Un tiempo de biografías aceleradas
Ya no hay líderes como los de antes y faltan justo ahora, cuando la crisis provocada por los mercados requiere una clase política que recobre la legitimidad moral que perdió cegada por las ilusiones de los mercados financieros. Es una opinión de Rüdiger Safranski, prestigioso ensayista alemán editado en castellano fundamentalmente por Tusquets. Safranski participó en el festival Hay, que se cierra este fin de semana en Segovia, en una charla con Javier Moreno, director de El País. Antes, el ensayista alemán que describe el panorama actual como desconsuelo, pronunció en el Centro de Cultura Contemporánea de Barcelona una conferencia en la que habló del fluir del tiempo, ese misterio.
¿Cómo define el tiempo Rüdiger Safranski?
Como algo más que las horas o minutos que mesuran los relojes. El tiempo fija vivencias, recuerdos. Un antes o después. El tiempo es hoy un objeto escaso.
¿Que pasa a partir de esa constatación?
Que las presiones de la competitividad, del bombardeo de informaciones que no tenemos tiempo de procesar, del querer estar en todas partes nos llevan a vivir biografías aceleradas. Eso aboca a un cambio social en el que se diluyen proyectos vitales, se pierde el valor de la experiencia, se toma conciencia de que ante la cantidad de ofertas que recibimos el tiempo es efímero. Los que angustiados no pueden seguir el ritmo se transforman en basura humana tras un proceso de histeria y de embrutecimiento en el que crece en el interior de los individuos el miedo al vacío, al aburrimiento, porque para ellos el tiempo en el que no pasa nada no existe. Hay trabajos médicos advirtiendo a los gobiernos que tendrán que plantearse una política social del tiempo porque crecen las patologías de gentes que dicen vivir sobre una cinta sin fin de la que no pueden bajar o atados a una rueda que gira cada vez más deprisa. Hay que ir a una desaceleración, a la vuelta de un tiempo humano. Antes de que nos sumamos en una nueva barbarie hemos de reforzar el elemento contemplativo, el ser capaces de cambiar el fluir del tiempo: en lugar de repetir me falta tiempo para las cosas que todavía tengo que hacer poder decir me bajo de la cinta para poder reflexionar.
¿Y cree Safranski que los políticos afrontarán el desafío de socializar el tiempo?
Quizá la crisis les fuerce a hacerlo porque va a ser difícil de aguantar un sistema basado en la dinámica de la aceleración en el que solo cuenta el mercado. Los productos de hoy, de vida corta, dijo Safranski son basura del mañana y los productos financieros no son reales.
¿Cómo los define?
Como una mierda.
¿Lo dijo así, como una mierda?
Así. Por decirlo claramente, añadió ante el muy perceptible regocijo de los asistentes. Frente a esa mierda, que Marx había ya vaticinado en su Manifiesto Comunista, Safranski reivindicó fe en las ideas, en la capacidad de decidir, en los grandes principios. El futuro va hoy hacia atrás, con tanta basura financiera y ecológica. Vivimos en una sociedad de velocidades diferentes: la transacción financiera va veloz, la política parlamentaria va lenta y, aplastado en medio, el ciudadano convertido en consumidor ya no entiende nada.
¿Alguna reflexión optimista?
El tiempo, algo real e irreal, es irreversible. No podemos ir hacia atrás o hacia adelante salvo con nuestra imaginación. No podremos nunca detener el paso del tiempo pero si podemos cambiar la manera de socializarlo. Podemos tener el valor de desacelerarlo para reflexionar sobre la muerte, culminación del paso inexorable del tiempo. Salí de la conferencia recordando que hablamos de pasar una noche al raso con Eugenio, nuestro pastor, cenando pezuñas de cerdo. Desacelerar el tiempo. Me apunto otra vez a esa noche.




