Los científicos invierten 6 años en rastrear una gran migración de bisontes y descubren algo extraordinario

El bisonte, que estuvo al borde de la extinción en Norteamérica a finales del siglo XIX, vuelve a ser protagonista en el Parque Nacional de Yellowstone. Allí habita hoy una manada de unos 5.000 ejemplares que recorre cerca de 1.600 kilómetros al año en una de las migraciones más emblemáticas de la región.

Un equipo de investigadores de la Universidad Washington y Lee, la Universidad de Wyoming y el Servicio de Parques Nacionales ha dedicado seis años a seguir a estos gigantes con collares GPS, imágenes satelitales y experimentos de campo. Su conclusión, publicada en la revista Science, es clara: los bisontes están mejorando el ecosistema de Yellowstone.

Aunque los valles del parque puedan parecer sobrepastoreados durante la primavera y el verano, la realidad es muy distinta. “A medida que los bisontes se desplazan, amplifican la calidad nutricional de Yellowstone”, explica Bill Hamilton, profesor de biología. “El pasto que consumen vuelve a crecer con un 150 % más de nutrientes que en las zonas sin pastoreo. Esto enriquece toda la cadena alimenticia y apoya a otros herbívoros”.

El efecto es similar al que se produjo en el Serengeti cuando la población de ñus se recuperó. El pastoreo intensivo acelera el ciclo del nitrógeno en el suelo, aumentando la actividad microbiana y facilitando el crecimiento de plantas más vigorosas.

Jerod Merkle, de la Universidad de Wyoming, añade que la clave está en la libertad de movimiento. “El regreso de una migración de bisontes a gran escala aporta heterogeneidad al paisaje. Algunos lugares parecen prados rasurados y otros permanecen intactos, lo que crea un mosaico de hábitats que favorece la biodiversidad”.

En otras palabras, los bisontes no solo recuperan su lugar en Yellowstone, sino que demuestran que su migración libre es fundamental para mantener los ecosistemas sanos, diversos y resilientes.