Nick Waterhouse, el músico más elegante de San Francisco
Nick Waterhouse (1986) se parece a aquellos soldados estadounidenses con cara de buenos chavales que dejaron aparcadas sus vidas para luchar en la Segunda Guerra Mundial. Rostro redondo, sonrisa californiana, gafas de pasta de informático y pelo corto con tupe estilo ‘Hermanos de Sangre’. Supervivientes. Buscadores de salidas, de caminos. Gente con ese gen tan cotizado que invita a seguir, a no rendirse, a aguantar.
Waterhouse encajaría mejor como actor de la mencionada serie, o incluso en ‘Mad Men’, antes que en el cartel del Primavera Sound de Barcelona de este año, donde su actuación cautivó al personal. Esas aperturas, esas miradas del Primavera, son lo que lo hacen especial y lo que ha llevado a que el nombre de este chico pase de boca en boca como un rumor, una recomendación entre amigos que se conocen los gustos.
La música de este artista californiano también encajaría en las historias de esas series, música atemporal, llena de fuerza cuyo debut, ‘Time is all gone’, supuso una de las grandes sorpresas de 2012. Un disco que se escucha del tirón y que mantiene el pulso a lo largo de todos los cortes. Intensidad y pasión a raudales, buena escuela, influencias estudiadas e intuición para entender unas canciones que se muestran enérgicas y potentes desde el ‘Say I wanna know’, que abre el disco, al maravilloso ‘(If) You want trouble’. Un álbum que cuando termina deja cierta nostalgia flotando en el aire, imágenes borrosas de vidas que no has vivido y un leve regusto de euforia en el paladar, cosas como estas no tienen todos los discos. Una pena.
Waterhouse se mueve desde hace años en la zona de California, donde ganó cierto reconocimiento como dj. Su irrupción ha coincidido con la de Allah-las, con el último álbum de The Strange Boys o con el despegue de The Growlers. La zona vive una rehabilitación musical con una oleada de bandas criadas en los sonidos vintage del rockabilly, el soul, el garaje o la psicodelia. Waterhouse se mueve cómodo en esos sonidos que tan bien encajan con su aspecto de soldado antifacista y todo ello se refleja en su excelente primer álbum, un disco que te trasporta a otra época en un ejercicio de evocación musical que, sin embargo, no le queda impostado o falso. Los buenos años de la música dieron para tanto que los jóvenes de hoy en día todavía se fascinen cuando descubren el blues o el country más primitivo, el salvajismo de la música de garaje o la fuerza evocativa de la psicodelia británica. Son muchas las bandas que juegan con ello, que lo encajan en su raíz musical, no son tantas las que consiguen interiorizarlo todo ello y parirlo como algo nuevo, propio. Waterhouse, que está produciendo el nuevo trabajo de sus amigos de Allah-las, lo ha conseguido en su primer intento y su propuesta, sobre las tablas, mantiene el nivel.