El KO libio

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Cuando François Hollande dirige su segunda intervención militar en un país africano: la República Centroafricana después de Mali; en Libia, la población está lejos de sobreponerse a las consecuencias de la que llevara a cabo el anterior presidente francés, Nicolas Sarkozy, con el apoyo del Reino Unido y el respaldo de Estados Unidos. "Libia, un país al borde de romperse en pedazos" es el explícito titular que el diario Le Monde dedica a un amplio reportaje. Dos años y medio después de la caida del regimen del Coronel Gadafi, el gobierno de Trípoli se encuentra en una situación de extrema debilidad acosado por la amenazas de secesión y las tensiones en torno a las explotaciones petrolíferas, acaparadas por diferentes facciones. La producción de crudo ha caído a mínimos históricos y se multiplican los controles fronterizos internos. Los bereberes, asentados en la frontera con Túnez, reclaman el reconocimiento de su identidad y no dudan en enarbolar su propia bandera azul, verde y amarilla. Ni que decir tiene que la ancestral rivalidad de Bengasi y Misrata con Trípoli no ha disminuido y que el federalismo cobra fuerte en la región Cineraica.




