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Esto es lo que debes plantar después de las patatas para no desgastar el suelo

La patata es uno de los cultivos más habituales en los huertos

Geoparque Las Loras

La patata es uno de los cultivos más habituales en los huertos, valorada por su productividad y resistencia. Sin embargo, este tubérculo es también muy exigente. Tras la cosecha, deja un suelo desequilibrado, agotado en nutrientes y más vulnerable a enfermedades y plagas. Por eso, elegir qué sembrar después resulta fundamental para conservar la fertilidad de la parcela.

Durante su crecimiento, la patata consume grandes cantidades de nitrógeno, fósforo y potasio, sobre todo en la fase de tuberización. A esto se suma que remueve intensamente la estructura del suelo con sus raíces y las labores que exige (aporcado, riego frecuente, abonado). Además, favorece la proliferación de plagas como el escarabajo de la patata, los nematodos del quiste o los gusanos de alambre, y deja esporas responsables de enfermedades como la sarna común, el mildiu velloso o la rizoctonia.

Qué evitar tras la cosecha de patatas

Lo primero es no volver a plantar solanáceas en la misma parcela: tomates, pimientos, berenjenas y, por supuesto, patatas deben mantenerse alejados durante al menos tres años. Esto ayuda a romper los ciclos de parásitos y a reducir el riesgo de enfermedades.

Tampoco conviene sembrar cultivos muy exigentes como repollo, calabaza o maíz inmediatamente después de las patatas, a menos que el suelo haya sido enriquecido en profundidad con compost maduro y se haya dado un ciclo de reposo o de abono verde. Sembrar directamente en suelos agotados o mal aireados puede dar como resultado cosechas pobres y un deterioro progresivo de la salud biológica de la tierra.

Opciones para regenerar el suelo

La estrategia más eficaz combina rotación, descanso y complementación de especies.

  • Leguminosas como judías verdes, guisantes o habas son la mejor opción. Sus rizobios fijan nitrógeno atmosférico y lo devuelven al suelo, revitalizando la vida microbiana. Si no se busca cosecha, sembrar abonos verdes como arveja o tréboles permite cubrir la parcela, reducir la lixiviación y aportar nutrientes de forma natural.
  • Hortalizas de ciclo corto y baja demanda como escarola, endibia, espinacas, nabos o remolachas también funcionan bien. Aprovechan el nitrógeno residual dejado por la patata, protegen el suelo y permiten cosechas complementarias antes del invierno.

Eso sí, tras un cultivo de verano tan exigente conviene regar y mullir bien el terreno, ya que suele quedar seco y compactado.

Dar un respiro al huerto

A veces la mejor decisión no es sembrar de inmediato, sino dejar que la tierra “descanse”. Un ciclo de reposo o de abono verde puede actuar como una convalecencia necesaria, devolviendo nutrientes y reequilibrando la microbiota del suelo antes de introducir de nuevo cultivos exigentes.

 

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