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Sociedad
LA CARTA DE MARTÍ GÓMEZ

Oremos, hermanos...

Presentación en la sociedad mediática de un rostro nuevo: el de la directora general de Política Interior, Cristina Díaz.

Debut en la jornada de huelga general. Debut sin admitir preguntas de los medios informativos. Yo creí entender que el ministro me dijo hace años que el político tenía que entrar en las salas de estar con un diálogo abierto a través de los medios informativos. O yo debí entender mal o a la responsable de Política Interior no le ha llegado todavía la consigna. Cristina Días es juez. Ha estado poco tiempo como juez de instrucción y no ha llevado ningún asusto de calado. Sí se ha distinguido, haciéndolo bien como miembro de la coordinadora de las cuatro asociaciones de jueces existentes, ella en nombre de la conservadora Asociación Profesional de la Magistratura. La señora no es del Opus Dei, cosa extraña entre los actuales altos cargos del ministerio: es Opus el ministro Fernández Días, lo es el secretario de Estado Ignacio Ulloa y lo es gran parte del equipo. En tiempos de mayor Oreja el Opus ya tuvo peso en Interior. Eran del Opus desde el jefe de gabinete al director general de la Policía (el insumergible Cotino, hoy en la Generalitat de Valencia) amén de otros altos cargos. Como diría Jaume Perich, especialista en triturar al Opus, no todo es negativo. Por ejemplo, en Interior no están los Legionarios de Cristo.

Ampliemos el escándalo sobre los gastos del Consejo del Poder Judicial que leímos el pasado sábado en las paginas del "El País".

Oído barra: marchando una Conferencia en Cartagena de Indias, que está aquí al lado, más una semana de vacaciones a cargo del contribuyente. Eso ha pasado: Beneficiario, un miembro del Consejo General del Poder Judicial. Al hablar antes de Cristina Díez olvidé decir que siempre se ha preocupado por las condiciones laborales de los miembros de la magistratura. Una parte de los veinte miembros del Consejo, más su presidente Carlos Dívar, no parecen tener problemas. Algunos de ellos son austeros, tiran muchas horas de trabajo y se indignan ante el desprestigio que para el órgano político de los jueces revela el hecho de que otra parte de los miembros del consejo, con su presidente en cabeza, sean despilfarradores a cargo de nuestros bolsillos. Por poner ejemplos sin dar apellidos, que me guardo para otro día: hay honestos miembros del consejo que en un año han gastado solo dos mil euros bien justificados y hay quien ha gastado cincuenta mil. De difícil justificación éticamente hablando. La batalla interna que por la austeridad se libra en el consejo viene de hace dos años, cuando se pudo parar in extremis un viaje a Uruguay previsto por Carlos Dívar acompañado por un séquito de catorce personas. Lo del presidente del Consejo es digno de un estudio psicológico. Si no es así no se entienden sus viajes a hoteles de lujo del sur de España, siempre acompañado por siete escoltas, siete, récord mundial para este tipo de cargos, y su generoso tirar de la cartera pagando los ciudadanos pese a que tiene el sueldo más alto de todo cargo político. Dívar es un hombre que deja hacer, que está siempre con el que manda, que nunca quiere líos y resulta cómodo para el poder. Es hombre formalmente muy religioso pero parece que por el tren de vida que lleva está más próximo a la pompa vaticana que a las comunidades de base. Roguemos por su conversión, hermanos.

La carta de Martí Gómez: "Oremos, hermanos..."

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