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Los últimos mohicanos de Malasaña

En Madrid resisten varias tiendas veteranas y también nos topamos con otras que abrieron ya en el siglo XXI, cuando los jóvenes se descargaban de Internet discografías al completo. La venta de discos lleva años en caída libre, este 2013 ha llegado a mínimos, sin embargo, estos negocios consiguen mantenerse a flote mientras ven como muchos otros, incluso locales clásicos del barrio, han tenido que echar el cierre. Decidimos recorrer las tiendas de discos de Malasaña para conocer las historias de estos establecimientos y las de sus dueños para saber qué les llevó a abrir estos negocios y cómo consiguen sobrevivir en estos tiempos oscuros tan poco dados para la lírica.

LA RUTA DEL VINILO

Nuestra ruta comienza en Plaza de España, subiendo por la calle Conde Duque encontramos Radio City, la tienda de Jesús Álvarez, un tipo agradable y muy melómano de 37 años que abrió su local en 2005 después de trabajar en un laboratorio farmacéutico. Jesús tiene claro que no se arrepiente de su decisión, aunque la experiencia le llevaría a hacer las cosas de otra manera. “Volvería a abrir la tienda”, explica. “La cabeza me diría que no y el corazón que sí, aunque abriría de otra manera”, añade.

Su nueva tienda, a la que se trasladó hace unos meses, es luminosa, con muebles y cajones de una madera clara y donde prima el vinilo de rock and roll y sus derivados. “Ahora vendo más vinilo, aunque es engañoso. Se sigue vendiendo CD. Si lo dejara de vender tendría que cerrar”, aclara Álvarez. En la tienda solamente trabaja Jesús, aunque a veces le ayuda su pareja. “Nunca he tenido a nadie contratado porque es inviable”, admite. Además de la crisis que vive el país este gremio ha tenido que lidiar, como todos los sectores culturales, con la subida del IVA. “Yo la noto mucho cada trimestre”, bromea Jesús, que admite que no ha subido los precios porque ya son altos. ¿Quiénes son sus clientes? “Principalmente vendo más a clientes fijos en un porcentaje alto y luego la gente que pasa, entra y compra. Sin ellos tampoco podría subsistir”. Jesús tiene recursos para mantener una larga e interesante conversación sobre el sector, los clientes y las amenazas que se ciñen sobre su negocio. “La piratería ha afectado mucho, antes existían las grandes superficies y había tiendas pequeñas porque había para todos, Amazon ha hecho un daño increíble, digamos que las amenazas son la piratería y los piratas de Amazon, por ese orden”.

Dejamos Radio City y nos adentramos en Malasaña, el barrio que acogió la Movida y que ha sido el escenario para casi todos los movimientos culturales de la ciudad. Antaño, hace no más de una década, el barrio estaba repleto de tiendas de discos que han cerrado. Hace no mucho la calle Palma contaba con varias tiendas de música electrónica, hoy solamente queda una pequeña tienda dedicada al jazz y Recycled Music Center, el local que Ricardo Corazón, antiguo dj, abrió en 2001. Ricardo es madrileño, de Malasaña, y es un amante de la música electrónica que pasó años pinchando por toda España hasta que finalmente abrió su propia tienda de discos de segunda mano. “Estoy especializado en vinilos de segunda mano, nunca he tenido CD”, explica Ricardo. Su tienda es amplia, con dos zonas, y está repleta de cajas negras que albergan música de distintos estilos de música electrónica. Vender solamente segunda mano es la razón por la que todavía sigue abierto. “Que haya tiendas de música en Malasaña es algo bueno. Cuando yo empecé había en esta misma calle 4 o 5 tiendas más, pero eran de material nuevo. Que haya más tiendas es bueno para todos porque el cliente se acostumbra a hacer la ruta y va a varias”, lamenta Corazón, que aunque no se arrepiente de nada duda al ser preguntado si volvería a abrir la tienda.

Ricardo admite sin rodeos que son tiempos complicados, ha visto cerrar a sus vecinos y hay pocos avisos más claros que ese. “Cada vez vendo menos, es la verdad. Aunque a mí la piratería me afecta menos que el hecho de que mis clientes no tengan dinero para comprar discos. Aquí la mayoría son Dj y los compran para pinchar”, explica. Ricardo lleva la tienda solo y a veces tiene a algún colega que le echa una mano. Las cosas no dan para más pero mientras escampa tocar seguir adelante y cruzar los dedos, esperar a mejores días.

