubiera quedado en Italia, habría tenido una vida previsible: “una casa, un trabajo estable, una familia”. Pero esa idea no le convencía. Por ahora, se queda en Australia, donde encuentra un estilo de vida más relajado y bien remunerado. Junto a su hermano Kristian, comparte su experiencia en redes sociales para inspirar a otros. “Hay una mentalidad profundamente arraigada aquí de que si tienes un trabajo en el gobierno, nunca debes dejarlo. Irse da miedo, pero, a veces, puede ser la mejor decisión que puedes tomar en la vida”.

 

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