Luana, joven camarera de 20 años: "De 7 de la mañana 1 de la madrugada por 4 euros la hora, lo hacía para poder estudiar"
Su sacrificio laboral le ha dejado muchas enseñanzas

Camarera / miodrag ignjatovic

Esta es la historia de Luana, una chica que comenzó a trabajar a los 15 años para ayudar a sus padres con sus gastos escolares, que se convertían en una auténtica odisea cada año cuando tenía que adquirir los nuevos materiales, pagar matrícula y hacerse con los libros requeridos. Sus ganas de seguir estudiando hicieron que se buscara un empleo como camarera en un restaurante en la costa de Brindisi (Italia), algo que creía que iba a ser temporal pero que terminó siendo una rutina que se alargaría cinco años... con condiciones nada favorables para ella.
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Comentaba en La Repubblica que "era el 'mejor' local de la zona", o "al menos así parecía" a simple vista. Porque el problema no era la calidad del producto o el servicio, sino los interminables turnos que hacían que llegara a trabajar hasta 18 o 20 horas diarias, en jornadas que comenzaban a las 7:00 de la mañana y se prolongaban hasta media noche. Todo sin casi descanso y a destajo. Y quizá podríamos pensar que esto le reportaría muchos ingresos, pero al parecer cobraba unos cuatro euros la hora y "en negro". Todo ello se volvía aún peor en verano.
Luana explicaba que en temporada alta tenía que hacer dobles turnos, que empezaban temprano por la mañana y terminaba cuando se despejaba la última mesa, normalmente a la 1:00 de la madrugada. Un abuso por el que pasaban los trabajadores porque "si no aceptabas esos turnos, no te volvían a llamar", y si reclamabas tus derechos te ponían la etiqueta de persona conflictiva, lo que hacía que tuvieras aún peores condiciones y labores. Además, para disfrazar esa explotación, se inventaron una serie de mecanismos de lo más manipuladores.
En ocasiones la hacían ir a trabajar un poco más tarde, a las 10, porque de esta forma no tendría que hacer turno partido y se justificaba como uno solo... sí, pero era de 14 horas sin descanso y lo peor era que se lo pagaban como si hubiera sido uno normal, sin horas extra. Después de llevar allí unos años, Luana se atrevió a reclamar, pero su licha solo le sirvió para que le dieran cinco euros más a la semana que también se daba sin declarar. Un auténtico infierno laboral que, sin embargo, la chica recuerda con algunas cosas buenas.
Abuso, pero con brotes
La joven ahora tiene 20 años y estudia Ciencias de los Servicios Jurídicos en la Universidad de Bari, habiendo dejado atrás todo eso. Se llevó muchas horas de trabajo y abusos, pero asegura que pudo guardar algo de dinero que ahora le ha servido para poder alquilar una habitación. Según explicaba a La Repubblica, calcula que una temporada de trabajo podía ahorrar unos 3.300 euros, justo lo que le cuesta a un año de alquiler en la ciudad italiana, pero está muy segura de que nunca más volverá a tolerar todo lo que pasó.
Los valores que dice estar aprendiendo en su vida universitaria le han hecho convencerse aún más que ya no está dispuesta a volver a someterse a condiciones tan duras, injustas e ilegales, porque aunque le ha ayudado a "mantener este alojamiento", no va a "volver a aceptar esa lógica de explotación", que es una auténtica pérdida de derechos y dignidad como trabajadores. Porque no siempre el fin justifica los medios y tragar no es el camino para conquistar nuevas libertades.