Seguimos caminando por Malasaña hasta llegar a Espíritu Santo, la calle en la que falleció Enrique Urquijo da cobijo a dos tiendas, aunque dentro de poco solamente quedará una. Portobello Discos, en el número 12, está cerca de cerrar ya que Ángel Ruiz Zorrilla, su dueño, se jubila el año que viene. “Esta tienda la abrí hace diez años, antes tuve otra en la calle Alcalá, tres años, no soy de los veteranos de la profesión. Llegué de rebote después de quedarme en paro. Trabajaba en una empresa privada y con cuarenta y pico años me pareció complicado encontrar trabajo y esto es lo que me gustaba”, cuenta Ángel, que reconoce que ha sido feliz con su tienda. “Nunca pensé en hacerme rico, solamente quería hacer algo que me gustase y subsistir”, cuenta sentando en su oscura tienda repleta de ofertas, discos viejos y todo tipo de objetos. En Portobello hay de todo, mientras hablamos una mujer entra para preguntar si pasan de VHS a DVD. Lo hacen. “Al principio únicamente vendía discos pero empezó a bajar el negocio y empecé a incluir las cosas por las que preguntaba la gente que entraba a la tienda”, reconoce Ángel, un hombre afable y observador que ha usado la tienda como puente a una jubilación que ahora espera con ganas. “Me jubilo este año o a principios del que viene”, explica. “Tengo ganas, la vida son etapas, se cierra una puerta y se abre una ventana”. Dejamos a Ángel y unos metros más allá nos topamos con Up Beat, una tienda dedicada a la música negra que regenta un músico madrileño de 47 años, Alberto Oyarbide.

PASIÓN POR LA MÚSICA

“Abrí en 2002”, cuenta Alberto. “Por pasión por la música”, añade. “Estamos especializados en reggae, blues, soul, r&b. Yo soy músico y después de muchos años tocando el bajo con muchos grupos me dio por esto, quería estar en algo relacionado con la música”. Alberto también duda un poco cuando se le pregunta si volvería a abrir la tienda. “Volvería a hacerlo, soy feliz con este estilo de vida". Oyarbide confiesa que acaba de superar una mala crisis que estuvo cerca de acabar con su negocio. ¿El problema? “La gente ya no compra discos”, responde. “Cuando yo era adolescente todos comprábamos discos, los jóvenes ahora no consumen el formato físico, apenas existe para ellos, oyen todo en digital. Están educados en otra cultura”, lamenta. Los inicios de la tienda no fueron fáciles, como en cualquier otro negocio. Ahora Alberto, tras superar su crisis, se plantea quitar las camisetas y la ropa de su tienda para centrarse en la música. “Fui incluyendo ropa para subir y ahora me la quiero quitar de en medio. Vendo indiscutiblemente más vinilos, de hecho estoy pensando en quitar los CD también”, añade. Su tienda, en tonos verdes y blancos, guarda muchas joyas de la música negra que van desde el soul al reggae pasando por el ska o la música caribeña. Oyarbide se siente con energías renovadas y se muestra positivo a pesar de todo. “Saldremos adelante, creo que hemos pasado nuestro peor momento. Soy optimista teniendo en cuenta que tenemos el agua al cuello”, reconoce después de explicar que ha tenido que subir los precios. “Intento mantener los precios dentro de unos márgenes, equilibrar, pero al final me cobran más y no queda más remedio que subirlos un poco”.

Tras hablar con las nuevas tiendas del barrio salimos un poco del corazón de Malasaña para hablar con los dueños de dos tiendas míticas, La Gramola y Metralleta. Alberto nos confesó que de joven solía comprar allí y nos acercamos a la tienda, un sótano en un garaje, para hablar con los jóvenes dueños de Metralleta. La tienda está regentada por tres hermanos, los hijos del dueño original. Nos atiende Felipe Menéndez, un chico que a los 36 años que ha pasado la vida entre discos y vinilos. Por la tienda también andan Nieves y Paloma, su hermana mayor y su hermana pequeña. “La tienda la abrió mi padre con un socio en otro lado, aquí llevamos treinta años en el garaje, nosotros tomamos el control hace 7 años”, explica Felipe. “Yo empecé aquí con 15 años, siempre ha sido un negocio familiar”.

