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Las críticas de 'La Script'. Una semana de comedias rebeldes

En esta época de resignación, en la que hay que entregar el pescuezo al poderoso de turno y darle las gracias por el tajo que te lleves, por fin se estrena una película que se atreve a hacer una dura reflexión política con acción y humor. El director y guionista de 'Attack the block' es el inglés Joe Cornish (co-guionista del 'Tintí'n de Spielberg) que creció viendo películas de ovnis en los ochenta e imaginándose la bronca que se hubiera montado en su vecindario del sur de Londres (justo donde estallaron los disturbios este verano) si hubiera caído entonces un ET del cielo.

La idea de la película se la dieron un grupo de adolescente negros que le asaltaron. Todos estaban aterrorizados, y Cornish decidió tirar del hilo de su miedo y relacionarlo con un argumento de ciencia ficción, un género que tradicionalmente ha sido muy útil para hacer crítica social. Pero en lugar de ponerse sesudo y solemne, este inglés de 43 años ha preferido debutar en el largometraje con una comedia desmadrada y de ritmo frenético.

En solo 88 minutos, un grupo de críos encapuchados -que se lían a mazazos con unos pequeños gorilas de dientes fosforescentes- evolucionan desde el vandalismo hasta el heroísmo, pasando por la denuncia racial: “Primero nos mandaron las drogas, luego las armas. Como veían que tardábamos mucho en matarnos ahora nos mandan un alien para que nos eliminen rápido”. Diálogos como este no han gustado a los políticos ni a la prensa británica. 'Attack the block' se estrenó en mayo en Inglaterra, y cuando salió el DVD en verano hubo un reproche general que acusó a esta película de ser la inspiradora de los disturbios de Tottenham.

Interpretada por una cuadrilla de chavales sin experiencia previa, y rodeados de actores cómicos como Nick Frost (que interpreta a un camello que regenta una plantación de marihuana en un piso), Attack the block es un surtidor de ingenio y mala uva. Una delicia inteligente en los tiempos del humor atocinado.

Después del éxito de 'El Concierto '(2009), el director franco-rumano Radu Mihaileanu sigue repartiendo doctrina en formato de comedia ligera. Mihaileanu parte de la historia real de unas mujeres turcas que en 2001 se negaron a acostarse con sus maridos para presionarles a construir un puente, y en su película traslada la acción a un pueblo árabe indeterminado del norte de África donde sus mujeres reclaman una fuente cercana para no tener que acarrear agua.

Como el tema de la brutalidad hacia las mujeres en el mundo árabe es demasiado espinoso, Mihaileanu esquiva las aristas y utiliza un tono edulcorado –casi Disney- y un didactismo escolar muy evidente. Entre la blandura y un metraje desmesurado (135 minutos), La fuente de las mujeres se queda en una película cargada de buenas intenciones, que ha conseguido ser la primera en ser clasificada por el ministerio de Cultura como “especialmente recomendada para el fomento de la igualdad de género".

'La fuente de las mujeres' (de producción francesa, por supuesto) cerró la competición oficial en el pasado festival de Cannes, y ya entonces fue recibida entre aplausos y pitos a partes iguales. El reparto está formado por un solvente grupo de actrices de varios países árabes que viven en Francia, entre ellas, la palestina Hiam Abbas (The Visitor, 2007), que vinculó esta historia con la revolución encendida en los países árabes: “La ilusión por cambiar se extiende por todas partes”.

Nadie le niega los valores de igualdad, pero no son suficientes para sostener una comedia-protesta-musical-sentimental-lejanamente inspirada en ‘Lisístrata’, la obra de Aristófanes, donde las mujeres se alzan contra la apatía masculina. El que mucho abraza, poco aprieta.

El director californiano Cary Fukunaga ('Sin nombre', 2009) adapta con brutal precisión y sobriedad la novela de Charlotte Brontë. Sin dejarse llevar por las oscuridades del terror, define una estética realista y luminosa, y con la misma decisión lleva a los actores hacia una historia de amor trágica y madura, sin dejarse caer en los tópicos que tantas veces han idiotizado a los personajes románticos.

