
La columna de Almudena Grandes
La escritora nos acompaña cada viernes para aportarnos una reflexión sobre lo que ocurre en la sociedad en la que vivimos.
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Un crimen
Una madre obsesionada por el bienestar de su hija. Una chica estudiosa e influenciable que se arrima al poder para prosperar. La decepción que, con tanta frecuencia, suele fustrar esta clase de cálculos. La negra sombra de los celos en el horizonte y una pistola, la metálica caricia de la muerte en la palma de la mano, esa repentina sensación de poder y el odio, la turbia serenidad que nace de la identificación del infortunio propio con la prosperidad del enemigo, el frenesí de la venganza. Algunas cosas son tan viejas como el mundo. Otras no. El asesinato de Isabel Carrasco podría haber sido obra de William Shakespeare, y antes que suya, del propio Sófocles. Sin embargo, y aunque cumple con todos los requisitos de una tragedia clásica, las reacciones a este suceso han resultado novedosamente lamentables. No me refiero a las redes sociales porque, en este caso, el medio no afecta al mensaje. Celebrar la muerte de un ser humano es una acción injusta, macabra, inmoral y, al igual que la venganza, vieja como la Humanidad. Pero que los responsables del partido de Carrasco y, por cierto, del de su asesina, hayan intentado enturbiar una campaña electoral dividiendo la responsabilidad de un crimen entre sus opositores, representa una estrategia nueva y miserable. Que cargos públicos relevantes hayan presentado a desahuciados, a preferentistas, a los parados y a quienes les defienden, como odiadores causantes de una presunta ira social, es pura violencia política. Los jueces que investiguen la incitación al odio a propósito de este caso, deberían tenerlo en cuenta.
16/05/2014 | 01:21
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00:00:0001:21La esclavitud
Todos los hemos visto. Neones intermitentes brillando a un lado o al otro de la carretera, misteriosos locales comerciales con una puerta siempre cerrada y un timbre al lado, extraños moteles de nombre anglosajón en las circunvalaciones de las ciudades. Todos las hemos visto, mujeres jóvenes o no, atractivas o ni siquiera, siempre muy maquilladas, con los muslos al aire, tiritando de frío en invierno y de miedo en todas las estaciones. Todos lo sabemos, los ciudadanos corrientes y los jueces, los legisladores, los policías, sus clientes y quienes jamás han recurrido a sus servicios. Todos. Unos canallas, criminales, malvados, fanáticos, y en último lugar, islamistas -porque monstruos semejantes profesan otras o ninguna religión-, secuestraron el mes pasado a 223 adolescentes nigerianas, alumnas de un internado. Por atreverse a estudiar, van a ser, o han sido ya, vendidas como esclavas sexuales a las mafias que trafican con mujeres. Ese será también el destino de las 8 niñas a las que raptaron hace unos días en el noroeste de Nigeria. El mundo se ha estremecido de horror con toda justicia, pero yo me pregunto... ¿y las demás? ¿Qué pasa con las 12.000 mujeres que, según la policía, están siendo explotadas en España hoy mismo? ¿Cómo podemos convivir a diario con su terror, con la atroz barbarie de la esclavitud instalada en la puerta de nuestra casa? La próxima vez que distingan un neón de colores a un lado de la carretera, recuerden a estas niñas. Tal vez, una de ellas esté llorando, temblando de miedo al otro lado de la puerta.
