El editorial de Pepa Bueno: "Entre el laberinto y el muro de silencio"
El editorial de la codirectora del programa 'Hoy por Hoy'. Lunes 25 de noviembre
Parece que hace un siglo, pero no, sólo han pasado doce meses. Hace hoy un año Artur Mas se dio de bruces con la realidad. Hipnotizado por la multitudinaria manifestación de la Diada, de dos meses antes, convocó elecciones anticipadas y pidió a sus conciudadanos una mayoría excepcional que le permitiera plantear con fuerza ante Madrid sus aspiraciones soberanistas.
Perdió 12 diputados en beneficio de Esquerra Republicana. Entre el original y la copia, los ciudadanos atraídos por el independentismo se quedaron con el original. Mas se consoló argumentando que en el Parlament seguía habiendo una mayoría soberanista y la aritmética parlamentario lo dejó en brazos de Esquerra.
Un año después, la legislatura está siendo monotemática: la convocatoria de una consulta para la que aún no hay fecha ni contenido ocupa todo el debate público catalán. Solo por esa razón Esquerra mantiene su apoyo a un guvern que prosigue con sus recortes sociales, y que busca desesperadamente una interlocución -muchos creen que una salida- con el gobierno de Rajoy. Cataluña sigue además afrontando serios problemas económicos que solo puede paliar con las ayudas que le llegan del Estado.
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No ha habido mucha flexibilidad por parte del propio Rajoy. Desde el tono suave, huyendo de las estridencias que tanto gustaban a José María Aznar a la hora de abordar estos retos, el presidente del Gobierno se ha parapetado en la Constitución y no ha dado la menor señal de intentar abordar de frente la cuestión catalana.
Solo las llamadas Terceras Vías, la federalista del PSOE con su propuesta de reforma constitucional, o la confederal de Durán i Lleida, han intentado -sin éxito, hasta el momento- dar una salida política catalana y española.
A Mas el aniversario le pilla en La India donde ha buscado inspiración nada menos que en Ghandi.
A vuelapluma, la primera conclusión de este aniversario es la de un año perdido. La sociedad catalana ha mostrado de nuevo, con la Vía Catalana de la última Diada, que existe un malestar mayoritario que requiere una respuesta. Y de momento lo único que le ofrece la Generalitat es un laberinto ,y el gobierno central, un muro de silencio.
Entre el laberinto y el muro de silencio
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