La columna de Almudena Grandes: "Un crimen"
La escritora Almudena Grandes nos obliga a pensar este viernes 16 de mayo
Una madre obsesionada por el bienestar de su hija. Una chica estudiosa e influenciable que se arrima al poder para prosperar. La decepción que, con tanta frecuencia, suele fustrar esta clase de cálculos. La negra sombra de los celos en el horizonte y una pistola, la metálica caricia de la muerte en la palma de la mano, esa repentina sensación de poder y el odio, la turbia serenidad que nace de la identificación del infortunio propio con la prosperidad del enemigo, el frenesí de la venganza. Algunas cosas son tan viejas como el mundo. Otras no.
El asesinato de Isabel Carrasco podría haber sido obra de William Shakespeare, y antes que suya, del propio Sófocles. Sin embargo, y aunque cumple con todos los requisitos de una tragedia clásica, las reacciones a este suceso han resultado novedosamente lamentables. No me refiero a las redes sociales porque, en este caso, el medio no afecta al mensaje. Celebrar la muerte de un ser humano es una acción injusta, macabra, inmoral y, al igual que la venganza, vieja como la Humanidad. Pero que los responsables del partido de Carrasco y, por cierto, del de su asesina, hayan intentado enturbiar una campaña electoral dividiendo la responsabilidad de un crimen entre sus opositores, representa una estrategia nueva y miserable. Que cargos públicos relevantes hayan presentado a desahuciados, a preferentistas, a los parados y a quienes les defienden, como odiadores causantes de una presunta ira social, es pura violencia política. Los jueces que investiguen la incitación al odio a propósito de este caso, deberían tenerlo en cuenta.
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