Desbordados por la rabia

Van a permitirme que nuestro primer saludo de hoy sea para comentarles detalles de algo que ha discutido el equipo de este programa hace apenas unas horas: la condena a muerte, en la India, de los cuatro hombres que violaron a una joven estudiante, que la violaron de forma tan salvaje que acabó muriendo un par de semanas después.

El caso seguramente lo recuerden porque dio la vuelta al mundo, fue el primero de otros que han venido después y que han destapado un fenómeno que en la India adquiere caracteres de epidemia, como es el de las agresiones sexuales a mujeres. Lo llamativo es que en esa discusión de hoy, la que tenemos todos los días los que hacemos La Ventana, hemos derivado hacia la pena de muerte y en algún momento se han escuchado frases, si no de apoyo, sí de una cierta justificación o comprensión, con aplicar la pena capital para casos como éste.

Y eso creo que merece la pena analizarlo. Porque vamos a ver, esto no es debate de pena de muerte sí o no: pena de muerte. No, nunca, en ninguna circunstancia. ¿Por qué entonces, si desde el punto de vista moral, intelectual, lo tenemos resuelto, porqué nos ronda por la cabeza que sí, que vale, que estos tipos se lo merecen?

Pues seguramente por la impotencia. Porque a esa chica, Amanat, no es que la violaran cuatro desalmados en un descampado. No, no, ocurrió en un autobús repleto de pasajeros y duró varias horas. O sea que el problema de fondo va más allá, es estructural, es de educación, es la secular desigualdad de la mujer frente al hombre . Y como eso tardará una eternidad en arreglarse, si se arregla, entretanto ¿qué hacemos?

Es ahí donde surge la tentación del atajo y de la ley del Talión.

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