Terauchi y los discos comprados al azar
Siempre he sido de esa clase de gente de dudoso criterio que compra discos que desconoce por un buen título o una curiosa portada. El balance de mis elecciones es terroríficamente negativo. Esta vez no, esta vez acerté. La portada de ‘Nippon guitars’ me conquistó, parecía sacada de una de esas películas de samuráis que debe ver Quentin Tarantino en las noches de insomnio, pero la fuerza de composiciones como el Ganrok Hanami Odori que abre el disco me reafirmaron de inmediato en mi elección. Poco a poco, la música de este maestro de la guitarra fue invadiendo mi casa sin concesiones al arrepentimiento. Había descubierto por azar, lo admito, una de esas joyas que suelen pasar desapercibidas en las tiendas. Me había llevado a casa la música que un guitarrista había compuesto en Japón entre 1966 y 1974, mientras Estados Unidos e Inglaterra pugnaban por el cetro de la música con algunos de los mejores álbumes compuestos a lo largo de la historia.
Terauchi fue un pionero, uno de esos personajes visionarios que desde joven tuvo claro su destino. A finales de los años 50, Terauchi consiguió una guitarra y comenzó a buscar su sonido tocando en los antros del puerto de Yokohama, cerca de las bases de los soldados estadounidenses. Sería precisamente un soldado quien conseguiría a Takeshi su primera Fender Telecaster, marca de la que posteriormente se convertiría en agente.
A pesar de la irrechazable influencia estadounidense, Terauchi también navegó en la tradición nipona rescatando elementos de sus antepasados que incorporaba con maestría a la guitarra eléctrica. Aunque durante los años sesenta su figura y su música supusieron un golpe de aire fresco en el panorama musical japonés, la generación posterior le dio la espalda abrazando a músicos occidentales como Eric Clapton, toda una estrella en Japón, o Jimi Hendrix. La música de Terauchi perdió reconocimiento. Los días en que Ed Sullivan le invitaba a su programa, o en los que NME y Melody Maker hablaban de su obra, fueron pasando. En la actualidad sigue grabando, componiendo, tocando y produciendo. Esta magnífica recopilación, realizada con gran esmero por todo un experto en la cultura nipona como es Howard Williams, es un álbum necesario, un reconocimiento tardío que servirá para que ese tipo de compradores que eligen el material atendiendo a corazonadas se lleven una inmensa alegría cuando el plato empiece a girar y las canciones sesenteras y setenteras de Takeshi Terauchi se le aparezcan por primera vez, nuevas, brillantes, inmensas, como un tesoro que ha permanecido oculto en el fondo de un lejano mar pero que el tiempo y la corriente han acercado a tu casa.




