La carta de José Martí Gómez (24-04-11). A vueltas con la sanidad

Catalunya se rebela contra los drásticos recortes en sanidad. Profesionales y usuarios se manifiestan en las calles y miembros del comité de sabios nombrado por Artur Mas muestran su disconformidad con el recorte de mil millones de euros. La financiación de la sanidad pública es un debate que a corto plazo no se podrá evitar. Todas las comunidades autónomas arrastran un fuerte déficit.

Esa rebelión en Catalunya sugiere que se esta satisfecho con un modelo sanitario que no se quiere perder...

Efectivamente. El sistema español de sanidad pública es muy bueno y cuenta con excelentes profesionales, en su mayoría no muy bien pagados. Es un sistema que se ha de preservar con sentido común y planificación. De las dos cosas ha adolecido el gobierno de la Generalitat.

¿Por qué?

Artur Mas, que tiene la intima convicción de que la sanidad es incontrolable, eligió como conseller a un hombre que habla demasiado y no ha gestionado nunca un hospital pese a que viene de presidir la patronal de hospitales. Lo primero que dijo fue que los usuarios debían hacerse socios de mutuas privadas, lo que es una forma de copago. Luego añadió que los profesionales se rebelaban porque no querian perder privilegios. Cerró el círculo de provocaciones añadiendo la incoherencia de que el recorte que afectará a cierre de plantas y quirófanos y despido de tres mil profesionales no afectará a la calidad asistencial. El error del desaguisado está en el hecho de que el recorte de gastos solo contempla el dinero a ahorrar a corto plazo sin afrontar el problema de fondo: la necesaria reestructuración del sistema para contener un gasto que crece exponencialmente superando en cuatro puntos al PIB. La gente sensata no discute que se debe ahorrar. Lo que no acepta es la brutalidad de un recorte que pone en crisis la calidad del sistema ni la incoherencia de los mensajes que se le envían. Aceptemos que debe analizarse como se gastan 300 millones de euros en transporte sanitario pero es inaceptable que se rebaje la calidad asistencial.

¿Cómo está la situación financiera de la sanidad pública en las dieciséis autonomías restantes?

Salvo en el País Vasco, fatal. Se oculta la gravedad del problema porque se está en vísperas electorales.

¿Y qué salida hay?

Que pasadas las elecciones el consejo interterritorial haga más homogéneo el sistema, sin hacerlo uniforme. No puede ser que unas comunidades vacunen y otras no. Que la farmacia hospitalaria se lleve con criterios distintos. Que Valencia esté pagando a los proveedores con 600 días de retraso pero en el nuevo hospital de La Fe casi todas las habitaciones, sino todas, son individuales. La política de la Comunidad de Madrid de hospitales comarcales cuya construcción y gestión hospitalaria cede en gestión a empresas privadas es peligrosa porque la búsqueda del aumento de beneficios puede rebajar la calidad asistencial. El ladrillo y la bata blanca no acaban de armonizar. Es absurdo que Barcelona mantenga cuatro equipos de urgencia cardiovascular en otros tantos hospitales. Se han de analizar que factores influyen para que España tenga el récord europeo en visitas a asistencia primaria, por habitantes y año.

¿Se conseguirá esa armonización entre autonomías?

No será fácil pero tanto el PSOE como el PP irán por ahí. En el PP hay gente tan partidaria de armonizar la sanidad de las autonomías como reticente ante la política sanitaria de Esperanza Aguirre.

¿Y a los usuarios que papel nos toca?

Defender el modelo en lo fundamental, siendo conscientes de que la sanidad pública debe limitar algunos servicios propios de la sanidad como consumo. A los setenta años del informe británico madre de las sanidades públicas es necesario defenderla en años de crisis porque como escribió el autor del informe, William Beveridge, de los cinco flagelos sociales que denunciaba tres siguen vigentes: la pobreza, la enfermedad y el paro, que definía como ociosidad forzosa.