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Las críticas de 'La Script'. George Clooney despliega toda su fragilidad

¿Qué mayor reto hay que sacar a George Clooney de su coraza de glamuroso cinismo? Alexander Payne empieza por lo más difícil. Humaniza a este sex symbol. Le despoja de todo atractivo y le ofrece el personaje de un abogado cincuentón, que tras un accidente que deja a su mujer en coma, se encuentra con dos hijas adolescentes a las que apenas conoce.

Empieza un camino de reproches, descubrimientos y ternuras que se sale de las vías trilladas del melodrama simplón. Y se adentra en la vida misma, sin golpes de efecto y piruetas resultonas. Deja al actor solo con su propio talento. Es ahí donde George Clooney muestra una desconocida fragilidad, la de un marido tan dolorido por la infidelidad de su mujer como desorientado ante el vacío de la enfermedad.

Alexander Payne es el cineasta de la soledad. Sus personajes suelen ser agridulces, algo cómicos y siempre imprevisibles. Pero, al final, solitarios y algo abandonados por la vida.

'Los descendientes' propone una desabrida reflexión sobre el aislamiento dentro de la familia: “La familia es como un archipiélago. Somos islas cada día más alejadas” se dice el personaje de Clooney. Que además vive en Hawaii, un paraíso para los turistas y que no deja de ser un decorado, una cáscara cualquiera que recubre el amasijo de sentimientos que componen la vida. Y que un maestro como Payne sabe retratar.

La relación entre el cine español y la Guerra Civil es un asunto recurrente, tan recurrente que resulta aburrido. Pero es que en 'Silencio en la nieve' se puede apreciar un matiz importante que introduce novedades en el debate. Hagamos una precisión previa. La nueva película de Gerardo Herrero se desarrolla en el seno de la División Azul durante el invierno de 1943, en el frente ruso que Franco envió a Europa para socorrer a Hitler en su lucha contra 'las hordas comunistas' [es decir, tengamos en cuenta que la Guerra Civil ya había terminado]. Formulada la salvedad, y teniendo en cuenta la influencia oscurísima que el conflicto fratricida ejerce sobre los personajes de la cinta, cuatro años después de su final, podemos decir que la trama se aleja de las propias guerras [la mundial y la civil]... para centrarse en una investigación policial.

Porque quizá esa ha sido la rémora de cintas como la reciente 'La voz dormida', que a pesar de contar la historia particular de unos personajes, ofrece a la Guerra Civil [a veces a la Posguerra] un papel tan protagonista que acaba convirtiéndola en un personaje más. Un síntoma de esta práctica son las frases grandilocuentes al estilo de 'cuándo acabará esta maldita guerra', o la inclusión de los personajes en tramas generales de nuestra historia, mezclándolos con políticos o generales preponderantes de la época. 'Silencio en la nieve' diluye en el anonimato de la División Azul -en un mar de 18.000 uniformes- una historia de venganza enraizada en la Guerra Civil, pero que nos lleva de la mano por el sendero de lo humano, y no de lo bélico.

Con la División Azul como escenario, Arturo Andrade -inspector de policía durante la II República- recibe el encargo de investigar unos extraños asesinatos. Las víctimas aparecen con una rima católica grabada a cuchilladas en el pecho -'mira que te mira Dios...'-, y junto al sargento Espinosa, a quien da vida Carmelo Gómez, tendrá que esclarecer quién es el autor del macabro rito. La trama es entretenida, los actores están ajustados a su papel -destacamos a Gómez y a Víctor Clavijo, un mando intermedio enigmático-, y la ambientación es irreprochable. El intensísimo frío de Lituania, de hasta 25 grados bajo cero, recibió al equipo de la película... que tuvo que descongelar los descongeladores. Quizá el único punto débil de la cinta sea la historia de amor, pero no pesa lo suficiente como para empañarla.

La familia (en su versión más tradicional y conservadora) es uno de temas de inspiración para el cómico americano Adam Sandler, que ya ha explotado en varias películas como Niños Grandes (2010) o Un papá genial (1999). En Jack y su gemela, Sandler indaga en los tópicos de hermanos idénticos. Para regodearse en el estereotipo de los gemelos, Sandler interpreta a los dos personajes protagonistas: un director de anuncios de televisión y su hermana gemela, una especie de Omaíta a la americana con melones en el sostén y carmín extra fuerte.

Como la idea no es nada original, Sandler recurre a cameos potentes. El más llamativo: Al Pacino, interpretándose a sí mismo dando gritos en un escenario de Broadway y persiguiendo a Sandler en versión femenina. La mejor escena es en la que Pacino ordena borrar su intervención de un anuncio de café en el que el protagonista de El Padrino se marca un bailecillo patético. Seguramente, Pacino pensó en algún momento del rodaje que lo sensato sería borrar esta misma película y luego se tranquilizó al imaginarse que sus fieles jamás verán esta comedia.

Al igual que hizo en Niños Grandes, contratando a Salma Hayek como amantísima esposa, en esta ocasión la buena madre de familia es Katie Holmes, cada vez más delgada e inexpresiva. Remata el reparto Santiago Segura, que hace una caricatura de un gigoló latino casposo, luciendo su barriga torrentiana sobre un breve tanga. Aburrida y sin gracia.

Es difícil imaginarse por qué y cómo se ha llegado a hacer este Lawrence de Arabia para andar por casa, que roza con el telefilm hecho para la siesta, y que además lo firme un cineasta como Jean Jacques Annaud que, a pesar de sus altibajos, siempre apuesta por enfoques personales (En Busca del Fuego, El Nombre de la Rosa, Enemigo a las Puertas). Y aunque Annaud, en su solitaria ronda de promoción por Madrid (sin la compañía de ningún actor) explicaba que le fascinaba abordar el eterno debate de progreso versus tradición, nada resultaba convincente.

Oro negro es un quiero y no puedo en casi todo. Pretendía ser una gran historia épica con tintes shakesperianos, una gran superproducción cuando sólo tiene cuatro camellos y tener un gran reparto de estrellas de Hollywood. En realidad, sus protagonistas solo son dignos secundarios- Antonio Banderas, Mark Strong, Freida Pinto y Tahar Rahim (Un Profeta)- desaprovechados por culpa de un pésimo guión y una dirección vergonzante.

El relato de la transformación de los países árabes que encontraron petróleo en su territorio a principio del siglo XX podría haber sido apasionante, pero lo esquemático de los personajes y las situaciones la convierte en otra película alimenticia y olvidable.

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