La Mano de Irulegi: el vascónico ya se hablaba en Navarra en el siglo I a.C.
Se ha hallado una lámina de cobre, en forma de mano derecha de mujer, con varias palabras inscritas, pero solo una reconocible: Sorioneku.
Descubrimiento vascónico en Irulegui, Navarra
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Pamplona
Pesa 35,9 gramos, tiene 14,3 centímetros de altura, un grosor de un milímetro y, a pesar de su tamaño, ha revolucionado el debate sobre el origen del euskera y la cultura del pueblo vascón. Es la denominada Mano de Irulegi, una lámina de bronce recortada con la forma de una mano derecha y con una perforación en un extremo que indica que estuvo colgada, con los dedos hacia abajo. Es similar a una mano pequeña de mujer, subraya la restauradora Carmen Usúa, quien se encargó de la limpieza. En el dorso se puede apreciar la forma de las uñas, aunque lo más relevante es la pequeña inscripción de cuatro líneas y 40 signos. Es el vestigio más antiguo de la lengua vascónica -que no vasca- que se ha hallado hasta ahora y data del primer tercio del siglo I a.C. Se encontró en junio de 2021 en el yacimiento arqueológico de Irulegi, en el Valle de Aranguren, a 8 kilómetros de Pamplona (Navarra). Es un hallazgo muy relevante, no solo porque se trata del documento más antiguo de la lengua vascónica, sino porque también es el más extenso. Confirma además el uso del vascónico antes de la llegada de los romanos, hace más de 2.000 años, en lo que hoy es la Comunidad Foral de Navarra. No solo eso, ratifica que el pueblo vascón utilizó la escritura, una cuestión en duda hasta hace unos años.
El yacimiento arqueológico del poblado en el que se ha encontrado la pieza está situado a 893 metros de altitud, en el monte Irulegi, en una posición privilegiada desde una perspectiva defensiva, puesto que se controla visualmente la Cuenca de Pamplona y la de Aoiz-Lumbier. Los trabajos de excavación están siendo realizados por la Sociedad de Ciencias Aranzadi, a instancias del Ayuntamiento del Valle de Aranguren, que promueve la labor desde 2007, y que cuenta además de con fondos propios, con la subvención del Gobierno foral.
El poblado de Irulegi estuvo habitado entre los siglos XV y XI a.C. y hasta el siglo I a.C. y funcionó como nexo de unión y punto de control de las rutas que se dirigían hacia el Ebro -sur-, el Cantábrico -norte- o Aquitania y la Galia –este-. Su localización permite intuir la enorme relevancia que adquirió el poblado como eje vertebrador de la zona y entender por qué fue atacado y reducido a cenizas por los romanos en el contexto de las guerras Sertorianas (82-72 a.C.), el antecedente de la primera guerra civil de la República romana.
El hecho de que el poblado fuera incendiado –se desconoce si fue atacado por los sertorianos o los pompeyanos- ha sido clave para que hoy en día se haya podido anunciar el descubrimiento de la mano. Así lo apunta el director de la excavación arqueológica, Mattin Aiestarán, quien ha señalado que “el poblado se incendió, los muros y la techumbre cayó y debajo quedó sellada y en posición primaria toda una serie de objetos cotidianos y elementos que responden a su ubicación original”. Ello ha permitido la conservación excepcional de numerosos objetos. De hecho, la mano fue hallada en lo que se cree que es el vestíbulo de una vivienda y, justo al lado, se encontraron restos óseos de animales, que han permitido también datar el hallazgo de una forma más concreta.
La mano fue extraída por la arquitecta y socia de Aranzadi, Leire Malkorra, que en aquel momento no pudo apreciar ninguna inscripción ni ornamento porque la lámina estaba cubierta de sedimentos. No se llegó tampoco a entender su utilidad. De hecho, como anécdota, la hipótesis principal que se barajó en un inicio es que se trataba del aplique de un casco. Es decir, de un elemento ornamental como los que aparecen, por ejemplo, en los dibujos de Astérix y Obélix, señala Berta Balduz, restauradora del Gobierno foral. Al ser una pieza metálica, se calificó de singular y se procedió a su limpieza superficial. Fue entonces, en enero de 2022, cuando la técnica restauradora Carmen Usúa descubrió las letras.
Los expertos encargados del análisis de este texto, el catedrático de Filología Latina, Javier Velaza, y Joaquín Gorrochategui, lingüista especializado en lenguas paleohispánicas y en los orígenes del euskara, coinciden en que esta inscripción certifica que la lengua vascónica fue empleada hace más de 2.000 años -en el siglo I a.C.- en lo que hoy es la Comunidad Foral de Navarra. A pesar del pequeño tamaño de la pieza, que facilita su transporte, Velaza descarta que fuera importada por algún foráneo por dos motivos: "El primero es de origen arqueológico. La pieza fue clavada en la puerta de una casa. Eso significa que tiene que estar escrita en la lengua que se hablaba aquí, no puede estar escrito en una lengua extranjera. El segundo es un argumento del orden de la escritura. El texto tiene un signo especial que no existía en el signario ibérico y que crearon los vascones para escribir su lengua, que también conocemos por dos monedas acuñadas en este mismo territorio. Por desgracia no sabemos en qué ciudades fueron acuñadas, pero sí que fue en territorio vascón”. Ese signo que sustenta la hipótesis de que es un subsistema gráfico especial es la T [t mayúscula], que hasta ahora solo se había constatado, como señala Velaza, en dos leyendas monetales. Así, se ratifica también que la t fue empleada también fuera de la epigrafía oficial. En otras palabras, que parte del pueblo vascón se alfabetizó, aunque es imposible conocer la extensión de esa educación. Además, en el texto aparecen dos letras vibrantes que no existen en el signario celtibérico, pero sí en el ibérico, por lo que la principal hipótesis es que los vascones adoptaron el signario ibérico y lo adaptaron a su lengua. Eso sí, se desconoce cuándo y cómo lo hicieron. Esta característica es especialmente relevante, si tenemos en cuenta que hasta hace pocos años se creía que el pueblo vascón no había desarrollado su escritura. Una hipótesis que ya queda rechazada, no solo por la aparición de la Mano de Irulegi, también por el descubrimiento de otros epígrafes -cuya atribución sigue siendo debatida-, como son el bronce de Aranguren o el mosaico de Andelo.
En el texto no se ha podido identificar ningún nombre de persona y no se puede descartar que contenga el de alguna divinidad, pero sí hay una palabra que ha llamado la atención de los expertos. Es la primera, “Sorioneku”. Resulta llamativa por su similitud con el vocablo vasco “zorioneko” (buena fortuna), que puede encontrarse en el léxico actual. Esta hipótesis, unida al hecho de que estuviera colgado en una de las viviendas, invita a pensar que es un texto que invoca a la buena suerte.
Además, la Mano de Irulegi es excepcional por otros motivos. En primer lugar, por el soporte: está hecho en bronce y no en plomo, como es habitual en el mundo vascón. Asimismo, esta pieza es también singular por el método con el que se grabó la lámina. Se marcaron en primer lugar tres líneas de pautado, sobre los que se esgrafiaron los signos, que luego fueron marcados mediante la técnica de punteado, resiguiendo los trazos. Este procedimiento doble era desconocido hasta el momento en las inscripciones paleohispánicas punteadas y es muy excepcional también en la epigrafía latina.