Los científicos afirman haber dado un paso crucial para recuperar al extinto dodo pero hay un riesgo moral

Desde hace más de tres siglos, el dodo ha simbolizado la extinción. Esa ave torpe, frugívora y sin alas funcionales desapareció por completo tras la llegada del ser humano a la isla de Mauricio. Hoy, su imagen adorna libros de biología como ejemplo de lo que puede pasar cuando el equilibrio natural se rompe… pero podría volver. Y no es ciencia ficción.

Una empresa de biotecnología llamada Colossal Biosciences, con sede en Texas, asegura estar más cerca que nunca de lograr lo impensable: traer de vuelta al dodo. Esta compañía, conocida por sus ambiciosos proyectos para revivir al mamut lanudo o al lobo terrible, ha anunciado un avance clave en su plan de “desextinción”: por primera vez, han logrado cultivar células germinales primordiales de paloma, los precursores de los óvulos y espermatozoides. Y eso, según sus expertos, abre la puerta para recrear genéticamente un dodo… o algo muy parecido.

No se trata solo de un ejemplar aislado para mostrar en un zoológico. La intención de Colossal es reintroducir miles de dodos en su hábitat natural. Para ello, han desarrollado pollos modificados genéticamente que funcionarán como sustitutos: aves que albergarán en su interior las células germinales de las palomas de Nicobar, los parientes vivos más cercanos al dodo. A partir de ahí, con edición genética y algo de paciencia, esperan obtener nuevas generaciones de estas aves perdidas.

Ben Lamm, director ejecutivo de la empresa, lo deja claro: el objetivo es repoblar Mauricio con dodos capaces de vivir en libertad. Están trabajando ya con organizaciones conservacionistas para localizar espacios sin ratas ni depredadores donde estos animales puedan desarrollarse sin amenazas. “No estamos hablando de dentro de veinte años. Creemos que podría ser posible en cinco o siete”, asegura.

Pero no todo el mundo celebra el proyecto con entusiasmo. Varios científicos advierten que la genética no es suficiente para reconstruir a un animal extinto. Leonardo Campagna, del Laboratorio de Ornitología de Cornell, recuerda que desconocemos muchos detalles esenciales sobre el dodo: su comportamiento, su metabolismo, cómo interactuaba con su entorno. “Puedes hacer que se parezca, pero… ¿será realmente un dodo?”, se pregunta.

Otros van más allá. Rich Grenyer, biólogo de la Universidad de Oxford, teme que la desextinción sea una “distracción peligrosa” en un momento en que millones de especies reales y vivas están en peligro por causas bien conocidas: destrucción del hábitat, cambio climático, contaminación, caza furtiva. Para él, estos proyectos pueden desviar recursos y atención de lo verdaderamente urgente.

Aun así, Colossal no deja de atraer inversores y atención mediática. Hace solo unos días, anunciaron una nueva ronda de financiación de 120 millones de dólares que eleva el valor de la empresa a más de 10.000 millones. Entre sus mecenas están figuras como Paris Hilton, Tom Brady, Tiger Woods o el cineasta Peter Jackson, que participa en otro de sus proyectos: el de devolver a la vida al moa, una gigantesca ave extinta de Nueva Zelanda.

Beth Shapiro, científica principal del proyecto y reconocida paleogenetista, habla del proceso con emoción. Lleva un tatuaje del dodo en el brazo y ha trabajado durante un año editando aves, una tarea considerablemente más complicada que hacerlo con mamíferos. “No vamos a soltar miles de dodos de golpe”, advierte. “Será algo cuidadoso, gradual y con muchísima observación”.

Lo cierto es que la idea de volver a ver a estas aves caminando por los bosques de Mauricio suena tan romántica como polémica. ¿Estamos ante el inicio de una nueva era para la biología? ¿O simplemente jugando a ser dioses sin saber muy bien las consecuencias?