Jorge Fernández Díaz
Quizá por ser hombre de sólida fe religiosa a Jorge Fernández Díaz no se le puede negar fidelidad. Contra viento y marea, ha mantenido sus principios: en Cataluña, ser de Alianza Popular cuando aun no era Partido Popular, y encima ser del Español, se ha de reconocer que tiene mérito. Ahora asume un buen marrón: con la crisis, miramos al ministro de Economía pero la papeleta que va a tener Fernández Díaz como ministro de Interior no va a ser menor.
¿Cómo le definirías?
Como hombre de aspecto tranquilo y con sentido del humor. Quizá eso le ha ayudado a sobrevivir en la política. Un día del año 1988 en el que las elecciones autonómicas catalanas auguraban buenos resultados a Alianza Popular le pregunté si se iba a meter en la cama envuelto con uno de los pasquines del partido y me respondió que sería un gesto muy familiar ya que los niños que salían en la foto eran sus hijos. De los políticos catalanes que vivieron la transición es hoy el único superviviente que sigue en primera línea. La larga travesía del desierto del Partido Popular en Cataluña no ha sido fácil: Fernández Díaz sabe muy bien que hasta la emergencia del voto popular en las últimas elecciones le tocó vivir años de escuchar que era un facha, ser corrido a tomatazos en un barrio de Barcelona, soportar las miserias internas de un partido que se rompía una y otra vez en luchas internas, cambiaba de líderes y no encontraba el mensaje idóneo. Y encima el Español, que si bajo a segunda, que si no bajo por poco.
Como ministro ¿cambiará de talante?
No lo se. Pero si no cambia estamos de suerte los periodistas porque, así me lo dijo un día, cree que el político debe llegar a la ciudadanía a través mensajes sencillos, directos. "La gente no te pregunta por el PIB o por cosas semejantes sino por problemas cotidianos más perentorios", me dijo.
Siempre encontró a faltar en su partido la facilidad de Pujol para cautivar a las señoras Pepetas con mensajes tan elementales como decirles que lo importante es que puedan poner a hervir la olla cada día, lo que equivale a decir que cada día comerán. Una buena receta para los tiempos que corren. Ingeniero industrial e inspector de trabajo, la vida de Jorge Fernández Díaz ha estado marcada siempre por la vocación política. Con sorna, me comentaba que Pujol decidió ser presidente de la Generalitat al hacer la primera comunión. Con sorna puedo decir yo que Fernández Díaz supo que ese sueño era imposible para él en Cataluña pero sí soñó desde que llevaba pantalón corto en ser ministro pese a los consejos que ya de casado le fue dando su mujer tras los repetidos batacazos de su partido en Cataluña: "Anda, Jorge, deja ya a política. Te da más disgustos que el Español".
Pero siguió...
Siguió. Con su hermano Alberto siempre a su lado. En los tiempos en lo que ambos eran navegantes poco menos que solitarios en las aguas turbulentas de su partido, emergiendo como corchos tras cada naufragio electoral, Jorge Fernández Díaz me dijo que las mayorías absolutas no eran buenas. Añadió: "La sociedad precisa de unos poderes compensados para enriquecerse con todas las aportaciones". ¿Habrá cambiado de opinión tras la goleada electoral de su partido? Los cuerpos de seguridad que conoció siendo gobernador civil de Barcelona -donde encarceló a seis personas por llevar una pancarta que pedía independencia- y de Asturias el 23-F, opinaba eran cuerpos endogámicos y cerrados. Si han cambiado o no a lo largo de estos años lo sabrá ahora desde el palacete de Castellana. Además de cerrados y endogámicos, en Cataluña, que cruz ministro, casi todos los polis son del Barça.