09/05/2014 | 01:21
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00:00:0001:21Buenas noticias
La oposición entre la realidad y el deseo determina el rumbo de los acontecimientos. El gobierno ha decidido que hemos salido de la crisis y es capaz de agarrarse a un clavo ardiendo para afirmarlo. Si se quema los dedos, da igual. Con los suyos en carne viva, Rajoy ha decretado que, aunque demuestre que se han destruido más de un millón de empleos desde que él gobierna en España, la EPA es una encuesta estupenda. Sólo nos falta escuchar que la salud de los parados de larga duración, que se empeñan en no morirse, es un obstáculo para la recuperación. Tal vez, alguien confíe en que la privatización de la sanidad contribuya a mejorar los índices estadísticos. Y sin embargo, hace unos días se publicó un dato que hacía coincidir rigurosamente el deseo del gobierno con la realidad. Me van a perdonar ustedes la obsesión, pero de nuevo se trata de Bankia. Los responsables de esta entidad sacaban pecho al anunciar unas ganancias de 250 millones de euros, un incremento del 17,5% sobre los resultados del año anterior. Esta magnífica balanza no tenía en cuenta, claro está, los 22.424 millones de euros que el Estado invirtió para reflotar el banco con dinero público, el de todos los españoles que pagamos impuestos. Repítanlo despacio, 22.424 millones de euros, paladeen esta cifra con la intensidad que se merece, y pregúntense conmigo... ¿Esta es la recuperación de la que tanto presume el gobierno? Y sobre todo, ¿alguien va a obligar a Bankia a devolver el dinero que todos le hemos prestado? Mientras tanto, resulta peor que cómico, casi obsceno, hablar de buenas noticias.
02/05/2014 | 01:21
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00:00:0001:21Los países decentes
En un país decente, los políticos corruptos dimiten a la primera. En un país decente, los sospechosos de tráfico de influencias no encabezan listas electorales. En un país decente, los banqueros que estafan a sus clientes van a la cárcel. En un país decente, los presidentes de gobierno no regalan la presidencia de un banco a un amigo de toda la vida, sólo porque es un amigo de toda la vida. En un país decente, una magistrada vinculada con anterioridad a un partido político, no forma parte de un tribunal que juzga un caso que afecta a las responsabilidades de ese mismo partido. ¿España es un país decente? Esa es la única pregunta importante. En el circo mediático que ha generado el juez Silva, a mí, personalmente, las formas me traen sin cuidado. Lo que me ha dolido es ver a Miguel Blesa en el papel de víctima, exigiendo reparación por la ruina de su prestigio con el compungido gesto de una doncella deshonrada. Eso, y que el presidente del tribunal multe a una auténtica víctima con 100 euros de multa, es lo que destroza la imagen de la justicia española. Porque en un país decente, la justicia está al servicio de la ciudadanía, respira las inquietudes de la gente corriente, es sensible a su sufrimiento. En España, sin embargo, lo mejor que le puede pasar a un corrupto es caer en manos de la justicia, para que la Fiscalía Anticorrupción le mime y los instructores alarguen su proceso hasta el infinito. Silva ha logrado aplazar su juicio pero, a lo peor, su estrategia acabará favoreciendo los intereses de sus enemigos. Porque, cuánto más espeso sea el humo, más difícil resultará ver el fuego.
25/04/2014 | 01:22
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00:00:0001:22¡Aúpa Atleti!
Soy una columnista paradójicamente afortunada. Vivimos tiempos tan desesperados, proliferan a nuestro alrededor tantas crisis de todas las especies, que sobran temas para escribir. Así, esta semana empezamos con un asunto transcendental -el debate parlamentario de la consulta catalana- que hoy ya huele a rancio. La enésima declaración de Bárcenas, la crisis del gobierno andaluz, las consecuencias de la nefasta suspensión de la jurisdicción universal, acaparan todos los titulares. La candidatura de Arias Cañete no, porque estaba cantada, aunque nunca una obviedad ha generado tanta incertidumbre. Eso es lo que me preocupa hoy. La sistemática pasividad de Rajoy, la indiferencia que aboca todos los problemas al pudridero de los asuntos sin solución, adquiere frente a la cuestión catalana tintes más negros que sombríos. No basta con criticar a Mas, ni con pedir a Bruselas que meta miedo. Esto ya no es táctica ni estrategia, sino una irresponsabilidad monumental, un error político que empeora la situación día tras día. Y hay algo aún más inquietante. Rubalcaba promete una reforma de la Constitución para implantar un estado federal deprisa y corriendo. ¿Otra vez vamos a poner un parche en vez de cambiar la rueda? ¿Otra vez van a reunirse cuatro señores para reformar España sin debatir, sin analizar, sin consensuar con los ciudadanos un proyecto de país? ¿Otra vez vamos a acometer la penúltima transición dentro de la Transición? Tal y como se están poniendo las cosas, sólo se me ocurre un final para esta columna. Gracias, papá, gracias, mamá, por hacerme del Atleti.
