El mega resort de lujo de 264 millones de euros que se quiere construir en uno de los lugares más sagrados de Egipto
Un proyecto ambicioso y no alejado de polémica

Monasterio de Santa Catalina, Monte Sinaí (Egipto) / Anton Petrus

Un proyecto de grandes dimensiones está en el foco internacional tanto para bien como para mal, porque aunque pone en liza las posibilidades para fomentar el turismo, también trae consigo una serie de controversias por su construcción e impacto. En Express destacan esta historia hablando de cómo el ambicioso "Gran Proyecto de Transfiguración" del gobierno egipcio está transformando la península del Sinaí (Egipto) en un destino turístico de lujo.
Se trata de un lugar sagrado donde los seguidores del islam, el judaísmo y el cristianismo creen que es donde Dios entregó a Moisés los Diez Mandamientos, y que ahora tendrá hoteles de lujo, zonas comerciales, un teleférico y un aeropuerto ampliado. Explican en el medio británico que se construirán 1.000 habitaciones de hotel, villas de lujo, ecoalojamientos, bazares comerciales, un centro de conferencias, un hospital de tratamiento herbal e incluso un teleférico que sube a la cima del Monte Sinaí, todo ello gestionado por cadenas hoteleras internacionales como Steigenberger y Marriott.
Todo este megaproyecto requiere de una inversión de alrededor de 265 millones de euros, el cual se lanzó en 2021 y está previsto que tenga más de 30 millones de visitantes cuando esté totalmente operativo en 2028. "Es regalo para el mundo entero y todas las religiones", decía el primer ministro Mostafa Madbouly a principios de este año, asegurando que se preservará toda la belleza natural de la región y fomentará un desarrollo sostenible para la aislada ciudad de Santa Catalina, sin embargo, hay muchos sectores que no están nada de acuerdo con esto.
Voces discordantes
Según apuntan en Express, hay muchas personas e instituciones que consideran que la pavimentación de caminos y el levantamiento de estos complejos de lujo en el valle bajo el Monte Sinaí pueden estar eliminando el estilo de vida centenario del lugar, de hecho, un informe de BBC deja de manifiesto que la visión del gobierno sobre un proyecto de unidad interreligiosa y progreso económico, no es tan así. Todo esto parte de la base de que la comunidad beduina tradicional jebeleya está sufriendo desplazamientos y ha visto cómo sus hogares y campamentos turísticos ecológicos han sido destruidos con escasa o nula compensación.
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Incluso estos 'Guardianes de Santa Catalina', como se les conoce, tuvieron que exhumar tumbas de un cementerio local para dejar el sitio a las nuevas construcciones. Ben Hoffler, escritor de viajes británico que ha trabajado con tribus de la península del Sinaí, habló con BBC y manifestó que "este no es un desarrollo como lo ven o lo pidieron los jebeleya, sino como se ve cuando se impone desde arriba para servir a los intereses de los forasteros por sobre los de la comunidad local", porque es un mundo urbano del que siempre quisieron mantenerse alejados y del que no han podido decir nada sobre su construcción.
Entretanto, la zona alberga el Monasterio de Santa Catalina, el monasterio cristiano en funcionamiento continuo más antiguo del mundo y declarado Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO, organización que pidió a Egipto que detuviera la construcción para evaluar el impacto ambiental y cultural, pero no tuvo suerte. Por su parte, hace un par de meses, el grupo de vigilancia World Heritage Watch instó a la agencia de la ONU a incluir a Santa Catalina en la Lista del Patrimonio Mundial en Peligro, escriben en Express, con su presidente alzando la voz contra el gobierno egipcio.
"Egipto ha seguido proporcionando información engañosa, inconsistente o incompleta a la UNESCO, y ya es hora de que la UNESCO deje muy claro que se le está agotando la paciencia. La lejanía y la serenidad de la zona, un valor clave del Patrimonio Mundial, deben preservarse en toda circunstancia para mantener el carácter sagrado del paisaje y permitir el retiro espiritual de los monjes", apuntaba con dureza Stephan Doempke, presidente de World Heritage Watch.




