Una familia compra un apartamento en un palacio antiguo y se quedan sin palabras tras ver el interior
Este hecho ha ocurrido en Vilna, Lituania

Vilna, capital de Lituania / Westend61

El casco antiguo de Vilna, declarado Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO, atrae tanto a turistas como a residentes locales por su arquitectura única y su historia centenaria. Entre sus calles empedradas y edificios históricos se encuentra una joya arquitectónica que, en su día, perteneció a dos de las familias nobles más influyentes de Lituania: los Sapieha y los Přezdiecki. Hoy, uno de sus apartamentos ha sido transformado en el cálido y funcional hogar de una familia de la ciudad.
La arquitecta Gintarė Masilionytė-Kakurė, fundadora del estudio de diseño de interiores Elemente, fue la encargada de dar vida a este proyecto, que combinó retos técnicos con un profundo respeto por la historia del lugar.
De una casa familiar a un piso histórico
El encargo llegó hace varios años. Los propietarios, que se mudaban de una casa unifamiliar, querían que su nuevo hogar mantuviera la sensación de amplitud y, al mismo tiempo, se adaptara a las necesidades de una familia moderna. El apartamento, situado en pleno centro del casco antiguo de Vilna, cuenta con 130 metros cuadrados distribuidos en dos plantas abuhardilladas, lo que le confiere un carácter especial.
El objetivo principal era optimizar el espacio para incluir tres dormitorios, tres baños, un vestidor, un lavadero, una amplia sala de estar y un estudio, todo ello sin perder luminosidad ni sensación de apertura. “Fue un proyecto que requirió una planificación espacial precisa y un enfoque sensible al contexto”, señala la arquitecta.
Un edificio con siglos de historia
El inmueble forma parte del antiguo Palacio Sapieha, que más tarde fue residencia de los Přezdiecki y que en su momento estuvo vinculado al complejo del monasterio carmelita. Reconstruido en varias ocasiones, conserva capas de mampostería de distintas épocas y detalles arquitectónicos que evidencian su valor histórico. Está inscrito en la Lista del Patrimonio Cultural como edificio del siglo XVI, protegido por su estructura, su característico patio interior y sus soluciones constructivas.
Aunque el ático fue renovado recientemente y no se conservan elementos nobles originales como bóvedas de crucería en todas las estancias, la arquitecta se propuso preservar fragmentos auténticos de la mampostería para integrarlos en el diseño interior.
Distribución pensada al milímetro
Cuando los clientes visitaron por primera vez el apartamento, el espacio carecía de divisiones internas. El trabajo empezó prácticamente desde cero: solo existían las paredes exteriores.
En la planta superior, a la que se accede directamente desde la entrada, se concentran las zonas comunes: sala de estar, cocina y estudio en un espacio diáfano sin pasillos ni transiciones, buscando maximizar la amplitud y la luz. Un balcón parcialmente empotrado separa visualmente la cocina del salón. También se incluyó un baño de cortesía y una terraza, un lujo poco habitual en el casco antiguo.
La planta inferior está concebida como un espacio de descanso y privacidad, con dos dormitorios, dos baños, un dormitorio de invitados, un vestidor y un lavadero.
La huella del pasado, presente en cada rincón
Uno de los aspectos más distintivos del proyecto es la integración de elementos históricos en la decoración. “Intentamos conservar y mostrar los fragmentos de mampostería auténtica. No queríamos ocultarlos, sino que se convirtieran en protagonistas del espacio”, explica Masilionytė-Kakurė.
Durante el proceso, muchas decisiones se tomaron directamente en obra, evaluando junto a los clientes qué detalles arquitectónicos destacar. Así surgieron soluciones como nichos bajo las ventanas o la apertura de un fragmento del nuevo techo de hormigón, símbolo de la armonía entre lo antiguo y lo contemporáneo.




