¿Solo nos quedan San Pancracio y Santa Rita?
Cuando Ferran Torrent dio vida en sus novelas al detective Toni Butxana no imaginó que los casos de corrupción que este investigaba en Valencia iban a ser superados por la realidad. En "No me vacilen al comisario" Torrent ya intuía en la cita que abría la novela por donde iba la cosa en la gran falla valenciana: "Muchachos, la sociedad está dividida en dos clases: los que tienen dinero y los que no pierden la esperanza de tenerlo. Y quien diga lo contrario que lo demuestre".
¿Crees que los ex directivos de la CAM alicantina han seguido las aventuras del detective Butxana?
La señora Amorós, ex directora general que se ha montado el vitalicio de 360.000 euros anuales, no parece muy cultivada según el presidente de una entidad estatal. Al hablar con ella le sorprendió que aquella señora de vestir hortera que se expresaba mal fuese directora general. También le sorprendió que el ex presidente de la CAM, Modesto Crespo, metiese en los debates económicos un tema religioso que, a juicio de mi interlocutor, le situaba ideológicamente entre Opus y Legionarios de Cristo. Cómo y por qué esa gente llegó donde llegó tras la politización de las cajas de ahorros valencianas llevada a cabo por el trilero Zaplana y continuada por Camps, alias El Curita, no se nos explica. Lo mismo pasa con los ex directivos de las cajas gallegas. El antropólogo Mandianes, gallego como ellos, cree que deberían ser lapidados con las páginas de los contratos abusivos que pastelearon en su exclusivo beneficio. "Ladrones con cobertura legal", dice que titulara en su blog de fin de semana. "Las redes clientelares han creado élites con capacidad de reparto y acumulación; se clientaliza lo público", escribió hace diez años el catedrático Blanco Valdés en "Las conexiones políticas". Le he preguntado si esas palabras siguen siendo válidas. "Sí. Lo que ha pasado con las cajas es un ejemplo de la clientelizacion", me dijo la mañana del viernes. Me pregunto, Montserrat, si esta gente cobrará las millonarias jubilaciones que se han montado a costa nuestra y trasladé esa pregunta, que se formulan millones de indignados españoles, a José Maria Mena, ex fiscal jefe de Catalunya.
¿Y que dice?
Que el Código Penal tiene el capítulo "De los delitos societarios". En ese capítulo, el artículo 291 castiga "a los que prevaleciéndose de su situación en los órganos de administración impusieren acuerdos abusivos con ánimo de lucro propio o ajeno, en perjuicio de los demás socios y sin que reporte beneficio a la sociedad". La pena es de prisión de seis meses a tres años o multa del tanto al triple del beneficio obtenido. El artículo 296 prevé la persecución de oficio sin necesidad de querella de perjudicados si el perjuicio afecta a los intereses generales. El artículo 297 concreta que se entiende por sociedad a las cajas de ahorros. Hasta aquí el Código Penal es claro. A partir de ahí...
¿Qué pasa a partir de ahí?
Que el concepto abusivo es extrajurídico. La sensibilidad del juez es determinante para su apreciación. El perjuicio para los intereses generales, lo mismo. Dice Mena que la conducta de esos individuos es gravemente inmoral, antisocial e injusta y no es descabellado considerar que el acuerdo con el que se han adjudicado esos premios abusivos en nulo y hay base, aunque discutible, para su persecución penal, que sería ejemplar si la justicia estuviera en unas condiciones mínimas de eficacia y celeridad. ¿Reúne la justicia esas dos condiciones? Pss... Por si ese escándalo fuese poco para afectar la moral colectiva, aumentó el paro. Vista la corrupción y el desempleo decidí el jueves comprobar si la gente confía cuando menos en San Pancracio, al que se invoca pidiéndole trabajo, y en Santa Rita, abogada de lo imposible.
¿Y siguen gozando de confianza?
La capilla de San Pancracio en la basílica del Pi está iluminada por decenas de lamparillas que los fieles pagan y encienden. Y en la parroquia de San Agustín, en el Raval, la gente llena con sus peticiones la urna de cristal situada al pie de la imagen de Santa Rita. Puede parecer raro, pero hace doce años Jordi Pujol dijo: "En 1980, en pleno auge de la progresía, me fijé en una imagen de San Pancracio que tenían mis abuelos con el lema salud y trabajo. Lo hice mío y así gané". Me pregunto, querida directora, si rodeados de corruptos, con paro y con la salud en peligro tras los recortes a la sanidad pública, solo nos queda confiar en San Pancracio y Santa Rita.
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La carta de José Martí Gómez




