Un abogado explica por qué no debes hacer esto cuando no tengas nada de trabajo y crees que nadie se dará cuenta
Firmar un contrato laboral implica un compromiso claro

Una entrevista de trabajo. / Weedezign

Firmar un contrato laboral implica un compromiso claro: el trabajador realiza las tareas acordadas y, a cambio, recibe un salario. Como explica el abogado laboralista Pascal Besselink, de la firma DAS, la base del contrato es sencilla: trabajar bajo la autoridad del empleador y recibir una remuneración. Pero, ¿qué ocurre cuando llega el verano, la actividad se reduce y apenas hay tareas que realizar?
La respuesta es directa. Aunque no haya trabajo disponible, la empresa debe seguir pagando el salario. Ese es un riesgo inherente a hacer negocios. Sin embargo, eso no significa que el empleado pueda quedarse en casa sin más. El jefe tiene derecho a exigir presencia en el centro de trabajo y, si es necesario, a asignar tareas temporales que resulten adecuadas al puesto.
En algunos casos, el empleador puede sugerir tomar vacaciones durante esos periodos de baja actividad. El trabajador no está obligado a aceptarlo, salvo que exista un cierre colectivo recogido en el reglamento de la empresa. Aun así, la práctica suele ser distinta: muchas veces ambas partes llegan a acuerdos, como enviar al empleado a casa utilizando solo parte de sus días de vacaciones o incluso abonando el tiempo sin exigir trabajo, a cambio de flexibilidad en épocas de más carga laboral.
Para Annemarie Nefkens, directora de recursos humanos en Visma Youserve, la clave está en planificar los meses tranquilos. Siempre hay proyectos que se quedan pendientes, ya sea papeleo atrasado, planes a largo plazo o ideas que nunca encuentran hueco durante el año. El verano, señala, puede convertirse en la oportunidad perfecta para darles salida.
La flexibilidad juega un papel esencial. Un empleador que se muestra comprensivo, permitiendo que un trabajador organice mejor su tiempo o incluso que se ausente parte del día, suele esperar la misma actitud cuando la carga de trabajo vuelva a aumentar. Como resume Besselink, “para bailar el tango se necesitan dos”.




