Este perrito espera cada mañana en el bar a que regrese su dueño: nadie le ha comunicado lo que le ha ocurrido
Una historia que ha conmovido a todo un pueblo

Ilustración dueño y perro / Malte Mueller

Giorgio es un perro mestizo de 12 años que fue adoptado hace tiempo en un refugio de la localidad de Mirandola (Italia), y desde entonces construyó un fuerte vínculo con su dueño. Disfrutaban de paseos, se daban compañía constante y adoptaron pequeñas rutinas en su vida cotidiana que forjaron una amistad inquebrantable. Por desgracia, todo esto se cortó por lo sano cuando hace poco el hombre falleció, no pudiendo continuar con ese maravilloso día a día que tenían. Aunque su perro no ha abandonado ese hábito compartido. Cada mañana repite el mismo trayecto que hacían en Scortichino, en la provincia italiana de Ferrara.
Más información
Todos los días, a las 7:30 horas, el can sale de casa, recorre las calles del pueblo que tantas veces ha andado con su dueño y va a parar a su sitio de costumbre: el bar del pueblo. Ese era el destino al que solían ir hasta que el hombre desapareció y él sigue entrando allí, se dirige a la mesa donde se sentaban siempre y se acurruca junto a la silla donde su compañero se colocaba siempre. Allí permanece sin hacer ruido durante unos 20 minutos, sin pestañear y con la mirada llena de esperanza de que aparezca su dueño. Sin embargo, pasado ese tiempo, se marcha resignado y solo a su casa.
Esta muestra de lealtad ha conmovido a los dueños y clientes del bar, que presencian esta rutina cada día con ternura y tristeza, recordando todos aquellos momentos felices que pasaron esos dos buenos amigos. Los más habituales recuerdan a Giorgio siempre al lado de su dueño mientras este tomaba café, leía el periódico y conversaba con amigos, como recogían en La Stampa (https://www.lastampa.it/la-zampa/2025/11/20/news/giorgio_cane_scortichino_bar_hachiko-424992497/), pero no solo la gente de este establecimiento se ha dado cuenta de lo que pasa, sino que ya los vecinos del pueblo también lo han hecho, porque ya no es algo puntual, como parecía al principio, sino que e perro no falta ningún día a este ritual.
Esto ha desatado una ola de amor hacia él detonada por su fidelidad, llegando a ser acompañado por algunas personas unos metros en su trayecto, acariciándole y saludándole, aunque nunca interfiriendo en su importante camino que le deja aún unido a su compañero humano. Tanto se ha extendido esta historia que ya le llaman "el nuevo Hachikō italiano", aquel que estuvo durante años yendo a la estación de tren donde siempre recibía a su dueño, que también falleció. Como vemos, la lealtad de estos animales permanece intacta pase lo que pase.

Una conducta no tan extraña
Los voluntarios del refugio donde estaba Giorgio, que tienen amplia experiencia en bienestar animal, explicaban que comportamientos como este no son tan raros cuando una mascota pierde a su referencia humana, lo que les sume en dolor y confusión ante la ausencia y la imposibilidad de comprender la muerte. Todo esto puede llegar a generar cuadros acusados de estrés, tristeza o depresión, por lo que pueden empezar a adoptar rutinas para paliar todos estos síntomas.
En este caso, la rutina diaria de Giorgio sería como un paliativo emocional disfrazado de esperanza, aunque esta no se materializará. Por ahora, nadie sabe cuánto tiempo seguirá este ritual y si algún día dejará de acudir al bar o si aprenderá a aceptar la ausencia de su amigo, pero lo que sí que ha dado a todos es una lección de cómo el amor incondicional es posible, conmoviendo los corazones de todo un pueblo y aquellos que han conocido su historia.




