Buscando la tumba de Elvis Presley
En 2006 nos sentíamos ricos y desconocíamos el significado de la prima de riesgo. España y los españoles teníamos un buen futuro a la vista. En ese estado de buenaventura terminé la carrera y con una cartera llena de dólares, dos amigos y un coche nos decidimos a recorrer tres ciudades estadounidenses marcadas por la música. Volamos a Nashville y de allí a Memphis para bajar el río Misisipí hasta Nueva Orleans.
Una ruta mágica marcada por el country, el blues, el jazz y el bourbon. En Memphis, tras recorrer la Beale Street en busca de un blues difícil de encontrar, visitamos la casa deElvis Presley, la estrella de rock más grande de todos los tiempos.
Ninguno pasaba por ser un gran admirador del cantante, pero los tres aceptamos pagar la cara entrada para visitar Graceland; la mansión, el museo de coches y los dos aviones de lujo del músico. Una mañana entera consagrada a recorrer la intimidad de un artista.
Graceland es un parque temático con forma de mansión que cada año recibe a un millón de peregrinos que se desplazan hasta Memphis para honrar a su Rey. La visita a la casa puede durar horas. A la entrada te dejan una audioguía que explica, detalle a detalle, todos los elementos de la vivienda. La ropa de Elvis, su célebre salón con varias teles, la mesa de billar en la que jugó contra los Beatles, sus cuadras para caballos, sus armarios, las camas.Todo sobrecargado, saturado, repleto de cosas brillantes. Curiosa la afición de Elvis por bañar casi todo en oro. Durante la visitas vimos lágrimas de algún emocionado fan, mucho respeto e ilusión en los rostros de gente que no ocultaba estar viviendo uno de los días grandes de sus vidas.
Durante horas recorrimos la vida de la primera gran estrella mundial. Pasamos de su infancia a sus inicios en la música, luego a sus años de servicio militar, la época de Hollywood, las noches de Las Vegas, y un final discreto sobre sus años malos, sus adicciones, su sobrepeso y su final. Tras varias horas de caminata llegamos a un jardín cercano a la salida. Era un día gris de octubre con pocas pero gruesas gotas de lluvia cayendo sobre la finca.El final del recorrido era el cementerio familiar. Siempre he rendido tributo a mis héroes en mis viajes. En París visité la tumba de Jim Morrison, en Ámsterdam pasé por el lugar donde murió Chet Baker, la de Elvis fue mi primera tumba. De pronto se hizo el silencio, un silencio respetuoso y sincero. También estaban sus padres y demás familiares. Uno de mis amigos se acercó despacio a mí y me preguntó: “¿Tú crees que está ahí abajo?”. “Espero que no”, contesté. Una señora anciana contenía las lágrimas, un enorme señor de cara rosada lloraba abiertamente. Aquello me hizo entender la importancia Elvis en la cultura popular estadounidense. Allí, frente a esa ostentosa tumba, comprendí una cosa importante, para ser rey se necesitan súbditos. Elvis era un rey. Este 16 de agosto se cumplen 34 años de la muerte de Elvis Presley
