El sueño de la televisión produce monstruos

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"Anoche se me hizo tarde y no tenía escrita esta columna. Me quedé en el sofá mientras barruntaba algún tema para el programa de hoy. Sonaba una canción, una y otra vez, interminable, a un volumen demasiado alto para esa intempestiva hora. Me levanté para apagar el reproductor, pero la canción seguía sonando. Desenchufé el aparato, nada. La música atronaba. Intenté sacar el disco, incluso usé un cuchillo para abrir la bandeja, empezaba a sentirme agobiado. Salí al pasillo de casa para comprobar si la música se escuchaba a lo lejos y podía molestar a los vecinos. Ya no era una canción sino una letanía. Golpeaba mis oídos con más insistencia. Cuanto más lejos, más fuerte. Bajé a la calle, desesperado, a pedir ayuda. Surgían sombras en las esquinas que me señalaban burlones, el rostro desfigurado, una mueca por sonrisa. Torturado por la canción, caí al suelo e intenté gritar, no podía. La garganta parecía bloqueada, me faltaba aire y entonces desperté. Me había quedado dormido en el sofá con la tele encendida. Sonaba un tema de Russian Red. Al recuperarme del sobresalto seguía preocupado por el efecto de la tele en mi subconsciente. Si una canción había causado esa pesadilla, ¿qué no habría sido capaz de inducirme un telediario o un polígrafo deluxe? Ay... el sueño de la televisión produce monstruos."




