Pu Yi

Pamplona

La intriga es al palacio lo que el agua al río. Parece que sin una no hay otra.

Hay multitudes de historias de intrigas palaciegas pero quizás la más vistosa es la que filmó Bertolucci en 1987 en Pekín; el último Emperador.

La historia de un niño, último emperador de China, encerrado en la Ciudad Prohibida, que por algo tenía ese nombre. Lo que ocurría dentro no lo conocía nadie fuera. El ejemplo más claro de la separación entre la realidad del gobernante y la de las personas gobernadas.

Bien, pues en el Parlamento gusta mucho recordar a Pu Yi.

Sale hoy Esparza a defender la posición de Geroa Bai dentro del gobierno de María Chivite sin que nadie, a priori, en Geroa Bai, le haya pedido su ayuda o siquiera se haya quejado en público sobre la puesta en marcha del INI, parte del acuerdo entre Palacio de Navarra y EH Bildu para los presupuestos. ¿Líos entre emperadores y mandarines?

Pu Yi incluso llegó a quedarse encerrado en esa ciudad prohibida de Pekín pese a ya no ser emperador y haber triunfado la revolución de Mao, que le quitó el trono sin que siquiera él se llegara a enterar. Jaulas de oro que hacen que el gobernante y sus cortes pierdan el contacto con la realidad que hoy, desde luego, está lejos de las intrigas palaciegas.