
Reflexiones sobre la muerte de Amy Winehouse
La muerte siempre se presenta por sorpresa, aunque a veces da claras pistas sobre sus intenciones. Vi a Amy Winehouse en su primera actuación en España en el FIB de 2007 ,cuando la cantante inglesa todavía no había editado su segundo álbum en España. Una amiga me obligó a acompañarla bajo la premisa de que era algo que había que ver.
Por aquel entonces tenía 23 años y 'Rehab' ya era un éxito en Gran Bretaña. Visto ahora aquellos fueron los mejores años de Winehouse. Rodeada de los magníficos Dap-Kings, Amy ofreció un concierto que me cautivó por completo, un recital de soul salvaje del siglo XXI con todas las canciones escritas por aquella chica rebelde de aspecto débil y voz de negra veterana. Ninguna de las promesas británicas que la siguieron me demostró en directo lo que hizo Amy aquella calurosa tarde de julio. Puede que su vida ya estuviese jodida por entonces, pero pocos podían esperar tan oscuro final en aquel momento. Un año después de aquello su melancólico canto contra la rehabilitación llegaba al número 1 en España y en todo el mundo, a la par que el drama de sus adicciones llenaban páginas en revistas y diarios. Winehouse era la blanca más grande de la música negra, pero ya no levantaría cabeza. Su tercer disco fue rechazado, los productores abandonaban la complicada tarea de trabajar con ella y la joven artista paseaba su dejadez por escenarios de medio mundo cuando conseguía levantarse y llegar hasta ellos.
La prensa la devoró sin escrúpulos mientras su padre y sus amigos peleaban por mantenerla a flote. Toda su basura la convertimos en una leyenda mal entendida. No era un aura especial de artista maldita, era un chica de 26 años con graves problemas con las drogas, con un amor destructivo, con una comandilla de periodistas acampados a la puerta de su casa londinense y con muchas papeletas de entrar en ese horrible club de los artistas que murieron a los 27 años de edad dejando muchos mitos, grandes canciones y aquello de un bonito cadáver. Amy ya es el último miembro del club. Se va de este mundo sin haberla cagado, sin haberse vendido, sin haber publicado un mal disco, pero dejando en las páginas de los tabloides ingleses una cruda cronología de su descenso a los infiernos, con banda sonora de un época lejana y genial de la historia musical... y ese será su legado, Amy Winehouse salvó el soul y se dejó la vida. Descansa en paz.
