Carta de Martí Gómez sobre Camps

Querida directora:

Estoy absolutamente fascinado por el culebrón valenciano. Es un "Dinastia" con toques borgianos de amores desamores, traiciones y puñaladas propios de la política valenciana.

Zaplana apoyó en su momento a Camps como sucesor y Camps le traicionó. Fabra montó un negocio con un amigo y sus esposas y las esposas se acaban separando y ya se sabe que no hay nada más peligroso que dos esposas despechadas cuando se trata de ventilar asuntos domésticos en el ámbito de lo público. En ciertos momentos de la vida el derecho matrimonial queda sepultado por el derecho patrimonial, que es mucho más salvaje y por ello imprevisible.

Camps anda tocado pero su hombre de confianza, Ricardo Costa parece que tiene el pelo más canoso desde hace unas semanas. Ricardo Costa, que empezó llevando asuntos de Fabra en su despacho de Castellón, va desde niño de megapijo y ratifica la definición que hizo de él una persona que le conoce bien: "Su hermano Juan es un demócrata, de derechas pero demócrata; por el contrario, Ricardito a veces me da miedo".

Y al fondo, la figura patética de Camps, que pase lo que pase en los juzgados ha autodinamitado su imagen de austeridad. Se sabía que es fúnebre pero se le suponía honrado. Los que le conocen me dicen que Camps se siente mal y ya busca afecto más que fidelidades. El pasado 25 de abril, en la conmemoración de la batalla de Almansa, el Camps que siempre se va pronto de los actos protocolarios se entretuvo hablando de temas triviales con gente que no era de su partido. Parecía necesitar compañía.

Me cuentan, paciente directora, que bajo la apariencia del aquí no pasa nada hay movimientos subterráneos de gente que se intenta colocar por si Camps cae. Al vicepresidente Rambla y a la alcaldesa Rita Barberá, que nunca ha dejado de ser diputada, les hemos de seguir de cerca. Sobre todo a la alcaldesa, que fue la candidata de Aznar para sustituir a Zaplana pero al final vio como subía Camps apoyado por un Zaplana que en la sombra debe liderar ahora la tribu zaplanista que se siente traicionada por su marginación.

El serial se amplia al todopoderoso Carlos Fabra, el de la red clientelar más amplia del País Valenciano. Yo siempre creía que en ese sentido el más artista había sido el gallego que un día me dijo que era el hombre con más huevos de España. Se refería no a lo que Josep Tarradellas definía como colgajos masculinos sino a las granjas, que eran sus fuentes de clientelismo. "O estas conmigo o no te compro los huevos", era el mensaje subliminal. Fabra le supera. Lo raro es que en una zona tan desarrollada en los últimos años persista el clientelismo.

Fabra es simpático si quiere serlo. Y divertido, pese a ese aspecto de mafioso que le dan sus gafas oscuras, una imagen que cultiva. A Aznar siempre le contaba chistes cuando veraneaba en Oropesa. Los juglares de Fabra cantan por las esquinas que Aznar se reía tanto que los grababa para seguir escuchándolos en Madrid.

En fin directora. No te canso contándote anécdotas del Bigotes y sus empresas sin un solo trabajador pero con vistas al futuro judicial de Camps y Fabra hay que tener en cuenta que tienen el mismo abogado, Javier Boix, como todo buen letrado experto en recursos que dilatan los procedimientos judiciales. Boix fue el abogado del caso Naseiro, que acabó en nada cuando de todos es sabido que había mucha tela por cortar. Tanta como en los trajes que ahora se ventilan.

Un beso.