La gran Belleza. Vistosa copia de La Dolce Vita
La gran Belleza. Una vistosa copia de La Dolce Vita En el cine y en la vida hay aciertos tan milagrosos y certeros que sencillamente invalidan cualquier intento de acercamiento u homenaje. Esta es la gran tragedia de 'La gran belleza' de Paolo Sorrentino: su apuesta barroca sobre un escritor/periodista crepuscular (Tony Servillo) que arrastra su cinismo por las fiestas más lujosas de Roma, resulta tan solo una vistosa copia de 'La Dolce Vita' (1960). Y poco más. Sorrentino no niega en absoluto la influencia de Fellini en su cine. Pero apunta más allá: reivindica una mirada más amplia y actual sobre la belleza, el peligro y las contradicciones humanas a las que ha asistido como testigo la vieja ciudad de Roma. Su película es un mosaico abigarrado del obsceno lujo actual y su convivencia con la decrepitud de Roma. 'La Gran belleza' es un batiburrillo de refinamiento y horteradas que mira con indolente lejanía el magnífico Tony Servillo. Sin embargo, no hay poesía ni novedad en esta mirada decepcionada de las élites occidentales. En 'La Dolce Vita', Fellini consiguió crear y definir una nueva realidad de vacío y glamour que nacía en aquella época. En el magnífico documental 'Bertolucci on Bertolucci' (2013), el director de 'Novecento' y 'El último tango en París' otorga a Fellini el genio de haber creado en 'La Dolce Vita' una nueva realidad creada en el mismo cine: “La Via Venetto de los años 50 era una vulgar calle provinciana transitada por turistas y Fellini la conviertió en el escenario del glamour tal y como ahora lo concebimos”. No se puede negar el poder hipnótico de 'La Gran Belleza', ni la apabullante presencia hipnótica de Servillo. Su gran virtud es su potencia visual, que a lo largo de los 142 minutos de metraje se vuelve en su contra y se transforma en lastre. Muy bella, muy pretenciosa y muy vacía. María Guerra
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