
La columna de Almudena Grandes
La escritora nos acompaña cada viernes para aportarnos una reflexión sobre lo que ocurre en la sociedad en la que vivimos.
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Feliz Navidad
La palabra clave de estas fiestas no es Navidad, sino familia. Nosotros somos muchos, yo soy hijo único, comemos con mis padres, cenamos con mis suegros, a mi casa este año vienen veinte, yo los langostinos ya los tengo congelados, supongo que haré cordero, pues la niña está pesadísima con salir en Nochevieja... No me digan que no. Ricos y pobres, de izquierdas o de derechas, creyentes o ateos, todos los españoles bailamos al son de la misma música durante un mes. A lo peor, es lo único en lo que logramos ponernos de acuerdo. Tanto, que hasta esa interminable sucesión de escándalos que denominamos actualidad política, ha sabido estar a la altura. Ya no cabe duda de que el paladín de la familia tradicional en España no es el ministro de Justicia, sino la Fiscalía Anticorrupción, que no soporta que se impute a la mujer de nadie. Las mujeres, ya sean infantas, ministras de Sanidad o consortes de un presidente, somos intocables porque nunca nos enteramos de nada. Debe ser que, con el cordero, los langostinos y el dilema de dejar salir o no a la niña, ya cargamos con demasiadas responsabilidades. No creo que Ana Botella esté preocupada por la publicación de la correspondencia de su familia con Miguel Blesa. Si llega el momento, el fiscal alegará que la pobre señora no tenía ni idea de los negocios de su marido. Mientras tanto, a los que el martes, gracias por ejemplo a Blesa, cenarán sopa de fideos, y a todos los demás, feliz Navidad. Aunque sólo sea porque nadie ha averiguado aún cómo pueden recortarnos los buenos deseos.
20/12/2013 | 01:17
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00:00:0001:17Los sentimientos
Cuando el Centro de Historia Contemporánea de la Generalitat anunció que prepara un memorial de agravios para demostrar objetivamente la hostilidad española contra Cataluña, mi memoria se llenó de imágenes oscuras, cálidas, enternecedoras. Visiones de la pobreza en todas las épocas, escenas de arrogancia, de injusticia, de crueldad, que han atravesado los siglos para convertirse en mi herencia, el legado de mis antepasados. ¿Que no soy catalana? Naturalmente que no. No estoy hablando de eso. La objetividad es una quimera intelectual, un deseo irrealizable. Los historiadores saben que es imposible analizar la realidad sin interpretarla en absoluto. Nadie puede renunciar a su identidad, a su concepto sobre el bien y el mal, a sus convicciones más profundas, al enfrentarse al pasado. Un historiador honesto no manipula los datos, no oculta los que le perjudican para subrayar los que le convienen, no miente, pero nadie puede exigirle que su trabajo oculte su ideología. Asumirla es legítimo. Presentar los propios sentimientos como una evidencia objetiva, no lo es. Desde mis sentimientos, yo propondría un congreso titulado "El estado español contra los españoles". Desde que el oro de América se perdía en Flandes sin dejar aquí ni una moneda de cobre, hasta el tono de las amenazas de Montoro, esa sí que sería una buena lista. Y quizás, muchos catalanes se sentirían más reflejados en ella que en las conclusiones de cualquier congreso, o contracongreso, basando en la falacia de confundir España con quienes la han gobernado durante los tres últimos siglos.
13/12/2013 | 01:19
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00:00:0001:19Malas noticias
El escándalo se ha pasado de moda. La protesta, la crítica, la oposición democrática, se han convertido en fósiles anticuados e inútiles. La raya roja de lo indecente ha dejado de limitar las acciones. González Pons nos enseñó hace unos días que tampoco afecta ya a las palabras. El PP es un partido honrado como todos, afirmó, para sugerir que todos los partidos, sin excepción, son corruptos. A continuación añadió que el suyo es el único que puede sacar a España de la crisis pero, aunque él no lo crea, eso ya no importa. No vivimos tiempos para respuestas, sino para preguntas. ¿Cómo hemos llegado hasta aquí? ¿Qué ha ocurrido para que la descomposición del sistema alcance estos niveles de ciencia-ficción? La única explicación que se me ocurre desborda el pantanoso terreno de la excepción española para remontarse más allá de las anomalías de nuestra historia reciente. El estado del bienestar y el auge de la socialdemocracia fueron concesiones del capitalismo para apaciguar a las masas, cuando la revolución, incluso el modelo soviético, representaban horizontes posibles. No pretendo emitir un juicio de valor sino justificar por qué, ahora, todo el monte es orégano. Los últimos responsables de lo que pasa no son los políticos de derechas, sino los de izquierdas. El hombre es un lobo para el hombre, formuló Hobbes hace mucho tiempo. Y es triste, es horrible, es odioso, pero no deberíamos haberlo olvidado. Por eso, el gobierno alemán de coalición no es, en mi humilde opinión, una buena noticia.
