Las críticas de 'La Script'. Del activismo político a la oligofrenia total
A sus 75 años, Robert Redford no se resigna a que la política esté por encima de la verdad. 'La conspiración' es un nuevo aldabonazo a la conciencia americana, una llamada que alerta contra los abusos del poder, y para ello se remonta al juicio de los cómplices del asesinato del presidente Lincoln en el año 1865.
Tras capturar y matar al autor material del magnicidio, un tribunal juzga a siete hombres y una mujer acusados de la conspiración. La actriz Robin Wright interpreta a Mary Surratt, la dueña de la pensión donde se reunían los conspiradores, que fue juzgada y ahorcada tras un juicio militar que se realizó a toda prisa para encontrar rápidamente culpables y cerrar el caso. El actor inglés James McAvoy (Expiación 2007, X-men: primera generación, 2011) hace el papel de un joven abogado que, a regañadientes acepta su caso, y acaba enfrentándose contra un sistema judicial que antepone la paz social a la verdad.
Sin un guión de gran originalidad, ni una puesta en escena apabullante, se salva por la interpretación magistral de Robin Wright en el papel de madre sobria y resignada, entregada a la causa del Sur y dispuesta a dejarse matar para librar a su hijo de la horca. James McAvoy, sin ser un actor prodigioso, consigue meterse en la piel de un idealista abogado al que todo el mundo da la espalda y que defiende con dignidad su personaje, con el mérito de que pronto nos olvidamos de su rostro y sólo vemos al leguleyo.
'La Conspiración' no es una de las películas importantes de Robert Redford director, como Quiz Show (1994) o Gente Corriente (1980). Se limita a ser una modesta reflexión sobre los cimientos esenciales de una sociedad como la americana. A ratos resulta demasiado local, hecha a medida de los profesores de instituto americanos, pero los amantes del cine de juicios tendrán una buena ración de discursos en el estrado y un final, que no por menos conocido resulta poco emocionante.
No nos libramos del humor casposo y machista. Esas bromas adobadas con piropos brutales que reciben con una mema sonrisa las jóvenes de turno. Y todo ello montado sobre un guión repetitivo y previsible. Dicen sus creadores, el director Carlos Theron y el guionista Curro Velázquez, que su película está en la línea de Porky´s, American Pie y Resacón en las Vegas. Con esa declaración de intenciones, ¿se creen que se ponen a la altura de sus ídolos? Fuga de cerebros 2, sensibilidad e ideología aparte, es una película ramplona, sin ninguna osadía y ningún giro sorprendente.
Fuga de cerebros 2, con Adrián Lastra en lugar de Mario Casas a la cabeza del pelotón de amigotes descerebrados, se pone en la senda del torrentismo en su versión dulzona. Se lanzan al chiste escatológico (sin piedad en la repetición), al escote y las bragas de las cheer leaders, pero luego dan un volantazo sentimental y los personajes hacen un despliegue de innecesarios buenos sentimientos. Puestos a ser transgresores, por lo menos no pecar de vergonzantes.
Justin Timberlake no engaña... y ya nos lo decía en la entrevista que manteníamos con él hace unas semanas. Le gusta interpretar al hombre corriente, y no podemos negar que en 'In time' lo consigue. Tan corriente que consigue pasar desapercibido durante dos horas. El actor y cantante da vida a un personaje anodino, con el que es imposible identificarse, en una historia que al principio de la película pinta muy bien: una sociedad en la que la nueva moneda es el tiempo, y en la que los más pobres tienen que trabajar durísimo cada día para no morir... al quedarse sin segundos. ¡Ah! Olvidábamos decir que es una sociedad en la que los personajes se mantienen eternamente jóvenes [el momento en que se nos presenta a Timberlake como hijo de Olivia Wilde es chocante].
Y sin embargo, Andrew Niccol [director de 'Gattaca', inspirador de 'El show de Truman', artífice de 'El señor de la guerra'] no consigue dar ni con la estética ni con el tono adecuados para este thriller de ciencia-ficción con cierto discurso social. La película no es aburrida, pero a medida que avanza genera desinterés por la suerte que correrán los huidizos protagonistas [quizá a excepción de la escena final]. La contraparte de Timberlake es Amanda Seyfried -'Mamma mía'- que parece preguntarse todo el tiempo dónde quedaron los vestidos blancos y el sol que baña las islas griegas. 'In time' es mucho más gris, pero solo por fuera.
Los dos protagonistas de 'Fresa y Chocolate' (1994), Jorge Perugorría y Valdimir Cruz debutan como directores con este largometraje sobre los estragos de confusión que produce la crisis de los 40.
Basada en la novela de Reinaldo Montero ‘Música de Cámara’, Vladimir Cruz firma el guión que encierra en un resort de lujo cubano a dos matrimonios de mediana edad que ante el vacío existencial se lanzan al intercambio de parejas y a conversaciones trascendentales como éstas: “Ser de izquierdas es una edad mental. La libertad está sobrevalorada. El socialismo es como la erótica, y algunos nos la están metiendo sin vaselina”. Literal.
La actriz española Cuca Escribano (Poniente, Retorno a Hansala) y la cubana Gabriela Griffith se pasan la película en bikini rebozándose con los actores/directores en celos, ron, sudor sexual y miradas de felinas que rozan con lo chistoso. Definitivamente Cruz y Perugorría se han equivocado en esta aventura cinematográfica de ambición desmedida. Quizá apuntaban a ser una suerte de El Último Tango en París, un drama que destile soledad y sexo, y que en el caso de Afinidades cae en un ridículo sin paliativos. Ni la banda sonora de Silvio Rodriguez y Omara Portuondo ayuda a aliviar el tedio de esta fallida ópera prima.
Esta película podría ser una de robots boxeadores que se atizan mandobles con una atronadora banda sonora, sin más. Sin embargo, la sombra de Spielberg como productor asoma por detrás, y tanto los robots como los protagonistas humanos tienen un toque tierno que arrastra al espectador hacia las peripecias del exboxeador Hugh Jackman y su hijo de 11 años.
Ambientada en el año 2020, Acero Puro recrea un ambiente guarro-retro-futurista donde los robots son gladiadores y sus dueños los enfrentan hasta que se saltan todos los tornillos. Podría ser Transformers, pero el director Shawn Levy (Noche en el Museo, Noche Loca) ha optado por compatibilizar decibelios y puñetazos con el encuentro entre un padre impresentable y su hijo del que tiene que hacerse cargo tras la muerte de su madre.
No hay nada original en esta película, que se limita a ser un compendio de argumentos ya trillados: padre e hijo que se reencuentran, boxeador en declive que emprende el camino de la superación y robot con corazoncito. Pero hay que reconocerle oficio a la hora de conciliar estos elementos que la convierten en algo más que una ensordecedora película de robots. Algo más, pero nada memorable. Ni siquiera Hugh Jackman se ha esforzado demasiado en desplegar su sonrisa irresistible. El toque Jackman vacilón se lo reserva para sus Lobeznos.
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