Cabezas de turco

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Ha vuelto a suceder en mayo. La gente se ha concentrado en una plaza a protestar, la policía ha acudido a desalojarla con métodos violentísimos y una marea de gente ha acudido más indignada aún hasta llenar la plaza. Ha vuelto a suceder. Un pueblo cansado de agresiones del poder ha despertado, ha salido a la calle, ha tomado una plaza, ha retomado el espacio público y ha vuelto a prender la llama de la indignación. Esta vez no ha sucedido en España ni en el norte de África. Está sucediendo en Turquía. Antes fue en la plaza de Tahrir. Después en la Puerta del Sol. Ahora sucede en la Plaza de Taksim de Estambul. La rebelión de los pueblos sigue extendiéndose. Es un motivo de alegría y de esperanza que me devuelve el coraje adormecido. Turquía en estos días me recuerda mucho a España hace dos años. Como aquí, allí el pueblo llevaba muchísimos años sin levantarse. Las razones para hacerlo ahora son parecidas a las que aquí padecemos. Todo empezó con un grupo de activistas que protestaban contra el derribo de un parque público para construir un centro comercial. Protestaban contra la venta del espacio de todos a unos pocos. Protestaban por lo que protestamos muchos: contra este capitalismo que devora nuestras ciudades, nuestras vidas, nuestros parques para convertirlo todo en una gran superficie de negocio en la que solo somos clientes. Pero también protestas por el autoritarismo de Erdogan, por la restricción de libertades, el control mediático por parte del gobierno y la mayor presencia de la religión en el Estado. Autoritarismo, restricción de libertades, control mediático y censura, aumento de la religiosidad estatal: Turquía en estos días me recuerda mucho a España en estos días. Turquía es España. Como aquí, el gobierno turco ha enviado a sus fuerzas de choque policiales, a sus perros de presa, que han mordido hasta el hueso. Han utilizado agua a presión, pelotas de goma, gases lacrimógenos. Se habla de dos personas muertas. Una de ellas, un joven que murió ayer. Una mujer está en estado crítico y necesita una cirugía cerebral. 1700 personas han sido detenidas en 19 ciudades. Algunos blogueros informan de varias personas que han perdido el ojo por los disparos de los antidisturbios. Como en España. Como aquí, allí el gobierno de Erdogan ha despreciado a los indignados, los ha llamado vagos y les ha dicho que se vayan a beber a casa. El poder siempre tiene el vicio de acusarnos de sus propios vicios. También los medios de comunicación oficiales y oficialistas han tratado de ocultar o menospreciar a los indignados. Como en el 15M. Ladran, luego cabalgamos. Ciudadanos turcos, como tú y como yo, nos piden ayuda a través de las redes. Nos piden visibilidad internacional, apoyo y difusión para presionar a su gobierno, para evitar más muertos y heridos, para no sentirse solos. Los indignados turcos nos necesitan y nosotros necesitamos a los indignados turcos. Ahora que nuestra llama se empieza a apagar, necesitamos este nuevo chute de gasolina de los turcos. Necesitamos la gasolina de los indignados turcos porque no queremos seguir siendo cabezas de turco. Por el momento han conseguido que no se construya el centro comercial aunque quizá se construya una mezquita. O sea, sustituyen un monopolio por otro. No podemos bajar la guardia. Les deseo todo el ánimo del mundo a los turcos. Nos le deseo a nosotros. Hoy me repito: No somos cabezas de turco pero sí somos turcos.




