Le quedaban 32 toneladas de patatas que nadie quería y tiene una idea que crea colas y colas de coches
El rechazo que se convirtió en una oleada de solidaridad

Patatas / wulingyun

La agricultura es primordial para el buen funcionamiento de la sociedad, porque por más que nos obnubilemos con el glamour de los artículos modernos y tecnológicos, sin el sector primario y los productos de primera necesidad no podríamos sobrevivir. Es importante que se apoyen estas disciplinas que son un motor fundamental del mundo, nos dan de comer y eso es lo primordial, aunque a veces entran en juego algunos factores que se olvidan de todo esto y solo se mira el rendimiento y lo superficial.
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Jan Ryser, un agricultor afincado en Golaten, situado en el cantón de Berna (Suiza), pudo experimentar cómo el mercado ha degenerado de tal manera que lo visual se pone por delante de la calidad. Y es que este hombre vio cómo los mayoristas rechazaron toda su cosecha argumentándole que tenía "defectos estéticos", como recoge Gazzetta. Y no era una cantidad desdeñable, sino que se trataba de unas 32 toneladas de patatas que según las empresas no eran lo suficientemente bonitas para estar presentes en los estantes de los supermercados.
Eran meses de arduo trabajo y dedicación que parecía que se quedaban en nada, pero Jan no se vino abajo y buscó una solución para poder dar salida a su producto. La decisión que tomó fue la de abrir su granja al público ofertando bolsas de 10 kilogramos de patatas a un precio de 10 francos suizos (alrededor de 10,80 euros). Era una buena oferta, pero nunca esperaba que tuviera el éxito que alcanzó al final, y no fue solo por el valor monetario que le había puesto a sus patatas.

El tubérculo más querido del mundo: la patata
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Venta sin parar
Después de poner el anuncio y que llegar a los vecinos, vio cómo cientos de personas se ponían a hacer cola en su granja, pero no solo lo hacían por el simple hecho de adquirir el producto, sino como una forma de manifestación contra el desperdicio de alimentos, como se ha mencionado e informaba 20-Minuten. Ryser estaba sobrepasado con tanta solidaridad y se encontró cómo, de repente, junto con sus ayudantes estaba cargando las bolsas en los maleteros de los innumerables coches que se habían acercado por allí. Fue tal la respuesta, que en unas horas vendió casi toda la cosecha.
"Vendimos 22 toneladas y recibimos más de 1.800 pedidos de sacos de 10 kilos", comentaba el agricultor al medio antes mencionado, mostrando su total agradecimiento y estupefacción por lo sucedido: "Estoy profundamente agradecido. No esperaba tal respuesta. Es conmovedor ver cuánta gente nos apoya a los agricultores". De hecho, en 20-Minuten afirman que hubo personas que se llevaban los sacos a espuertas, llegando uno de los clientes a comprar centenares de kilos de una tacada.
Ese fue el caso de Bernard, quien compró 100 kilos de patatas para él y para siete vecinos, sintiéndose orgulloso de que "al menos así ayudamos a alguien que se lo merece", denunciando también que "es una pena que los supermercados tiren los productos de los agricultores por tonterías". De esta forma, lo que parecía un varapalo y un trabajo perdido, se convirtió en una oleada de solidaridad, denuncia y esperanza, todo propiciado por las feas patatas de Jan Ryser.