LA PÉRDIDA DE LOS CHAVALES

Metralleta es una tienda alargada con cajones en el centro de la tienda y en los laterales, un lugar conocido por sus discos de segunda mano y frecuentado por mucho coleccionista en busca de joyas u oportunidades. “Al no estar a pie de calle la gente que viene sabe a lo que viene”, explica Felipe. “Vendemos vinilo sobre todo, compramos y vendemos segunda mano. No tenemos material nuevo aunque hemos incorporado series y películas que se venden bien”, añade. Después de hablar con tanto emprendedor de la última década resulta interesante escuchar a alguien que no ha conocido otra vida. “A mí esto es lo que me gusta hacer. Te tiene que gustar porque ahora mismo casi no da dinero”, confiesa. Felipe reconoce que nunca ha pensado en cerrar la tienda, a pesar de que su padre llegó a tener empleados y media docena de locales repartidas por todo Madrid. “Hemos tenido que recortar muchos gastos y antes teníamos empleados que ahora no nos podemos permitir, además trabajamos seis días a la semana”. Menéndez reitera lo que nos han dicho en otras tiendas: cada vez se ven a menos jóvenes. “Nuestro cliente estrella es de 30 a 50 años, en la época de mi padre tenían menos de 20. Hay menores de treinta años que no han comprado un disco su vida. Hay gente joven que se está reenganchando al vinilo pero lamentablemente sí que creo que irá a peor y que se quedará como algo para coleccionistas. Ahora mismo no me siento amenazado y además soy optimista. No sé qué haría si cerrase. No me imagino de otra cosa”, aclara Felipe desde el otro lado del mostrador.

Junto a la Metralleta, en Postigo de San Martín 4, encontramos La Gramola, otra tienda mítica del centro de Madrid. Tras el mostrador de esta tienda llena de recovecos, póster, chapas, películas, banderas y discos se esconde María Gutiérrez, una estadounidense de 55 años que abrió su primera tienda hace 30 años. “He tenido muchas, ahora estamos solamente con dos”, cuenta esta afable mujer que llegó a Estaña en los setenta y se quedó. “Soy de Chicago, crecí con el rock y el blues, llegué a finales de los setenta muy jovencita y me quedé en Madrid. Conocí a mi marido cuando tenía 13 años y me volví a EEUU. En aquella época se hacía caso a los padres. Terminé los estudios, volví a Madrid y me casé a los 20 años”, se sincera María.

“Volvería a hacerlo, sin duda”, contesta María cuando se la pregunta si repetiría la aventura de su vida, una aventura que ha dado para seis tiendas abiertas a la vez en los días de bonanza. “Mis hijos no quisieron estudiar y mi marido les abrió una tienda y he tenido algunos empleados a ratos, amigos de mis hijos”. Ahora María pasa los días sin grandes agobios, aunque admite que trabaja todos los días del año.

Vivir de esto ya no es lo mismo que hace diez o veinte años. “Hace cuatro años que metimos merchandising en la tienda. Los póster y esas cosas sirven para los regalos que pilla la gente que viene a por discos”, explica. La Gramola despacha principalmente vinilos de rock. “El cd se vende mal ahora”, confiesa esta madrileña de adopción. “No me quiero quejar, la cosa no va mal, pero trabajo mucho”, explica con una sonrisa esta mujer que ha vivido en primera persona la evolución de la industria discográfica en España hasta el punto de tener a Internet como un enemigo al que hay que temer. "Son cosas de mi marido", explica. "Dice que nos ha hecho perder mucho dinero", añade.

