La gran familia española. Brillante e irregular
La gran familia española. Tan brillante como irregular / María Guerra
Desde el estreno de su ópera prima 'Azuloscurocasinegro' (2006), Daniel Sánchez Arévalo ha recorrido una interesante trayectoria cinematográfica: sinuosa, fresca, neurótica y emotiva. Tiene una envidiable destreza en la combinación de tonos oscuros y cómicos. Su gran talento es tejer la amargura más dolorosa con la comedia sentimental y el chispazo cómico. Su debilidad, sin embargo, es aferrarse a la soledad del creador que, se asfixia en su autoría y no permite que un co-guionista profesional le ayude a corregir excesos y bajones de guion que perjudican a una comedia, cuyos aciertos superan los errores. Pero los errores están ahí y deslucen lo que podía a haber sido una película redonda. Sánchez Arévalo es fiel a sí mismo y no teme al disparate, más bien lo usa como trampolín: arranca con la peregrina presentación de una familia de cinco hijos varones que comparten los nombres de los personajes del musical de Stanley Donen, 'Siete Novias para siete hermanos' (1954). El hermano pequeño, Patrick Criado, decide cumplir su promesa infantil y casarse con su novia desde el colegio. La boda coincide con la gloriosa final del Mundial de Sudáfrica en la que ganó España. La boda y el partido son el escenario de una filigrana y batalla campal de historias cruzadas y personajes encerrados en sus problemas. De entrada, la empresa es monumental y el riesgo de batacazo inmenso, pero Sánchez Arévalo despliega su encanto de domador e hilvana – al principio con mucha dificultad – las historias paralelas con pasmosa brillantez. El desnivel. El problema de 'La gran familia española' es la irregularidad del guion y también el desequilibrado nivel interpretativo del reparto. Los veteranos se devoran literalmente a la joven escuadra de actores: Antonio de la Torre vuelve a componer un profundo personaje de hombre deprimido con la mínima cantidad de tomas. Quim Gutiérrez tiene la mirada más triste del cine español, y después de la inmensa Victoria Abril, es sin duda el actor que mejor llora de nuestro cine. La presencia escénica de Héctor Colomé sencillamente es apabullante, aunque esté la mayor parte del metraje desmayado, y Roberto Álamo defiende con solvencia el empalagoso personaje de hermano con retraso mental. La buena noticia de 'La gran Familia española' es su cercanía al público, su falta de pretenciosidad y la abundancia de momentos brillantesque pueden dar a la taquilla española una buena noticia.
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Pepa Blanes
Es jefa de Cultura de la Cadena SER. Licenciada en Periodismo por la UCM y Máster en Análisis Sociocultural...