29/11/2013 | 01:20
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00:00:0001:20Ilegales
Hace un par de días experimenté todo un fenómeno paranormal. Mi hija se ponía el abrigo para acudir a la enésima manifestación contra la ley Wert, y de repente me convertí en mi madre. Una palanca íntima, inaudita, me levantó de la silla, me empujó hacia el recibidor y puso en mis labios palabras que no eran mías. Ten cuidado, no provoques a la policía, no te metas en líos y llámame en cuanto que llegues al metro. Y a mí... ¿de qué me suena esto?, me pregunté. Cuando yo tenía la edad de mi hija, España salía de una dictadura cuyas leyes aún estaban en vigor. El saldo de casi cuarenta años de democracia no es tanto la resurrección de viejos miedos, como la consideración que el Estado muestra por los ciudadanos. Si un ministro promueve una reforma que une en su contra a todos los afectados, la respuesta democrática debería consistir en replantear esa ley. El gobierno de España, en cambio, va a promover otra, la de Seguridad Ciudadana, para poder detener a cualquier manifestante al que se le ocurra ponerse una capucha. Las democracias no tratan a los opositores como delincuentes, no buscan anularlos por el miedo, ni privarles de sus derechos fundamentales. Esos son objetivos propios de las dictaduras. ¿En qué país vivimos? La próxima vez que protejan el Congreso, igual se les ocurre llenar las alambradas de cuchillas, como las que para nuestra infinita vergüenza han colocado en la valla de Melilla. Y así, día a día, con independencia del lugar donde hayamos nacido, crece el número de los ilegales que vivimos en España.
22/11/2013 | 01:22
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00:00:0001:22Los malos olores
Es muy sencillo. Si usted gana hoy mil euros, el mes que viene ganará quinientos setenta. Y no sólo eso. La empresa que quiere restarle el cuarenta y tres por ciento del sueldo puede ser FCC, en la que Bill Gates -el multimillonario dueño de Microsoft- invirtió hace poco más de cien millones de euros para demostrarle al mundo que España está de cine. Si vive en Madrid, ya sabe de lo que hablo. Si no, prepárese porque pronto se enfrentará a lo que Botella ha llamado chantaje y vandalismo, para demostrarnos que su ineficacia como gestora no es lo más grave. Peor resulta que se comporte como una persona sin corazón. Y usted... ¿qué haría si fuera un basurero madrileño? ¿Cómo se sentiría si la inversión de la que tanto ha alardeado su gobierno ni siquiera alcanzara a garantizarle un sueldo mileurista? ¿Aceptaría con naturalidad que el bienestar de sus hijos se reduzca a la mitad, mientras las acciones de Gates se disparan en la Bolsa? A mí no me gusta ver Madrid lleno de basura, pero este abuso me huele mucho peor. No puedo soportar el hedor de la explotación, la pestilencia que despide tanta gente incapaz de situarse en el lugar del otro, el egoísmo maloliente de los náufragos sujetos a una tabla que alientan la desgracia de los que se ahogan, como si extrajeran algún beneficio de su ruina. Lo que apesta es la insolidaridad, la indiferencia, el sudor de las malas personas. Se equivocan quienes dicen que las ratas no han aparecido todavía. Hace tiempo que corren a su antojo por las calles.
