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Se queja del sistema de calificaciones pero acaba callando cuando comprueba lo que sacó en el examen

Este hecho ha tenido como protagonista a un joven de Padua, Italia

Estudiantes haciendo un examen. / UPCT

Un estudiante de 19 años de un instituto en Padua ha provocado un intenso debate nacional tras presentarse a su examen oral de graduación... y negarse a hablar. Según explicó más tarde, su gesto era una protesta contra el sistema de calificaciones que, según él, no representa realmente el conocimiento ni el valor personal.

Aun así, el joven logró graduarse con un 65 sobre 100, gracias a los créditos obtenidos durante el curso y a los resultados de los exámenes escritos. Lo mínimo necesario. Ni más, ni menos.

“No es grosero ni inmaduro: es un manifestante moderado”

Massimo Gramellini, uno de los columnistas más leídos de Italia, lo resumió así en Il Corriere della Sera: “No es una rebelión destructiva ni un desprecio a los profesores. Es una protesta inteligente y pacífica. Yo no habría podido hacerlo. Soy demasiado italiano para eso: de los que protestan, pero luego obedecen”.

Y lo cierto es que el joven no gritó ni interrumpió. Solo guardó silencio. Según los examinadores, accedió a decir unas pocas palabras corteses tras ser advertido de que, si no lo hacía, podría anular su carrera académica entera. Con esas mínimas palabras, los profesores pudieron ponerle la puntuación más baja posible en el oral, lo justo para que aprobara.

¿Acto de valentía o comodidad?

La directora del centro no comparte la visión romántica del gesto: “No creo que fuera valiente. Supo que había aprobado los exámenes escritos, y entonces decidió no estudiar para el oral. Fue una decisión calculada”.

También ha apuntado que el chico no tenía ningún problema previo, ni académicos ni personales. Simplemente no quiso participar. Eso sí: lo hizo solo después de asegurarse de que había superado los mínimos requeridos. Una protesta, sí, pero ¿oportuna?

¿Tiene sentido seguir evaluando con notas?

El episodio ha reabierto un debate profundo sobre el sentido del sistema educativo actual y el lugar de los exámenes de graduación. Para algunos expertos, como la directora del instituto, la evaluación ha perdido valor, en parte porque muchos estudiantes ya han sido admitidos en la universidad antes de examinarse: “Ya no lo ven como algo útil. Viven en el aquí y ahora. El valor de la escuela lo descubren tarde, cuando ya están fuera”.

Otros, como Mario Rusconi, presidente de la Asociación Nacional de Directivos Escolares en Roma, han querido aclarar que el chico no podía ser suspendido: “Los créditos y los exámenes escritos sumaban ya lo necesario. Y aunque su oral fue simbólico, no dejó de ser legítimo”.

Un gesto que habla del sistema más que del alumno

Más allá de si se trató de valentía, estrategia o desafección, el gesto ha tocado una fibra sensible: muchos estudiantes sienten que no se les escucha. Que sus notas no reflejan quiénes son. Y que el sistema premia más el resultado que el proceso.