11/04/2014 | 01:21
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00:00:0001:21Hechos y actitudes
El 18 de julio de 1936, un grupo de generales se sublevó contra la II República Española, estado democrático legalmente constituido. El golpe de estado fracasó, puesto que sus responsables no lograron hacerse con el poder en todo el país. Lejos de rendirse, y alentados por la Iglesia Católica y la oligarquía financiera, desataron una terrible guerra civil que duró casi tres años, causó centenares de miles de muertos, arrasó el país entero y dio paso a una dictadura que se cobró la vida de, al menos, ciento cincuenta mil españoles más, para prolongarse durante casi cuarenta años. Estos fueron los hechos y las actitudes que provocaron la guerra civil española. Estos, ni uno más, ni uno menos. En consecuencia, las palabras que Rouco Varela pronunció en el funeral de estado de Suárez fueron, en mi opinión, una simple patochada, una provocación torpe y malintencionada, sin relación alguna con la realidad. Pero si esto es así, ¿por qué han indignado a tanta gente? ¿Es que sigue existiendo en España un estado republicano, y militares africanistas, y banqueros golpistas de origen mallorquín? No, la respuesta es mucho más triste. Después de treinta y cinco años de democracia, el enorme esfuerzo propagandístico de la dictadura para ocultar su ilegitimidad y convertir en culpables a las víctimas, sigue siendo eficaz. Por eso, las reacciones contra el arzobispo de Madrid me han ofendido más que su homilía. Es demasiada indignación para una mentira. Claro que en todo esto subsiste al menos una verdad. Que actitudes como las de Rouco Varela provocaron una guerra civil en España en 1936.
04/04/2014 | 01:22
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00:00:0001:22Mi 22-M
Salí de casa andando a las cuatro menos cuarto y en la Gran Vía me topé con la columna que venía de Extremadura. En Sol vi tantas pancartas como si la manifestación arrancara de allí. En Tirso, me rodearon las banderas negras y seguí a la CNT hasta Antón Martín. Por fin, en una Atocha tomada por la gente, familias con niños, cochecitos de bebé, gritos y cánticos, escuché tres explosiones. Estos son los de Valencia, me informaron, que no saben estarse quietos... El aroma festivo de la pólvora se disipó enseguida y durante cuatro horas y media, que se dice pronto, no pasó nada más. A las ocho y cuarto me volví a casa dando un paseo, cansada y satisfecha. Cuando encendí el televisor, no pude creer lo que estaba viendo. Esta es mi verdad, el testimonio sincero de lo que yo viví el 22-M. Cientos de miles de españoles -tantos como los que abarrotaron Colón en aquella legendaria visita del Papa- pueden ofrecer un relato semejante, porque vieron y vivieron lo mismo que yo. Qué curioso que, una vez más, nuestra versión no valga un pimiento. Qué curioso que, a destiempo, unos pocos radicales perfectamente adiestrados y organizados -¿y por quién?, me pregunto yo-, arruinaran el efecto de la convocatoria. Qué curioso que los mandos policiales dejaran aislados a treinta agentes, mientras muy cerca, otros quinientos contemplaban impotentes lo que ocurría sin que les dieran permiso para intervenir. Qué curioso todo esto, ¿verdad, señora Cifuentes? Usted y su partido le deben tanto, pero tanto, a los violentos, que ni sus militantes habrían podido hacerlo mejor.