15/11/2013 | 01:21
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00:00:0001:21Una oportunidad perdida
La Conferencia Política del PSOE representa, más que un acierto, una necesidad desesperada para sus convocantes. Sin embargo, y aunque hagan tanto enfásis en las nuevas ideas, lo que impide a los socialistas recuperar la confianza de sus electores no es la ideología, sino la credibilidad, la distancia entre lo que dicen y lo que hacen, la duplicidad de un partido que enseña una cara cuando está en el gobierno y otra cuando está en la oposición. Ocurra lo que ocurra este fin de semana, el PSOE ha perdido una oportunidad que habría resultado mucho más novedosa, más eficaz y contundente que cualquier aportación teórica. Habría bastado con que el gobierno asturiano se hubiera atrevido a impulsar la reforma electoral pactada -de palabra o en papel, me da lo mismo- con los partidos minoritarios que permitieron a Javier Fernández llegar al poder. Eso sí que habría sido un buen guiño al espíritu del 15-M, un revulsivo para el electorado de izquierdas, una genuina medida de regeneración democrática. Lo barato sale caro, decían nuestras madres, y así es también en política. Retener la ventaja que le proporciona un sistema electoral clamorosamente injusto, puede representar a la larga un mal negocio para un PSOE que aspira a convertirse, una vez más, en la referencia de una nueva izquierda, cargando con la cruz de la segunda legislatura de Zapatero. Quizás, más que una conferencia de altos vuelos, a los socialistas les convendría salir a la calle, hablar con la gente. Quizás, así entenderían mejor por qué no remontan en las encuestas.
08/11/2013 | 01:21
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00:00:0001:21Un pasaporte suizo
Dos agentes de la inteligencia británica vigilan una casa a distancia en una noche de perros. Llueve, hace frío, tienen la ropa empapada y ambos saben que su misión es inútil. Al rato, uno de ellos lo expresa con una pregunta retórica. ¿Qué estamos haciendo aquí, si nuestros primos de la CIA ya lo saben todo, si van a ser ellos quienes tomen las decisiones y se cuelguen las medallas? Su compañero le mira y pregunta a su vez. ¿Tú qué quieres, ser ciudadano suizo? El rebelde niega con la cabeza y los dos siguen vigilando, tiritando en silencio. John Le Carré escribió esta escena, que yo he citado de memoria, en una novela espléndida, como casi todas las suyas, titulada El espía perfecto. Cuando apareció, en 1986, el Muro de Berlín aún no había caído y la lógica de la guerra fría atizaba un póstumo resquicio del orgullo imperial británico. Pero el futuro, que era el presente que estamos viviendo, latía ya en aquel diálogo. Por eso, mientras tirito al leer que el CNI ha espiado a ciudadanos y empresas españolas para entregar esa información a la CIA, recuerdo la estéril tiritona de los personajes de Le Carré. Lo más difícil de tragar es que las autoridades presenten esta operación como la consecuencia de una alianza, un favor entre amigos. Y que sean capaces de encontrar armas de destrucción masiva de las que protegernos siempre que les conviene. Así que, aunque siga siendo tan triste como en 1986, ha llegado el momento de desear un pasaporte suizo. Con todas las consecuencias.
01/11/2013 | 01:24
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00:00:0001:24Nuestra capacidad para el canibalismo parece infinita
La escritora reflexiona sobre la 'doctrina Parot'
25/10/2013 | 01:14
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00:00:0001:14Ruleta rusa
El miércoles pasado, con el gobierno norteamericano al borde de la suspensión de pagos, las bolsas alcanzaron máximos espectaculares. Sólo en ese momento, los mercados estuvieron seguros de que republicanos y demócratas pactarían un acuerdo capaz de salvar su economía. En efecto, el Senado hizo público el pacto a las pocas horas. Nunca sabremos en qué recámara estaba la bala que no se disparó. La ruleta rusa es el juego de moda también en España. Las diferencias entre los barones territoriales del PP, las tensiones dialécticas entre Mas y Rajoy, entre Mas y Durán, entre Durán y Rajoy, las que mantienen y alimentan a su vez González, Bauzá y los demás, con estos y otros jugadores, han convertido la actualidad española en el tambor de un revólver que gira sin cesar, anunciando un disparo siempre inminente y siempre aplazado, que se intercala con los suspiros de alivio imprescindibles para recargar el arma. Los líderes de este país empobrecido y angustiado se parecen cada día más a los pistoleros de las viejas películas del oeste, actores achulados, de arrogancia impostada, que balanceaban las caderas con las manos sobre las culatas de sus pistolas. La certeza de que sus movimientos son también coreografía, sus amenazas, bravatas huecas, quizás no inquieten a los mercados, pero revelan un problema tan grave, al menos, como la situación de nuestra economía. Porque un país no es una bandera, ni una marca, ni una frontera. ¿Recuerdan ustedes algún momento en el que se haya hablado más de España, y menos de los españoles?
18/10/2013 | 01:20
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00:00:0001:20Pensar lo que se dice
Reflexión sobre la memoria histórica y los crímenes del franquismo
11/10/2013 | 01:22
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