Salimos de la tienda y pasamos por Escridiscos y Sun Records, otras de las tiendas míticas del centro de Madrid, pero nuestro destino es otra vez Malasaña, cerca de la plaza del 2 de Mayo se encuentra Cuervo Store (Velarde, 13), una tienda peculiar que vende discos pero también ropa y complementos. Allí nos encontramos con Marcos Paredes, madrileño de 41 años. Marcos ha trabajado siempre en tiendas de discos y en 2009 abrió su tienda junto a un socio, Paco, que se encarga del sello discográfico al que está asociado la tienda. Los dos tocaban en Motora y cuentan que al principio el local se parecía a un grupo de rock ya que solamente iban los amigos. Ahora la cosa está empezando a despegar. “Todo el mundo nos dijo que era una locura, que era un capricho”, explica Marcos. “Es una tienda fácil de llevar, más o menos, una persona se basta, pero abrimos seis días a la semana”, añade. Marcos explica que ganas de trabajar para sacarla adelante no faltan. La tienda es un local acogedor, luminoso y bien decorado con un sofá y una pared cubierta de altavoces de todo tipo. Junto a los vinilos venden ropa y complementos, ahora sacan su propia marca de vaqueros. “La ropa nos ayuda a poder abrir por las mañanas pero lo que hace que ocurra todo es la música”, aclara Marcos, que nos cuenta que por la tienda pasan muchos de los músicos del barrio.

UN PASEO PARA EL OPTIMISMO

“Tal y como va la tienda no cambiaría absolutamente nada", adnite Marcos sin tapujos. "Me gusta ver cómo ha ido creciendo desde que la vi con las paredes en blanco. La verdad es que la idea está gustando a la gente”, añade. Cuervo Store solamente vende vinilos muy selectos y algo por encima del precio del resto de las tiendas, aunque reconocen que no han subido los precios desde que abrieron. “Sabemos que los chicos tienen poco dinero pero la afición es otra cosa y al que le gusta se guarda el dinero. Antes nos comprábamos un disco al mes, ahora la cosa es que primero los puedes oír y así elegir el que más te guste”, aclara. “Por aquí vienen bastante jóvenes”, añade Marcos en contraste con lo que nos han contado en otros locales.

Nuestra última parada es Big Mamma (Divino Pastor, 22) la tienda que Diego Ortiz abrió en 2006 después de estudiar estadística y trabajar en un negocio familiar. A las puertas de su tienda descansa habitualmente Charlie, su perro de 4 años, junto al cartel rojo que corona el mostrador de este acogedor local de tonos rojos. “Pensaba en poner un negocio y no sabía cuál, este no era el más práctico pero me gustaba más”, explica Diego. “A lo mejor ahora lo haría de otra manera”, añade. Ortiz abrió una tienda de discos nuevos y con el tiempo ha incluido álbumes de segunda mano, donde hay más margen de beneficio. “Tenemos una gran parte de música negra y un poco de todo, hasta música clásica, intentamos cubrir entre los 50 y los 80”.

Diego ha trabajado duro para consolidar su negocio. “Ha habido bastante tiempo que no ha sido rentable, ahora la cosa va un poco mejor. El barrio es muy bueno, pero esta zona, este tramo, está más muerto”, confiesa. “Aunque ahora vamos teniendo público fijo”, añade contento. Diego es un tipo afable al que ayudó su familia al principio y ahora un socio. A sus 46 años está contento en su tienda y cree que lo peor ya ha pasado. “Hay que trabajar para los coleccionistas pero al final vives de los turistas”, explica.

Dejamos a Diego y a su perro y damos por terminada la ruta musical. Falta algún negocio por ver pero la idea del barrio queda bien reflejada a través de la voz de estos ocho tenderos. Tras la caminata y las charlas nos queda la sensación de que la mayoría de las personas con las que hemos hablado son optimistas y muy apasionadas, gente que conoce su oficio y que disfruta con su negocio a pesar de que son tiempos duros para todos, pero quizá más para ellos. Los tiempos cambiaron y siguen cambiando y sus negocios, su producto, se ve amenazado por las nuevas tecnologías, aunque siempre quedarán personas, jóvenes y mayores, que quieran escuchar, comprar o coleccionar música. Al final esas son las personas que sostienen el negocio de esta gente, pero también el de los músicos, sus productores, los técnicos, los instrumentistas y las estrellas, los tenderos son solamente un eslabón, un romántico eslabón al que generalmente se le presta poca atención, pero uno muy necesario para todas esas personas para las que ir a una tienda de discos es uno de los pequeños placeres de la semana.

 

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