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Cuando el ruido lleva mensaje

A pesar del paso de los años, el mundo musical no ha cambiado tanto. Tiene herramientas de promoción más potentes y desarrolladas, pero la esencia es la misma. “Si algo suena el suficiente número de veces, será un hit”, escribía Ian Svenonius en la revista ‘Vice’. “Crear la sensación de familiaridad y seguridad es, de lejos, el factor más importante para que una canción sea un éxito en las listas”, añadía. Svenonius, líder de Chain and the Gang, es uno de esos chicos que creció pensando que la música era el medio ideal para expresar su visión del mundo. Su obra nunca le llevará a la cima o a llenar estadios, pero su carrera mantiene una coherencia y una evolución plasmada en sus distintos proyectos musicales como Nation of Ulysses y The Make Up. Con Chain and the Gang –su última aventura- Svenonius ha editado cuatro álbumes desde 2009, el último –‘Minimum Rock and Roll’ (2014)- es un disco crudo y directo en el que el ideario del músico brota de unas canciones oscuras y bailables que invitan al éxtasis, a la rebelión, al alzamiento popular contra el sistema. Pero la música de este artista de Chicago, que ronda los cincuenta, se escapa del panfleto gracias a la ironía y al sarcasmo, a su capacidad de reírse del mundo mientras arroja piedras en todas las direcciones.

Chain and the Gang es un grupo diferente capaz de cantar sobre la falta de libertad individual con la misma facilidad con la que hablan del egocentrismo de nuestros días o la falta de oportunidades en el mundo. Un mensaje que llega vestido de funk, de monólogos arropados por el góspel, de críticas que suenan punk en altavoces que escupen un rock furioso y pegadizo. Un sonido garajero y característico que ya llamó la atención en 2012 con ‘In cold blood’, uno de los álbumes más sorprendentes y poderosos de aquel año.

La carrera de Svenonius ha pasado por distintas fases hasta que su música ha terminado por encontrar un público para su mensaje. Ian Svenonius no es un artista común, es un tipo inquieto y pensado que ha sabido sacar una personal lectura de la historia, la política y la música. Algo digno de aplauso en un mundo artístico condenado al bucle y al plagio. Puede que sus ideas sean un tanto radicales para el estadounidense medio, pero no dejan de tener una enorme contundencia cuando canta, por ejemplo, “No creo en el libertad de expresión, no creo en el amor libre. Solamente hago lo que puedo, hago lo que siento”.  Además, todo ese contenido, ese mensaje, no se ha quedado únicamente en el ámbito musical. Svenonius editó recientemente ‘Estrategias sobrenaturales para montar un grupo de rock’ (Blackie Books), una intensa reflexión sobre la sociedad actual y sus vicios, sus errores y sus aproximaciones fallidas.

Ian Svenonius no es un Bob Dylan o un Woody Guthrie, no es un pastor ni un mesías. Más bien es un artista que creció pensando que la música tenía un fin más allá del baile evasivo, del momento tierno, de la confesión amorosa. Su obra tiene eso pero tiene más, tiene fuerza y tiene mensaje, forma y cuerpo, estribillo y reflexión. No es un músico extraordinario, pero es un artista diferente. Eso ya es mucho.

 

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