Los Juegos del hambre: en llamas. La revolución ha llegado
Los juegos del hambre: en Llamas, Francis Lawrence La primera entrega de 'Los juegos del hambre', basada en las novelas de Suzane Collins sorprendió al respetable por su atrevimiento, valentía y porque, en medio del empalago vampírico de los Crepúsculo y compañía, lograba inyectar garra, diversión y una reflexión política y sociológica a la cinta sin despojarse de su condición de blockbuster adolescente con todos los elementos dignos de él. Otra vez con Jennifer Lawrence como protagonista, esta vez Francis Lawrence sustituye a Gary Rossen la dirección y presenta una segunda entrega que no desmerece a la primera, más bien la supera en cuanto a intensidad, a trasfondo dramático -desarrollo de los personajes incluido- y discurso político más desarrollado. Jennifer Lawrence es capaz de dotar a la cinta de una profundidad digna de cualquier drama clásico, sin perder un ápice de simpatía y naturalidad. Es la gran baza de esta saga que no escatima en violencia y abusos de poder. Junto a Lawrence hay otros actores dignos de mención como Phillip Seymour Hoffman, Donald Sutherland, Elizabeth Banks, Woody Harrelson o Stanley Tucci. A 'En llamas' le cuesta despegar. Los nuevos juegos se hacen esperar y esta vez la violencia no sorprende tanto como en la entrega anterior. Tampoco el triángulo amoroso (Lawrence con Liam Hemsworth y Josh Hutcherson) cobra más protagonismo del debido. En eso ha acertado el director, que ha sabido medir la narración y mostrarnos un final que acaba muy arriba, bastante más alto que el comiendo. En realidad 'Los juegos del hambre' no es el peliculón del año, pero puesto a pedir superproducciones para adolescentes, nos quedamos con ella, por ser capaz de introducir en su guion más que los quejidos del amor y hablarnos de telerrealidad, de vigilancia y espionaje y de grandes hermanos en plena eclosión de las redes sociales. Pepa Blanes
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