
La pildora de Leila Guerriero
La periodista argentina se aproxima mediante la palabra a un presente distópico
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'La pena y la nada', por Leila Guerriero
'Todo lo que estaba mudo, muerto, revivió y corcoveo bajo ese látigo infame y me dije que ya estaba bien, que había que moverse y afilar el hacha, y encender el fuego'
20/09/2020 | 03:11
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00:00:0003:11'Diez años sin Fogwill', por Leila Guerriero
"Decir que era políticamente incorrecto es insultarlo. Es como decir, de un asesino serial, que tiene un problema de conducta. Pensaba en picado. Sin opción a eyectarse antes de chocar"
13/09/2020 | 04:33
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00:00:0004:33'La calma', por Leila Guerriero
"Caminé hacia la calma con convicción y voluntad guerrera, susurrando la melodía del recogimiento, repitiéndome en silencio los virtuosos versos de la alegría, deslizándome por las horas gloriosas de la ausencia de martirio".
06/09/2020 | 04:54
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00:00:0004:54'Predadores', por Leila Guerriero
El miedo tiene muchas formas. La más exitosa combina dos vertientes: una concreta y otra fantasmal. El resultado es un miedo absoluto que hace que, aún cuando el individuo no esté sometido a la situación que le infunde terror, continúe aterrado por amenazas fantasmales de diversa índole. Por ejemplo, frases del tipo: “Si contás lo que sucedió, te van a pasar cosas horribles a vos o a tu familia”. El individuo no sabe cuáles son las cosas horribles que podrían pasarle, pero no logra salir del círculo del miedo: el componente fantasmal ocupa hasta el último resquicio de su razón. Sobre todo si el individuo tiene tres o siete o doce años. No hay manuales para infundir un miedo de esta categoría, pero los predadores sexuales de niños parecen tener las instrucciones tatuadas en los genes. El abuso sexual infantil sólo puede ejercerse porque, entre el abusado y el abusador, hay una relación asimétrica: de edad, de experiencia, de poder. En este mismo momento, miles de chicos están encogiéndose en sus cuartos porque escuchan los pasos de su predador acercarse por el pasillo. Y no pueden hacer más que eso, encogerse y esperar, paralizados por el miedo fantasmal que amenaza con que algo terrible sucederá si hablan, si cuentan que papi o el abuelo o el tío o el profesor les hacen tal cosa. Pero se pone peor: porque, de hecho, es posible que ya hayan hablado, que le hayan contado lo que sucede a mami o a la maestra o a la abuela. Y es posible que mami o la maestra o la abuela no les hayan hecho mucho caso, o les hayan ordenado callarse para evitar que la policía se lleve a papi de casa, o les hayan sugerido no decir nada si no quieren ser el hazmerreír del colegio. Acaba de estrenarse en Netflix el documental Gimnasta A que relata cómo el médico Larry Nassar abusó de cientos de niñas y adolescentes del equipo nacional de gimnasia de Estados Unidos, y la forma en que entrenadores y federativos del comité olímpico hicieron caso omiso de las denuncias en contra de Nassar, que datan de 1997.
04/07/2020 | 04:13
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00:00:0004:13'Días de oro', por Leila Guerriero
Me encantan los días como el de hoy. Son pocos y transcurren en un estado de plenitud violenta, de beatitud levitada, con una belleza que, apenas comienza, engendra su fin. Porque hay algo inaceptable en esta súbita capacidad de percibirlo y entenderlo todo -las hormigas y el asfalto, las macetas y los hombres-, como si se tuviera una lucidez inhumana. Es un estado que se desvanece rápido, un súperpoder, un borde peligroso: un paso más allá están la psicosis, la locura, el extravío en una lisergia incivil, irreversible. En estos días nada está bien ni mal: las cosas son, ejercen de ser las cosas, sólo hacen su trabajo. Se comprende lo que nunca se ha comprendido y todo parece conectado por una lógica matemática, una fecundidad fría. Hoy, desde temprano, el cielo estuvo gris y gélido. Parecía no el cielo sino la pampa, un sitio para perderse y no volver, para hacer poesía o hundirse en la tierra o mirar un arroyo. No se podía dejar de mirar, el parpadeo parecía un desperdicio. Mi cabeza estuvo todo el día brillante como una pista de hielo, y desde allí yo traccionaba ideas a la superficie como quien saca un pez tras otro, con esa tensión que comienza debajo del agua y se esparce por el brazo como una llamarada: el recuerdo de que se está arrancando algo con vida. El trabajo pendiente iba cumpliéndose de a poco, como maíz que entra en un molino y sale transformado en otra cosa. No había llamadas telefónicas, sino voces lejanas que decían cosas encantadoras y banales que me importaban poco. No había urgencias, sino cuestiones mundanas que contemplaba con una calma acuática y que resolvía en un instante. Todo tenía un orden hecho de luz. Nadé en el día como aquel verso de Juan L. Ortiz, que dice: De pronto sentí el río en mí, corría en mí con sus orillas trémulas de señas, con sus hondos reflejos apenas estrellados. Corría el río en mí con sus ramajes. Era yo un río en el anochecer, y suspiraban en mí los árboles, y el sendero y las hierbas se ap
27/06/2020 | 03:35
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00:00:0003:35'Morir y volar', por Leila Guerriero
Decía que, si uno lo deseaba con suficiente fuerza, podía volar. "¿Volar en avión?", preguntaba yo. "No, respondía él, "Volar como un pájaro"
20/06/2020 | 03:35
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00:00:0003:35'Los extraños', por Leila Guerriero
"A veces siento que si dejara de aferrarme a una rutina de trabajo de catorce horas, sin feriados ni descansos, y me rindiera a la nada o a la holgazanería, sería una máquina de pensar estupideces"
13/06/2020 | 03:40
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00:00:0003:40'Casa Patas, o la nostalgia de lo que no se conoce', por Leila Guerriero
En todo este tiempo me he preguntado por qué los gobiernos no toman medidas urgentes para apoyar eso que llamamos "la cultura", ese mundo del que forman parte las personas que hicieron que el encierro impuesto por causa del virus resultara menos agobiante
09/06/2020 | 03:43
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00:00:0003:43UN CURSO PARA OLVIDAR
21/12/2025 | 00:00
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