Un padre joven se hace cargo de una granja de ovejas "más grande que Singapur" para mantener el legado familia
Este lugar se encuentra en Broken Hill, Australia
A unos 70 kilómetros al norte de Broken Hill, Australia, se encuentra Sturt’s Meadows Station, una vasta propiedad ganadera de más de 75.200 hectáreas—“un poco más grande que Singapur”, como bromea la familia Beven—. Allí, Sam Beven, de 33 años, se ha convertido en el responsable de una explotación que ha estado en manos de su familia durante generaciones.
En un contexto en el que cada vez son menos las granjas familiares que se heredan de padres a hijos, la historia de los Beven se perfila como un modelo de transición generacional. El año pasado, su padre, Randal Beven, le cedió oficialmente la gestión de la finca, aunque el relevo llevaba gestándose varios años.
“La cuestión de las granjas familiares se está volviendo menos común hoy en día, así que esperemos que podamos conservarla para esta generación y él pueda protegerla para la próxima”, comenta orgullosa Jo Beven, madre de Sam y enfermera de profesión.
En Sturt’s Meadows crían sobre todo ovejas dorpers y merinas, aunque también hay algo de ganado vacuno. Los padres de Sam aún viven en la estación, pero es él quien toma las decisiones y se encarga del día a día. Además, recientemente fue elegido presidente de la Asociación de Pastores de West Darling, convirtiéndose en una de las personas más jóvenes en liderar la organización en sus 118 años de historia.
“Papá siempre estaba trabajando mucho en la estación, pero siempre había tiempo para nosotros los fines de semana… enseñando con motos, cuidando ovejas y haciendo otras cosas”, recuerda Sam sobre su infancia, cuando él y sus hermanos vivían en Broken Hill durante el curso escolar y regresaban al campo los fines de semana y festivos.
Aunque la infancia de Sam estuvo marcada por caídas, moretones y alguna que otra travesura, fue en 2017 cuando sufrió su accidente más grave: chocó con su motocicleta contra una puerta de metal dentro de la propia finca. Gracias a la rápida actuación de su hermano, que es paramédico, y a un médico que insistió en trasladarlo a Adelaida, pudo recuperarse.
La transición formal se concretó hace un año, cuando Randal se jubiló a los 60 años, aunque mucho antes ya había cedido a su hijo el negocio de los dorpers. “Le vendí todos los dorpers a Sam para que tuviera una forma de generar ingresos y un punto de apoyo en la propiedad, lo que me dejó solo con merinos”, explica.
Los costes de las fincas en la zona son altísimos —entre 70 y 75 dólares por acre—, algo que, según Randal, dificulta que las nuevas generaciones puedan empezar desde cero. Por eso, cuando él sucedió a su padre, acordaron un precio y un alquiler fijo. En cambio, con Sam decidieron hacerlo de forma distinta: “Me pagó una cantidad de dinero, que era más, pero sin contrato de arrendamiento. Así tengo suficiente para vivir, pero él ya no tiene que pagarme el alquiler”, señala.
Eso sí, Sam asumió los pagos de arrendamiento que aún quedaban pendientes con los abuelos, porque —según Randal— “es una cuestión generacional”.
Ahora, con tres hijos pequeños y el cuarto en camino junto a su esposa Erin, Sam ha comenzado a preparar el terreno para la siguiente generación. Este año contrataron por primera vez a una institutriz, para lo que construyeron una casa y un aula en la propiedad. “Ha sido una bendición”, dice Sam. “Nuestro hijo mayor, Harvey, y el segundo, Duncan, pasan allí todo el día”.
Terry Smith, ex presidente de la Asociación de Pastores de West Darling, asegura que Sam está haciendo “un muy buen trabajo” al frente de la organización, que representa a cerca de 100 miembros de la región. “Tiene el control de los temas”, destaca. “Mucha gente del sector acude a la asociación con sus problemas, y eso se transmite a alguien como Sam y al consejo para encontrar una solución”.