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Las críticas de 'La Script'. Cronenberg se amansa con el psicoanálisis

De David Cronenberg se espera sangre, tensión y tormento físico. Pero el director de Promesas del Este (2007) y Una historia de Violencia (2005) ha cambiado de tercio, y en Un Método Peligroso concentra su adrenalina cinematográfica en la relación intelectual y personal de los padres del psicoanálisis Sigmund Freud (Viggo Mortensen) y Carl Jung (Michael Fassbender), quien a su vez mantuvo una relación sentimental con su paciente, y más tarde colega, Sabina Spielrein (Kiera Knightley).

Un Método peligroso es una impecable película, un magnífico retrato del combate interior que Carl Jung mantuvo con sus teorías psicoanalíticas y su propia represión sexual.

Sin embargo, algo falla en la poderosa maquinaria de Cronenberg. El director canadiense -tal hábil a la hora de escoger actores- se ha equivocado al apostar por Kiera Knightley como eje de este triángulo que representó la vanguardia revolucionaria en la sociedad de principios del siglo XX. Knightley reduce el tormento mental de su personaje a la mueca de una mandíbula desencajada. Su histérica presencia eclipsa la tensa, cómica y fructífera relación entre Jung y Freud, que interpretan con mucha mayor sobriedad Mortensen y Fassbender.

Basada en la obra de teatro The Talking Cure de Christopher Hampton, que a su vez ha escrito el guión, Un Método Peligroso resulta una película desenfocada, ya que lo verdaderamente apasionante –la relación entre Jung y Freud- queda oscurecida, amortiguada por la gritona presencia de Kiera Knightley.

Esta semana, en la presentación en Madrid de El Gato Con Botas, Antonio Banderas contaba cómo ha ido creciendo su personaje del felino embaucador -con ojitos de santo varón- que nació en Shrek 2 (2004): “Desde entonces, he ido desarrollando una relación personal con los animadores que van conociendo mi sentido del humor y mi personalidad. Las escenas de esta película estaban abiertas, no trabajábamos con un guión cerrado”.

Muchas veces, las virtudes y los errores se confunden. Hay que reconocer que este personaje de gato caradura y pícaro ha sido uno de los grandes aciertos de la saga de Shrek. Pero, en su afán de estirar y explotar el filón hasta el último céntimo, Dreamworks ha apostado por este spin-off que se basa únicamente en la sólida personalidad del personaje y en la magnífica interpretación de Banderas. Prueba de que el toque Banderas es fundamental es que ha puesto voz al gato en inglés, las dos versiones de español (para América Latina y España) e italiano.

Las peripecias del felino y su encuentro con una gata latina (Salma Hayek) en clave de western son irrelevantes. Francamente, podían haber invertido algo más en guionistas. Los niños no son tontos.

El director Santiago Zannou (El Truco del Manco, 2008) ha apostado en este documental por lo más difícil: conmover con lo más simple. Un hombre, su tierra y sus lágrimas. La Puerta de No Retorno es el viaje de vuelta de su padre, Alphonse, a Benín tras 40 años de emigración en España. La cámara sigue a un hombre de 68 años que un día se fue de su país y allí dejó familia, recuerdos, tristezas. Dice Santiago Zannou que el inmigrante es un héroe trágico que lleva a cuestas el peso de su pasado y la incertidumbre de que quizá, no llegue nunca a arreglar cuentas con él.

En este viaje a África, Zannou muestra con impúdica sencillez la profundidad de la vida. Su padre llora y vierte chorritos de cerveza sobre las tumbas de sus amigos y familiares. No reconoce el país que dejó, no olvida la frialdad y la dureza de la emigración, y se pregunta si todo este dolor ha merecido la pena.

Lo que comienza como un documental de interés exclusivamente familiar se hace rápidamente universal. El director se cuida mucho de ponerse místico y pretencioso, evita el lirismo facilón y se queda como testigo mudo de dos hermanos ancianos que viajan hasta la tierra de su madre para saldar cuentas con sus muertos. Evidentemente no es un documental comercial, tiene un estreno muy limitado y está destinado a los amantes del género. La Puerta de No retorno es espejo de la vida sin adornos, a palo seco.

Dados los tiempos que corren, y habida cuenta de lo difícil que es para el sector cinematográfico -sobre todo español- meterse de hoz y coz en el lodazal de la crisis, la iniciativa de Mercedes Álvarez ya merece un aplauso. Elaborar un largometraje con grandes dosis de documental, con elementos poéticos, con más silencios que diálogos, ¡y encima sobre la crisis!... es de nota. El problema de ese triple salto mortal con tirabuzón que es 'Mercado de futuros'... es que aúna tantas pretensiones que no parece haber cumplido muchas de ellas.

La cinta retrata en diferentes escenarios -una casa que se desmonta tras la muerte de los inquilinos, una feria inmobiliaria, la vieja tienda de un anciano [escenarios casi todos urbanos]- la decadencia de la sociedad que nos ha tocado vivir. Como en el caso de la feria, la cámara se limita a ser testigo de cómo nos devoramos como hienas, y deja que los agentes de ventas retraten con sus palabras la sarta de engaños a la que nos han -y nos hemos- sometido durante los años de falsa abundancia.

'Mercado de futuros' -de la directora de 'El cielo gira'- acaba siendo, lamentablemente, una mera sucesión de estampas sin mucha conexión interna. El espectador acaba agradeciendo los momentos de humor que proporcionan algunos de los protagonistas, como si la risa, por un lado, purificase los pecados de la crisis... y por otro, como si nos recordase a qué habíamos ido al cine.

El debut en el largometraje de ficción del aleman Andres Veiel, a quien entrevistamos en Sevilla días antes de que se llevara el Giraldillo de Plata, es una historia sobre la Alemania de los sesenta. Sobre un país que intenta desprenderse de las sombras del nazismo cuando muchos de sus protagonistas seguían allí. El terrorismo urbano que generó la preponderancia de Estados Unidos durante la guerra fría y la crisis de identidad que sufrió la juventud europea se entremezclan en una cinta para la que el director echa mano de pequeñas piezas documentales de la época... y en la que los actores ejecutan bien sus personajes. Tiene ese tono y esos colores 'Good-bye Lenin', aunque 20 años antes, que de vez en cuando nos reconcilian con la fotografía...

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