El Real Madrid se encuentra con su mejor fútbol y con Caballero

Con un parón de selecciones de por medio y un buen número de palabras revoloteando sobre el inconsciente del seguidor blanco (protrusión, hernia, Ancelotti, Morata), lo que más necesitaba el Real Madrid es que se empezase a hablar de fútbol. Un deporte que ha dignificado a lo largo de su historia, sobre todo cuando ha estado pendiente del juego y no de otras vicisitudes | Así te hemos contado el partido.

Esta fue la premisa con la que saltó el conjunto de Chamartín al Santiago Bernabéu. Sumado a la presencia de un Álvaro Morata que veía su titularidad con los ojos hechizados de un niño fantasioso. Benzema, reservado por molestias en su gemelo en vista de los próximos enfrentamientos ante Juventus y Barcelona, abría la puerta a un Real Madrid que ilusiona más al espectador. Esa es la realidad.

Primera parte que, tras unos primeros minutos abiertos, pasó a ser un franquiciado del Real Madrid. Di María, Morata y Cristiano Ronaldo se encargaron de colocar el escudo y las banderitas del equipo merengue en cada metro cuadrado de césped que colonizaron. En el momento en que Ancelotti pidió protagonismo al centro del campo, la maquinaria de todo el equipo empezó a funcionar.

Llegadas de todas y cada una de las formas posibles que firmaron una de las mejores primeras partes del Madrid en lo que va de campaña. Entre ellas la trinidad en las botas de Ronaldo que por tres veces perdonó al Málaga. La primera, con un derechazo al travesaño, la segunda, fuera por un palmo y la tercera, al cuerpo de Willy Caballero.

Si el Madrid no se fue con ventaja al descanso fue en gran parte gracias a las intervenciones del guardameta argentino. Morata y Di María formaron la dupla centrador-rematador que en otras tantas ocasiones fue frenada por un Willy excelso. Aun así, el público ovacionó a sus jugadores camino de los vestuarios, contentos por el excelente juego planteado.

Todo lo que el equipo local no fue capaz de lograr con fútbol y sentido en cuarenta y cinco minutos, lo alcanzó en un minuto de suerte. Algo de lo que discreparía Di María que, con un nuevo centro con mucha intención, colocó el balón lejos de la estirada de Caballero sin que nadie llegase a rozarlo. Un lunar en una actuación señalada.

El Málaga seguía desaparecido frente al vendaval que tenía delante y sólo el interés de El Hamdaoui, la insistencia de Gámez y alguna aparición de Eliseu hacían olvidar momentáneamente el nombre de su mejor hombre, el más retrasado. Los jugadores del Madrid se empeñaron en negar las paradas de Caballero. Primero Isco con un disparo desde el punto de penalti, luego Cristiano con una falta de las suyas y en tercer lugar Morata con un gran cabezazo que salió rozando el palo.

Pero Willy Caballero estaba sencillamente iluminado. Su zaga le ayudaba de vez en cuando dando una buena muestra de cómo tirar el fuera de juego. Ancelotti intentó entonces matar el partido con la entrada de Modric, el recuperado Bale y Jesé, mientras Morata dejaba el campo sin marcar pero con una ovación de época. El resultado no se movió porque Caballero no quiso, hasta que en el tiempo de descuento Ayza Gámez se inventó un penalti sobre Bale.

Ronaldo, que por una vez en su trayectoria deportiva miraba a un portero con recelo, se concentró y marcó la pena máxima. Una sentencia injusta y demasiado dura para Willy Caballero que con 12 paradas firmó una obra de arte. Pero al fin y al cabo, un gol que cerró el partido y sirvió para confirmar que el Real Madrid se ha reencontrado con su mejor fútbol.

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