Un caso de conciencia

El presidente valenciano, Alberto Fabra, decía esta mañana en la SER que los españoles que votaron al Partido Popular no lo hicieron para que modificara la ley del aborto, sino para que nos sacara de la crisis. Y es verdad, no le falta razón a Fabra.

Por eso no se entiende el monumental embrollo que ha organizado Gallardón con su anuncio de reforma, con ese retroceso brutal que propone para las mujeres y que ha puesto en pie de guerra a muchas de ellas. Incluso algunas protagonizan estos días una curiosa forma de protesta que consiste en acudir al Registro Mercantil para inscribir su cuerpo como bien de su propiedad.

Más allá de esto, de las manifestaciones, de las mociones que se han votado ya en varios ayuntamientos, este espinoso asunto llega hoy al Congreso con una cita digamos que atractiva, o más atractiva de lo normal. Porque los diputados -y diputadas- votarán en secreto sobre si esa reforma debe ser devuelta al gobierno y eso no pasará, pero será interesante comprobar si algún parlamentario- o parlamentaria- del grupo Popular tiene el coraje de apoyarlo.

Y es curioso, esta será sólo la tercera votación secreta desde que recuperamos la democracia en España. No ha habido más en estos treinta y pico de años. Una fue por los GAL en el 95, otra por la guerra de Irak en 2003 y ahora esta por el aborto. Así que la próxima tocaría para 2022. Lo cual genera una reflexión colateral y es que ¡qué aburrido es el sistema parlamentario que tenemos, o qué aburrido lo han hecho! ¡Qué cansina esa dictadura de la disciplina de partido!

Y qué increíble que en tantos años no hayan podido nuestros representantes votar por conciencia, no sólo por siglas. Así les va a ellos. Y así nos va a nosotros.