Es sorprendente que en su segundo largometraje, Fukunaga haya sido capaz de unir a un reparto tan acertado y dirigirlo con tal maestría. La australiana Mia Wasikoska, a sus 22 años, interpreta a una Jane Eyre poderosa en su fragilidad. Michael Fassbender se confirma como un actor superdotado, capaz de interpretar a un Rochester enigmático en su ira y a la vez vulnerable. Esta nueva adaptación recoge toda la potencia del drama de Jane Eyre, y capta perfectamente la fortaleza de la protagonista de la novela publicada en 1847, que en un vendaval de desgracias no suelta las bridas de su vida y de su destino.

A Gus Van Sant le fascina la inestabilidad propia de la extrema juventud ('Paranoid Park', 'Elephant'), pero no siempre acierta. En el caso de 'Restless', la historia de amor entre una adolescente enferma de cáncer terminal (Mia Wasikowska) y un chaval desorientado por la reciente muerte de sus padres (Henry Hopper, hijo de Dennis Hopper) se le ha ido irremisiblemente de las manos.

Quizá una de las combinaciones más difíciles de trasladar a la pantalla sea la de adolescencia y muerte. El despegue vital que se une al colapso final requiere una sutileza extraordinaria. El guionista Jason Lew (hijo de un oncólogo infantil) parte de la habitual situación de los niños enfermos que ignoran la inminencia de la muerte y se entregan a los mínimos detalles del presente. Sin embargo, Van Sant se inclina en exceso hacia la hiperactividad de los protagonistas, que siempre pasean por el filo de situaciones forzadamente poéticas, que rayan lo cursi.

Estéticamente es impecable. Tiene una atmósfera a lo Godard y una banda sonora que arropa la melancolía de los personajes. Sin embargo, ese mismo enfoque visual resulta relamido y le quita la arenosa verdad que la muerte trae consigo.

Los actores, aunque correctos, están algo desorientados. Especialmente Mia Wasikowska, que no consigue transmitir la fragilidad de su situación. Y a pesar de la pureza de su rostro, su interpretación se queda en una agitada adolescente con raptos de tristeza. Duele ver el naufragio de una actriz que ha interpretado a un personaje lleno de las abismales sutilezas en su anterior trabajo, Jane Eyre, y que sin duda se debe a la falta de una dirección clara y contundente.

Sí, no se puede ocultar. Antes de que comience la película, el espectador se ve obligado a 'disfrutar' de un videoclip del señor Justin Bieber reinterpretando -¿hacía falta?- el clásico navideño 'Santa Claus is coming to town'... pero después todo mejora, mejora muchísimo. 'Arthur Christmas' cuenta la historia del miembro más joven de una larguísima estirpe de Santa Claus, que van pasando de padres a hijos esa estresante tradición de repartir los regalos en Nochebuena. Llegado el año 2011, el Polo Norte es un sofisticado centro de operaciones similar a la NASA, en el que millones de elfos controlan al milímetro un reparto anual que se parece más a 'Misión imposible' que a 'Vaya Santa Claus'. La operación está dirigida por Steve, el candidato a suceder a su padre al frente del 'trineo galáctico', pero su perfecta ejecución acaba con un pequeñísimo error: se han olvidado de entregar un regalo a una niña inglesa. Ahí empiezan los líos...

La película es un éxito de la coproducción entre Sony Pictures y Aardman [una de esas compañías especializadas en stop-motion], que han conseguido una gran expresividad en los rostros de los personajes y una cuidada ambientación. No hay que perder de vista al personaje del viejo abuelo Santa, que bordea la línea de lo políticamente incorrecto; y sin embargo, podemos utilizar una de sus reflexiones generales. También en el cine, "las cosas han cambiado".

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