28/03/2014 | 01:19
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00:00:0001:19El fin de la Historia
Quien pretenda restaurar el comunismo no tiene cabeza, pero quien no lo eche de menos no tiene corazón. La primera vez que escuché estas palabras de Vladimir Putin se me heló la sangre en las venas. Si algún día se escribe una Historia Universal del Cinismo, me dije, no habrá una cita mejor para el preámbulo. Pero todo lo malo puede empeorar, así que hace poco ví una imagen que, desdeñando la temperatura de mi sangre, me pegó un puñetazo en el estómago. Una manifestante de Crimea, joven, guapa, enérgica, enarbolaba un cartel donde se leía, en el mismo idioma en el que les hablo, una vieja frase sagrada para mí: No pasarán. En ese instante, no recordé una pancarta tendida entre dos edificios de la calle Toledo, sino la alegría con la que Occidente recibió, hace 20 años, la noticia de que la Historia había terminado porque el combate ideológico entre izquierda y derecha ya no tenía sentido. Ahora, mientras los rusos llaman fascistas a los ucranianos sin saber lo que dicen, ¿qué pensarán los padres del pensamiento único? Y la izquierda europea, que ha ido perdiendo lo mejor de su venerable tradición para quedarse a solas con lo peor, ¿no se sonroja? Y quienes sostienen desde hace décadas que la memoria es una pesadez insufrible y la ideología un fósil superfluo en la era tecnológica, ¿comprenden su error? Entre todos han estimulado a la Humanidad para que renuncie a pensar, a sonrojarse, a comprender la realidad. Si éste es el fin de la Historia que nos espera, que quienes crean en algún Dios vayan empezando a rezar. Por ellos, y por todos los demás.
21/03/2014 | 01:19
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00:00:0001:19Antitrepas
Un centenar de personas, unos pocos poemas, otras tantas canciones. Después, sembramos la tierra de uno de los bulevares de la Castellana con velas encendidas y guardamos silencio. Quince de los asistentes llevaban carteles con los nombres de los inmigrantes muertos en Ceuta. Al final, aplaudimos y nos disolvimos, porque sólo teníamos permiso para estar una hora frente a la delegación de la Unión Europea en Madrid. Fue un acto pequeño, modesto y emocionante, inútil para abrir los telediarios, para acaparar portadas en los periódicos, pero muy útil, hasta imprescindible, para la conciencia de quienes estuvimos allí. Una semana después, el pan nuestro de cada día abre los teledarios e invade las portadas. La jueza Alaya vuelve a hacer la guerra por su cuenta cuando más conviene a los intereses electorales del PP. El escándalo de la patronal madrileña, que usó el dinero de los cursos de formación para pagar a sus directivos, equilibra la balanza de los ERES andaluces para prometernos largas sesiones de "y tú más". Mal de muchos, consuelo de tontos, y lo que sobran en España son listos. Por eso recuerdo los nombres de los muertos de Ceuta, y me pregunto... ¿Y para qué queremos vallas antitrepa en las fronteras? Donde nos hacen falta es aquí dentro, en las instituciones del Estado, en las Comunidades Autónomas, en las oficinas donde se negocian contratas y se reparten subvenciones. Ahí están los que vienen a dejarnos sin trabajo, a gastarse nuestro dinero, a comerse el pan de nuestros hijos.
14/03/2014 | 01:17
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00:00:0001:17Charcos
Es una pescadilla que se muerde la cola. A un paso de las elecciones europeas, lo de menos es la falta de ilusión de la ciudadanía. Después de haber sacado pecho durante dos años para erigirse en portavoces de la calle, clamando contra el gobierno por su indiferencia ante la voluntad popular, tanto en el PSOE como en Izquierda Unida se han impuesto, cómo no, los aparatos. Estrasburgo es un premio para los míos porque a los eurodiputados les queda una pensión estupenda, a los candidatos los pongo yo, y el que se mueva, no sale en la foto. Luego, eso sí, en la campaña volvemos a gritar que la calle somos nosotros, que el gobierno está sordo, y que Europa necesita una renovación profunda, que se escuche a los jóvenes, que la política se abra la participación ciudadana. Chimpún. Así una vez, y otra, y otra más, hasta que la tierra se encharca, y los charcos se agrandan, y por mucho que llueva, el suelo es incapaz de absorber una gota más de humedad. El suelo, naturalmente, somos esos europeos que no pintamos un pimiento, esos jóvenes a los que no escucha nadie, esos activistas que se desloman, trabajando como mulas, a favor de las causas justas que los candidatos se apresurarán a usurpar, incluyéndolos en sus discursos como méritos propios. Luego, todos lamentarán la abstención, se preguntarán qué nos está pasando, y reivindicarán airadamente la utilidad de la política, la dignidad de los valores de la izquierda. La pescadilla, o mejor, la pesadilla volverá a morderse la cola cuando se acerquen las municipales. Y así, hasta que nos ahoguemos en nuestro propio charco.
03/03/2014 | 01:21
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