Una eminencia en felicidad revela las 10 pequeñas reglas que son clave para una vida feliz y sencilla
Muchas de estas lecciones se resumen en frases breves capaces de provocar un cambio de mirada
La psicóloga Begoña Martínez afirma: "Nos falta aceptación personal". / Cedida
Tras más de doce años investigando la felicidad y la naturaleza humana, una eminencia dedicada a este ámbito ha reunido lo que llama sus “Secretos de la adultez”: enseñanzas sencillas que, con el tiempo, se han convertido en guías para vivir de manera más plena y confiada.
Según explica, muchas de estas lecciones se resumen en frases breves capaces de provocar un cambio de mirada. Como recuerda un viejo refrán que lo inspira: “Cuando el alumno está listo, aparece el maestro”.
Para él, la clave está en el equilibrio: “Para ser más feliz, hay que tener autocompasión y aceptar los propios límites, pero también buscar crecer y salir de la zona de confort”.
Ideas que marcan la diferencia
En sus reflexiones, la autora comparte ejemplos concretos:
- “Procrastinar el trabajo suele ser solo investigación innecesaria”. Puede parecer esfuerzo, pero si no acerca a los objetivos, es una forma de holgazanear.
- “La constancia pesa más que la intensidad”: caminar veinte minutos casi todos los días vale más que una caminata de una hora una sola vez al mes.
- Como escritor, suele repetirse: “Si intento ser tan suave que nadie pueda objetar mis palabras, acabaré escribiendo un texto monótono”.
- Frente al perfeccionismo, aconseja no bajar estándares, sino “trabajar la ansiedad que lo provoca”.
- Sobre el reconocimiento: “Mucha gente se sorprende de que no valoren su esfuerzo, pero el problema es que nadie sabe lo que están haciendo”.
- Y recuerda que “al evitar el fracaso también evitamos los riesgos y desafíos que conducen al éxito”.
Una cuestión de perspectiva
La resistencia al cambio, dice, siempre ha existido. Basta recordar que “la escritura fue denunciada por temor a que debilitara la memoria”, que “los viajes en tren se rechazaban porque se pensaba que dañaban el cerebro” o que “las postales se criticaban por promover la frivolidad”.
El tiempo y la naturaleza personal
También confiesa que ha llegado a sentirse abrumado durante una semana por retrasar un simple correo que, al final, “solo tardó veinte segundos en escribir”.
Y sobre la productividad, insiste en aceptar la forma de trabajar de cada uno: “En lugar de intentar ser madrugador, haz tu trabajo más exigente al final del día si es cuando rindes mejor”. Lo mismo con los estilos: algunos son maratonistas que avanzan poco a poco; otros velocistas que florecen bajo presión. La conclusión es clara: “No luches contra tu naturaleza, aprende a trabajar con ella”.