Un testarazo de Marcos Alonso glorifica el reinado copero del Barcelona
El magnífico tanto conseguido en el minuto 45 de la segunda <b>parte por Marcos Alonso encumbraba al conjunto entrenado por César Luis Menotti</b>, que obtenía su vigésimo título, convirtiéndose en el indiscutible 'Rey de Copas'. Tal fue la pasión del encuentro que el por entonces presidente blaugrana, Josep Lluis Núñez, lloraba desconsolado <b>mientras el capitán Sánchez levantaba el trofeo al cielo</b>
El estadio de La Romareda acogía la cuarta final de la Copa del Rey que disputaban Barcelona y Real Madrid. Ambos conjuntos llegaban a esta cita deseosos de ganar por dos razones: la primera, porque lograr un título contra el máximo rival era un doble triunfo, en una época en la que la rivalidad de los colores era mucho más profunda que en la actualidad; y segunda, porque la temporada de los dos clubes había sido desastrosa, apartados de la antigua 'Copa de Europa' y quedando el Madrid segundo y el Barça cuarto en la séptima liga que ganaría el Athletic de Bilbao
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Era la final de la Copa del Rey en un inmejorable escenario. Teñidas se mostraban las gradas de colores pasionales traídos por los aficionados y sus banderas dispares: medio campo, blaugrana, rojo y amarillo; el otro medio, blanco impoluto y morado. Camacho, Santillana, Schuster, Maradona... jugadores forjados en mil batallas y futuros dioses del fútbol combatirían por el único trofeo que salvaría la temporada, pues Europa les dio la espalda a ambos conjuntos y el campeonato nacional estaba bien defendido por los leones bilbaínos.
Encargados de sacar del centro del campo, arrancaba el partido con toques de balón entre Maradona y Marcos Alonso. Uno empezaba a perder lentamente esa figura atlética que traía de Argentina y deslumbró en el Nápoles, aunque poco importaría, como demostraron los años venideros; el otro sería indiscutible protagonista en el partido. Con Urruti en la portería, el Barça se defendía con Sánchez y Migueli; Gerardo abría el juego por la banda derecha, Julio Alberto por la izquierda; Esteban Morán y el alemán escurridizo Bernd Schuster correrían por las bandas ofensivas; crearían juego en el centro del campo Víctor Muñoz y Carrasco, para las travesuras del citado Maradona y Marcos López.
En contra, el Real Madrid, que forjaba las bases para que cinco meses después debutaran de la mano de Alfredo Di Stefano unos tales Miguel Pardeza, Manolo Sanchís, Michel y Martín Vázquez, junto al ya consolidado Emilio 'buitre' Butragueño. Pero esa era la noche de Santillana, Juanito y Camacho, entrenados por 'la Saeta Rubia' junto a Miguel Ángel en la portería, San José, Bonet y Metgod en defensa, Gallego Salguero y Ángel en el centro del campo, y Stieleke, con Juanito y Santillana, arriba.
Desde el primer momento del partido se observaría la que sería la tónica de todo el encuentro. El Barcelona dominaba la posesión de la pelota, con toques cortos, los jugadores muy juntos, y desplazamientos y carreras en largo para coger la espalda de la defensa blanca. Las opciones del Madrid, inferior técnicamente, pasarían por el portento físico de sus jugadores y el juego duro, en el límite de la violencia, que aplicarían sobre el rival.
Así en los primeros minutos ya se habían producido siete faltas, tres de ellas sobre Maradona y alguna de ellas de una dureza extrema: Ángel le dejaba los tacos en la rodilla a Marcos Alonso; Migueli le doblaba el tobillo a Bonet en una cabalgada; y este de nuevo 'cazaría' a Camacho en una internada.
Carreras arriba y carreras abajo, la primera ocasión de verdadero peligro llegaría de la mano de Maradona. Bernd Schuster, que jugaba sin presión en el centro del campo, realiza un pase largo para que 'el Pelusa' en carrera dejarara uno tras otro a los defensas del Madrid, hasta que al borde del área, Metgod le hace falta. Chuta Schuster, y realiza una magnífica intervención el portero blanco Miguel Ángel.
Poco tendría el Madrid que envidiar de Maradona, pues su estrella era 'Juanito'. El '11' madridista robaría la pelota, y tras una carrera de veinte metros evitando las fuertes entradas azulgranas, remataría ante Urruti, con gran parada de este.
Y entre continuas patadas, faltas y discusiones, llegaría el primero gol del encuentro. Larguísimo pase de Schuster a Maradona en el minuto 32, que consigue controlar de cara en el área del Madrid. Este cede a Víctor Muñoz, que tan sólo tiene que introducir el balón en las mallas rivales. 1-0 y explosión de júbilo en las gradas.
En la segunda parte poco cambió el juego de los equipos. Con un toque veloz, carreras raudas, entradas duras y técnica muy imprecisa, consiguió empatar el Real Madrid en tan sólo cinco minutos. Colosal fallo de Gerardo, que el semicírculo del área del Barcelona, abre el juego a la derecha, sin ver a Santillana. Este, que recibe sin querer la pelota, no tiene que hacer más que empujar el balón.
La diana de todas las faltas: Maradona
Es de suponer que Maradona recordará esta final, o por lo menos alguna de las 17 entradas que recibió de Ángel, Bonet, Gallego, y sobre todo una de Camacho, que no veían otra forma de parar al astro.
El partido continuaba siendo un auténtico 'correcalles'. El balón llegaba a la portería rival tan rápido como la abandonaba, y los delanteros Santillana, Juanito, Víctor Muñoz y Maradona chutaron una y otra vez a puerta, con la mala suerte de echar la pelota fuera o parada por los cancerberos.
Pero en la última jugada del partido, en el último ataque del Barcelona, llegó el gol de Alonso. Carrasco, en terreno de juego culé pasaba a Maradona, que abría a la banda izquierda. Julio Alberto controlaba la pelota escorado, se deshacía de San José y conseguía sacar el centro hacia Marcos Alonso. Este, en un remate acrobático, logra el gol. La grada explotaba, y Schuster, fuera de si, realizaría varios cortes de manga a la afición madridista. Cinco años después, se pasaría a las trincheras blancas, y en varias ocasiones se quejaría de lo poco 'cariñosos' que eran esos aficionados.
Era la vigésima Copa para el Barcelona, que se convertía en el indiscutible dueño de la competición. Quedarán para el recuerdo las lágrimas de Núñez en el palco, que lloraba en la entrega del trofeo de las manos del Rey a causa de la emoción
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